/ viernes 13 de diciembre de 2019

Amat Cucapah

Frente a retos del Tiempo


Quienes supieron lo dicho por don Guillermo Andrade a Cipriano Domínguez, cuando le comunicó: medidos están los confines de 2, 500 hectáreas a nombre de Rafael Andrade (h). Tú dispón de tierra para vecindario, desmonta el desierto desde la mojonera 204 al río y aprovecha la selva sobre el delta hasta el cerro del Centinela; siembren, formen corrales, ocupen la extensión.

Era interés de Andrade, el negocio de los títulos de propiedad; cumplía al gobierno mexicano con la obligación de “explotar y colonizar tierras”; por eso permitía trabajar y vivir en sus terrenos, amparando dominio de concesionario.

En la ciudad de Hermosillo, Sonora, con fecha viernes 2 de octubre de 1883, el periódico oficial “La Constitución” hizo públicos los títulos de propiedad manifestando la extensión de 2, 500 hectáreas con el nombre de “Terreno El Monumento” a favor de Rafael Andrade (h), ¿hijo de Guillermo Andrade?, ubicado en la frontera sonorense con Arizona, junto al río Colorado. Rafael Andrade no residió en esta zona que acreditaba el título referido.

Fracasada la explotación del cáñamo silvestre en Colonia Lerdo durante 1877; desde el principio entusiasmó a las familias de las corrientes bajas del Colorado, el ofrecimiento para cultivar estas tierras fuera del alcance salino de las mareas; porque estarían más cerca de Yuma, convertida en centro de abastecimiento comercial, eficiente comunicación por correo y el ferrocarril superando la demanda de transporte rápido y seguro; por lo que la navegación sobre el bajo Colorado casi desapareció.

Por ello, a invitación de don Cipriano Domínguez desde Gridiron Town, Ogden, La Salada y Lerdo llegaron las familias: Loroña, Osuna, Domínguez, Castro, Martínez entrando al “Terreno El Monumento” en 1880, sembrando desmontes; aunque Ellos nunca abandonaron sus antiguos ranchos, acrecentaron sus haberes de posesión, hasta la deforme pirámide (monumento) de lámina alta y lisa existente en lindero mexicano, al sur del campamento Gadsden.

Por cierto que algunos años fue visible el mojón junto a Puerto Hambre, indicando el límite internacional a cinco leguas de distancia (20 km.) del desemboque del río Colorado; cuando se acordaron los Tratados de Guadalupe Hidalgo en 1848 y permaneció en 1853 durante la Venta de La Mesilla; pero ratificándose el primer acuerdo, fue reconocido que la unión de los ríos Gila y Colorado se unían a más 190 kilómetros al norte de la bocana y no a 20 km, donde a un brazo del Colorado, los norteamericanos confundían con el río Gila, por cartografía errónea de Robert Williams Hale Hardy. Esto fue un acierto del diputado sonorense Mariano Paredes, quien ante el congreso mexicano, demostró la confusión estadounidense, con claras intenciones de arrebatarnos la península de Baja California.

Así el comercio multiplicó sus mercancías, favoreciendo la venida de más pobladores y el Tata Cipriano importó productos en gran escala desde San Francisco, San Blas, Guaymas, Monterrey, La Laguna y Morelia; el esfuerzo unió la convivencia, perfilando la recia animosidad del carácter entusiasta, en este girón de la patria.

Referencia: libro Puerto Isabel E-mail:federicoiglesias50@gmail.com

Frente a retos del Tiempo


Quienes supieron lo dicho por don Guillermo Andrade a Cipriano Domínguez, cuando le comunicó: medidos están los confines de 2, 500 hectáreas a nombre de Rafael Andrade (h). Tú dispón de tierra para vecindario, desmonta el desierto desde la mojonera 204 al río y aprovecha la selva sobre el delta hasta el cerro del Centinela; siembren, formen corrales, ocupen la extensión.

Era interés de Andrade, el negocio de los títulos de propiedad; cumplía al gobierno mexicano con la obligación de “explotar y colonizar tierras”; por eso permitía trabajar y vivir en sus terrenos, amparando dominio de concesionario.

En la ciudad de Hermosillo, Sonora, con fecha viernes 2 de octubre de 1883, el periódico oficial “La Constitución” hizo públicos los títulos de propiedad manifestando la extensión de 2, 500 hectáreas con el nombre de “Terreno El Monumento” a favor de Rafael Andrade (h), ¿hijo de Guillermo Andrade?, ubicado en la frontera sonorense con Arizona, junto al río Colorado. Rafael Andrade no residió en esta zona que acreditaba el título referido.

Fracasada la explotación del cáñamo silvestre en Colonia Lerdo durante 1877; desde el principio entusiasmó a las familias de las corrientes bajas del Colorado, el ofrecimiento para cultivar estas tierras fuera del alcance salino de las mareas; porque estarían más cerca de Yuma, convertida en centro de abastecimiento comercial, eficiente comunicación por correo y el ferrocarril superando la demanda de transporte rápido y seguro; por lo que la navegación sobre el bajo Colorado casi desapareció.

Por ello, a invitación de don Cipriano Domínguez desde Gridiron Town, Ogden, La Salada y Lerdo llegaron las familias: Loroña, Osuna, Domínguez, Castro, Martínez entrando al “Terreno El Monumento” en 1880, sembrando desmontes; aunque Ellos nunca abandonaron sus antiguos ranchos, acrecentaron sus haberes de posesión, hasta la deforme pirámide (monumento) de lámina alta y lisa existente en lindero mexicano, al sur del campamento Gadsden.

Por cierto que algunos años fue visible el mojón junto a Puerto Hambre, indicando el límite internacional a cinco leguas de distancia (20 km.) del desemboque del río Colorado; cuando se acordaron los Tratados de Guadalupe Hidalgo en 1848 y permaneció en 1853 durante la Venta de La Mesilla; pero ratificándose el primer acuerdo, fue reconocido que la unión de los ríos Gila y Colorado se unían a más 190 kilómetros al norte de la bocana y no a 20 km, donde a un brazo del Colorado, los norteamericanos confundían con el río Gila, por cartografía errónea de Robert Williams Hale Hardy. Esto fue un acierto del diputado sonorense Mariano Paredes, quien ante el congreso mexicano, demostró la confusión estadounidense, con claras intenciones de arrebatarnos la península de Baja California.

Así el comercio multiplicó sus mercancías, favoreciendo la venida de más pobladores y el Tata Cipriano importó productos en gran escala desde San Francisco, San Blas, Guaymas, Monterrey, La Laguna y Morelia; el esfuerzo unió la convivencia, perfilando la recia animosidad del carácter entusiasta, en este girón de la patria.

Referencia: libro Puerto Isabel E-mail:federicoiglesias50@gmail.com