/ viernes 10 de enero de 2020

Amat Cucapah

Huellas al Paso en Terreno


De veredas, senderos y caminos hablábamos como sobre la palma de la mano. Ahora no, pero; en aquel tiempo cualquiera -de quienes vivíamos aquí- te podía dar “santo y seña”, diciendo quién había pasado, con solo mirar el rastro.

Inconfundible quedaba a la vista en la tierra la pisada – de quien fuera a pie o montado- él y su bestia. Los estadounidenses siempre agarraban un paso así,… medio “pasguato”. Sííí sí, un andar muy disparejo.

_ ¿Nosotros? Nosotros, de prisa o despacio, llevábamos paso regular, tanteándole: Al trabajo, a la hora de comer y al temporal; el día lo dividíamos en el arreo, el descanso y la dormida; buscábamos próximos ranchos, antes de meterse el sol o sobre planos claros, altos desde donde divisar los escenarios del derredor.

Al parecer, la jornada de los naturales -bueno, al menos delos Cucapah- era de holgura, de reposo; por la orilla de las corrientes del río, avanzaban en grupos pequeños moviéndose dispersos, pero a la vez andaban juntos.

Como colectaban semillas, raíces y frutos, vivían por temporadas resguardándose en puntos diferentes de la misma región, por ello; su paso no tenía prisa, estaban en su casa; al ir, con rumbo, sobre los médanos del desierto circulaban en largas filas casi paralelas hombres, mujeres y niños todos revueltos. Los niños eran hijos de todos, de la etnia, por eso todos los alimentaban, cargaban, enseñaban y corregían.

Cuando algún Cucapah iba en misión se notaba en su braceo, la zancada larga y resuelta. Estos indios, igual todo lo que hacían, no parecían agitarse (ni en esfuerzo, ni en emoción); su cara rígida como una máscara no la movían para mirarnos; siempre estaban vigilantes, al tanto del acontecer en derredor, parecía percibir todo -tal como si en la piel tuvieran ojos- algo así que: Cuando los observa uno de cerca se les detectan movimientos ágiles e instantáneos en sus ojos, dominando completo el panorama, sin voltear su cabeza.

Su caminar en línea recta la abandonan, en espaciados tramos, dando marometas, como descansando, para después de ello continuar sobre sus plantas; quizá eso refleje todavía su instinto silvestre remarcando el rastro.

Famoso huellero fue Gustavo Cuevas, quien ostentando grado de capitán, estableció su campamento, desde 1916 en la línea frontera Sonora-Arizona; por lo que el juez Joe Arredondo, en enero de 1917 le pidió, ser guía en la búsqueda de los pilotos teniente coronel Harry G. Bishop y teniente W.A. Robertson, aviadores norteamericanos, de quienes su avión había caído en punto incierto del Golfo de Santa Clara.

En este incidente buscando los aviadores, fue reconocido Luis y Juan Domínguez Palma, ya que dieron rumbo preciso al Mayor Stokes y a Jack Hendricks en la partida exploratoria, con que corrigieron zonas de búsqueda.

Otro muy famoso huellero fue Eduardo (Tito Osuna), uno de los primeros comisarios de San Luis: 1920 -1939. Le apodaban “El Huellero”, pues resolvía difíciles casos con solo seguir rastro de malhechores.

Referencia: Libro Puerto Isabel. E-mail:federicoiglesias50@gmail.com

Huellas al Paso en Terreno


De veredas, senderos y caminos hablábamos como sobre la palma de la mano. Ahora no, pero; en aquel tiempo cualquiera -de quienes vivíamos aquí- te podía dar “santo y seña”, diciendo quién había pasado, con solo mirar el rastro.

Inconfundible quedaba a la vista en la tierra la pisada – de quien fuera a pie o montado- él y su bestia. Los estadounidenses siempre agarraban un paso así,… medio “pasguato”. Sííí sí, un andar muy disparejo.

_ ¿Nosotros? Nosotros, de prisa o despacio, llevábamos paso regular, tanteándole: Al trabajo, a la hora de comer y al temporal; el día lo dividíamos en el arreo, el descanso y la dormida; buscábamos próximos ranchos, antes de meterse el sol o sobre planos claros, altos desde donde divisar los escenarios del derredor.

Al parecer, la jornada de los naturales -bueno, al menos delos Cucapah- era de holgura, de reposo; por la orilla de las corrientes del río, avanzaban en grupos pequeños moviéndose dispersos, pero a la vez andaban juntos.

Como colectaban semillas, raíces y frutos, vivían por temporadas resguardándose en puntos diferentes de la misma región, por ello; su paso no tenía prisa, estaban en su casa; al ir, con rumbo, sobre los médanos del desierto circulaban en largas filas casi paralelas hombres, mujeres y niños todos revueltos. Los niños eran hijos de todos, de la etnia, por eso todos los alimentaban, cargaban, enseñaban y corregían.

Cuando algún Cucapah iba en misión se notaba en su braceo, la zancada larga y resuelta. Estos indios, igual todo lo que hacían, no parecían agitarse (ni en esfuerzo, ni en emoción); su cara rígida como una máscara no la movían para mirarnos; siempre estaban vigilantes, al tanto del acontecer en derredor, parecía percibir todo -tal como si en la piel tuvieran ojos- algo así que: Cuando los observa uno de cerca se les detectan movimientos ágiles e instantáneos en sus ojos, dominando completo el panorama, sin voltear su cabeza.

Su caminar en línea recta la abandonan, en espaciados tramos, dando marometas, como descansando, para después de ello continuar sobre sus plantas; quizá eso refleje todavía su instinto silvestre remarcando el rastro.

Famoso huellero fue Gustavo Cuevas, quien ostentando grado de capitán, estableció su campamento, desde 1916 en la línea frontera Sonora-Arizona; por lo que el juez Joe Arredondo, en enero de 1917 le pidió, ser guía en la búsqueda de los pilotos teniente coronel Harry G. Bishop y teniente W.A. Robertson, aviadores norteamericanos, de quienes su avión había caído en punto incierto del Golfo de Santa Clara.

En este incidente buscando los aviadores, fue reconocido Luis y Juan Domínguez Palma, ya que dieron rumbo preciso al Mayor Stokes y a Jack Hendricks en la partida exploratoria, con que corrigieron zonas de búsqueda.

Otro muy famoso huellero fue Eduardo (Tito Osuna), uno de los primeros comisarios de San Luis: 1920 -1939. Le apodaban “El Huellero”, pues resolvía difíciles casos con solo seguir rastro de malhechores.

Referencia: Libro Puerto Isabel. E-mail:federicoiglesias50@gmail.com