/ viernes 29 de noviembre de 2019

Amat Cucapah

Ultima Fumarola del Pinacate


Es el Pinacate lugar sagrado de los Hia Ced O’odam, ancestros de las naciones originales del noroeste mexicano: Pima, Seri, Yaqui, Maricopa, Cucapah, Pai Pai, Kiliwua, Halchedune, Etc. quienes desde la antigüedad tuvieron esa zona como: Centro de la Creación.

Histórica extensión con alrededor de 210 cráteres, entre conos y chimineas; zona explorada, por quienes lo han convertido en objeto de interdisciplinarios estudios científicos, desde Eusebio Kino en 1697-8, a Carl Sofus Lumholtz en 1909; utilizado como campo de entrenamiento para astronautas del Apolo 11 de la NASA que llevó por primera vez el hombre a la Luna e inolvidable el famoso conocedor del desierto, siempre dispuesto a guiar Antonio López de Sonoydag.

Sus lejanos vestigios dormidos por milenios, vinieron con señales de actividad, una madrugada en que la oscuridad de la noche se pegó al suelo en 1934. Los habitantes de San Luís Río Colorado, con sobresalto despertaron lanzando las cobijas, poniéndose en pié mareados, por el fuerte sacudimiento de un temblor de tierra.

Fue a las 6:52 de la mañana del domingo 30 de diciembre, cuando en unos segundos el Pinacate dio tímida señal de actividad; anchas fracturas en las playas bebieron el agua del río, viéndose instantáneamente el fondo del cauce; prolongadas grietas derrumbaron los paredones de la mesa desértica, desquebrajando la fila de casas en la retorcida calle Cuauhtémoc.

Según narró Eladio Matus, hermano de Pomposo: nos dijo que siguieron centenares de leves movimientos durante varios días y en decenas de ellos se oyeron sordos ruidos subterráneos, viniendo de dirección indeterminada, sintiendo los sanluisinos movimientos en las plantas de sus pies, bajo permanentes mareos, presintiendo que algo grave iba a suceder, previniéndose pensaban: …”menos martirio es morir tragado por la tierra que sufrir el nefasto tormento de morir quemado ó ahogado”; por ello toda la gente subió al desierto meganoso, saliendo del valle deltaico, azorados por los sismos y la negra nube en que se miraba envuelto el macizo volcánico del Pinacate, desde aquel domingo.

Y efectivamente, se cumplió el presentimiento con un fortísimo sacudimiento en 5º. Grado escala de Mercalli sacudiendo la región a media tarde del miércoles 2 de enero de 1935; pero eso fue todo, volvió la calma, platicando la gente a carcajadas el susto por nadie negado; datos complementarios proporcionó el oficial P.B. Doolittle, de la garita americana en San Luís Arizona, quien era buen conocedor de la región, dijo que todo hacía parecer que uno de los volcanes se había activado y desplazándose a las cercanías hizo reconocimiento.

También pobladores de Welton, Az. Vieron, a 70 millas, hacia tierra mexicana sonorense, una peculiar columna de ceniza volcánica y que algo similar estaba sucediendo en las montañas de La Fortuna, al Este de Yuma; lo mismo aseguraron los vecinos en Quitovaquita y la hacienda de Santo Domingo, junto con la espantada gente de Sonoydag, asegurando que eran fumarolas del Pinacate, resucitando a la actividad.

Referencia: libro Puerto Isabel.

E-mail: federicoiglesias50@gmail.com

Ultima Fumarola del Pinacate


Es el Pinacate lugar sagrado de los Hia Ced O’odam, ancestros de las naciones originales del noroeste mexicano: Pima, Seri, Yaqui, Maricopa, Cucapah, Pai Pai, Kiliwua, Halchedune, Etc. quienes desde la antigüedad tuvieron esa zona como: Centro de la Creación.

Histórica extensión con alrededor de 210 cráteres, entre conos y chimineas; zona explorada, por quienes lo han convertido en objeto de interdisciplinarios estudios científicos, desde Eusebio Kino en 1697-8, a Carl Sofus Lumholtz en 1909; utilizado como campo de entrenamiento para astronautas del Apolo 11 de la NASA que llevó por primera vez el hombre a la Luna e inolvidable el famoso conocedor del desierto, siempre dispuesto a guiar Antonio López de Sonoydag.

Sus lejanos vestigios dormidos por milenios, vinieron con señales de actividad, una madrugada en que la oscuridad de la noche se pegó al suelo en 1934. Los habitantes de San Luís Río Colorado, con sobresalto despertaron lanzando las cobijas, poniéndose en pié mareados, por el fuerte sacudimiento de un temblor de tierra.

Fue a las 6:52 de la mañana del domingo 30 de diciembre, cuando en unos segundos el Pinacate dio tímida señal de actividad; anchas fracturas en las playas bebieron el agua del río, viéndose instantáneamente el fondo del cauce; prolongadas grietas derrumbaron los paredones de la mesa desértica, desquebrajando la fila de casas en la retorcida calle Cuauhtémoc.

Según narró Eladio Matus, hermano de Pomposo: nos dijo que siguieron centenares de leves movimientos durante varios días y en decenas de ellos se oyeron sordos ruidos subterráneos, viniendo de dirección indeterminada, sintiendo los sanluisinos movimientos en las plantas de sus pies, bajo permanentes mareos, presintiendo que algo grave iba a suceder, previniéndose pensaban: …”menos martirio es morir tragado por la tierra que sufrir el nefasto tormento de morir quemado ó ahogado”; por ello toda la gente subió al desierto meganoso, saliendo del valle deltaico, azorados por los sismos y la negra nube en que se miraba envuelto el macizo volcánico del Pinacate, desde aquel domingo.

Y efectivamente, se cumplió el presentimiento con un fortísimo sacudimiento en 5º. Grado escala de Mercalli sacudiendo la región a media tarde del miércoles 2 de enero de 1935; pero eso fue todo, volvió la calma, platicando la gente a carcajadas el susto por nadie negado; datos complementarios proporcionó el oficial P.B. Doolittle, de la garita americana en San Luís Arizona, quien era buen conocedor de la región, dijo que todo hacía parecer que uno de los volcanes se había activado y desplazándose a las cercanías hizo reconocimiento.

También pobladores de Welton, Az. Vieron, a 70 millas, hacia tierra mexicana sonorense, una peculiar columna de ceniza volcánica y que algo similar estaba sucediendo en las montañas de La Fortuna, al Este de Yuma; lo mismo aseguraron los vecinos en Quitovaquita y la hacienda de Santo Domingo, junto con la espantada gente de Sonoydag, asegurando que eran fumarolas del Pinacate, resucitando a la actividad.

Referencia: libro Puerto Isabel.

E-mail: federicoiglesias50@gmail.com