/ viernes 6 de diciembre de 2019

Amat Cucapah

Alerta en las Etnias


Tenían bien ganada su fama de sanguinarios los nativos del río Colorado; la verdad es que cada tribu defendía su antiquísimo derecho de dominio territorial.

Sobre este antiguo noroeste mexicano permanecen descendientes originales de: Alchedomas, Hoabonamas, y quiquimas del delta; igualmente, ahora conocidas las naciones: Pápago, Pima, Cocomaricopa, Quechan, Mojave, Yavapai, Pai Pai, Kumiai y los Cucapah, “Gente del río”, su lengua identificada en el tronco Uto-Azteca, investigadores etnólogos los clasifican descendientes de la cultura de los Anazasi.

Dichos grupos aún consideran como propiedad las serranías con sus plantas, animales y aves; los ríos y estanques con sus peces, castores y tules. Las naciones originales marcaban líneas de frontera desde donde la naturaleza contenía parte de su alimento y dentro de aquella tierra, bajo la extensión de la bóveda celeste, con el sol, frío, viento, calor, nubes entre las oquedades de las montañas; vivían su creencia que era donde reposaba el espíritu de sus dioses.

Conceptualización semejante tenían los Seris, Conca'ac, que significa "La gente" en su lengua; igual cosmogonía se atribuye a los Pimas que es una antigua etnia extendida en la Sierra Madre Occidental, aunque su nombre significa "no hay, "no existe", "no tengo", es muy probable que se les dio ése nombre, porque al responder a los misioneros "no entiendo", lo hacían con la palabra “Pima”.

Era peligroso transitar entre su territorio, muchos transeúntes -quienes vivieron para contarlo- desde época de la expansión española pudieron comprobar que tenían: “un gran corazón colaborativo”, “recia franqueza” pero “fiereza atroz”, misma característica de nativos habitantes de estas tierras, cuenca del Colorado; porque al primer paso, dado por un extraño entrando a sus confines, advertían que los indios tenían sus ojos, orejas y piel como escenario en centinelas puestos en la montañas y caminos, inmediatamente aparecía una circunferente fumarola de humo, multiplicándose en mil, al horizonte de su ruta, avisándose entre sí toda la comarca.

Aunque las veredas indígenas para venir hasta el río Colorado se remontan a la noche de los tiempos, son senderos de las naciones originales trajinados por los exploradores: Albar Núñez Cabeza de Vaca, Fray Marcos de Niza, Francisco Vázquez de Coronado, Melchor Díaz y Juan de Oñate; veredas misionales de evangelización trilladas por Eusebio Francisco Kino, Jacobo Sedelmayer y Hermenegildo Garcés con Juan Bautista de Anza.

Así que ya en 1821, empezando el México Independiente, eran conocidos tres caminos para ir por tierra a la California, viniendo del Real Presidio de San Pedro de la Conquista del Pitic (hoy Hermosillo): uno caminar sobre las riberas del río Sonora aproximándose al río Gila, para descender a la confluencia con el Colorado en el cruce yúmano; otro seguir corrientes del río Magdalena-Santa Ana- Altar internándose al gran desierto, prosiguiendo el “Camino del Diablo” hasta con los yumas-Quechan y el tercero es ir por el “Camino del Mesteño”, costeando el Mar de Cortés para cruzar el Colorado, cerca de su de desemboque.

Referencia: libro Puerto Isabel. E-mail: federicoiglesias50@gmail.com

Alerta en las Etnias


Tenían bien ganada su fama de sanguinarios los nativos del río Colorado; la verdad es que cada tribu defendía su antiquísimo derecho de dominio territorial.

Sobre este antiguo noroeste mexicano permanecen descendientes originales de: Alchedomas, Hoabonamas, y quiquimas del delta; igualmente, ahora conocidas las naciones: Pápago, Pima, Cocomaricopa, Quechan, Mojave, Yavapai, Pai Pai, Kumiai y los Cucapah, “Gente del río”, su lengua identificada en el tronco Uto-Azteca, investigadores etnólogos los clasifican descendientes de la cultura de los Anazasi.

Dichos grupos aún consideran como propiedad las serranías con sus plantas, animales y aves; los ríos y estanques con sus peces, castores y tules. Las naciones originales marcaban líneas de frontera desde donde la naturaleza contenía parte de su alimento y dentro de aquella tierra, bajo la extensión de la bóveda celeste, con el sol, frío, viento, calor, nubes entre las oquedades de las montañas; vivían su creencia que era donde reposaba el espíritu de sus dioses.

Conceptualización semejante tenían los Seris, Conca'ac, que significa "La gente" en su lengua; igual cosmogonía se atribuye a los Pimas que es una antigua etnia extendida en la Sierra Madre Occidental, aunque su nombre significa "no hay, "no existe", "no tengo", es muy probable que se les dio ése nombre, porque al responder a los misioneros "no entiendo", lo hacían con la palabra “Pima”.

Era peligroso transitar entre su territorio, muchos transeúntes -quienes vivieron para contarlo- desde época de la expansión española pudieron comprobar que tenían: “un gran corazón colaborativo”, “recia franqueza” pero “fiereza atroz”, misma característica de nativos habitantes de estas tierras, cuenca del Colorado; porque al primer paso, dado por un extraño entrando a sus confines, advertían que los indios tenían sus ojos, orejas y piel como escenario en centinelas puestos en la montañas y caminos, inmediatamente aparecía una circunferente fumarola de humo, multiplicándose en mil, al horizonte de su ruta, avisándose entre sí toda la comarca.

Aunque las veredas indígenas para venir hasta el río Colorado se remontan a la noche de los tiempos, son senderos de las naciones originales trajinados por los exploradores: Albar Núñez Cabeza de Vaca, Fray Marcos de Niza, Francisco Vázquez de Coronado, Melchor Díaz y Juan de Oñate; veredas misionales de evangelización trilladas por Eusebio Francisco Kino, Jacobo Sedelmayer y Hermenegildo Garcés con Juan Bautista de Anza.

Así que ya en 1821, empezando el México Independiente, eran conocidos tres caminos para ir por tierra a la California, viniendo del Real Presidio de San Pedro de la Conquista del Pitic (hoy Hermosillo): uno caminar sobre las riberas del río Sonora aproximándose al río Gila, para descender a la confluencia con el Colorado en el cruce yúmano; otro seguir corrientes del río Magdalena-Santa Ana- Altar internándose al gran desierto, prosiguiendo el “Camino del Diablo” hasta con los yumas-Quechan y el tercero es ir por el “Camino del Mesteño”, costeando el Mar de Cortés para cruzar el Colorado, cerca de su de desemboque.

Referencia: libro Puerto Isabel. E-mail: federicoiglesias50@gmail.com