/ viernes 26 de junio de 2020

AMAT CUCAPAH

Ohio: Asaltado por Cuchanos




Al menos con vida avanzó James Ohio Pattie, guiando sus compañeros, huyendo sobre paredones corriente abajo del Río Colorado, atinando llegar con los cucapah, quienes los auxiliaron.

Pattie, acampando 16 millas abajo por junta de los ríos Gila y Colorado, fue atacado encima de una tormenta la noche del 1 de diciembre de 1827, en medio de ciega oscuridad, entre ventarrones, relámpagos y truenos de lluvia; entre ensordecedores alaridos atemorizantes los apodados “Pipí Cuchanos” les robaron sus caballos, lanchas, arreos, enseres y provisiones.

Llegaron espantados y los cucapah lo primero que ofrecieron fue comida y sombra bajo ramada donde aliviaran sus heridas; Pattie observó a esta nación notoriamente diferentes a las otras: Su manera de llevar el cabello con alto copete y abultado molote amarrado con pañuelo sobre la cabeza, llevan casi rasurado el derredor del casco, sobresaliendo el molote sobre el cráneo.

Se miran en promedio de 6 pies y 3 pulgadas de estatura, lucen robustos, con piel oscura, completamente desnudos; desde la tarde los jóvenes en dos bandos juegan a meter una pequeña argolla tejida de raíz a un canasto puesto en el suelo, como meta del contrario, mientras las mujeres cocinan piezas de la cacería del día, traídas por adultos; ya oscuras, sentados rodeando una fogata, invitaron entre ellos a los refugiados a fumar tabaco en pipa, al absorber entrecierran los ojos, parecen compartir simbólica amistad religiosa como si realmente fuera una mística ceremonia, en el ritual de fumar percibimos hálito místico, con lo que se adivinaba creencia en la existencia a un maestro de la vida o adoración a un supremo espíritu.

Sus armas son muy semejantes a las usadas por otros indígenas de la región. Llevan una especie de mazo (rama terminada en bola) de 6 pies de largo, hecho de una resistente pero elástica clase de madera que los españoles llaman “tornio” (mezquite tornillo), ellos los pulen con una roca, llevan de casi la mitad de sus estatura arcos con que lanzan sus flechas, formadas de una paja resistente, llevan al final un pie de dura madera de una longitud igual que sus mazos con una piedra puntiaguda en la punta de la flecha.

Como a estos cazadores les fueron robados sus caballos casi 100 millas río arriba, les urgía encontrar contacto con gente de la civilización por su necesidad de transporte para regresar a su hogar en Kentucky, así que informados que en la costa del Pacífico ocasionalmente anclaban barcos, este grupo pidió ayuda para cruzar el Río Colorado, desde la orilla sonorense de la Mesa Arenosa en que termina el desierto con el río.

Fueron trasladados conducidos con sus hermanos de la nación Cucapah a Baja California, quienes consultarían con los ancianos poder atender el auxilio, pedido por los refugiados para ser llevados a San Diego.

Referencia: Libro Puerto Isabel

E-mail: federicoiglesias50@gmail. com

Ohio: Asaltado por Cuchanos




Al menos con vida avanzó James Ohio Pattie, guiando sus compañeros, huyendo sobre paredones corriente abajo del Río Colorado, atinando llegar con los cucapah, quienes los auxiliaron.

Pattie, acampando 16 millas abajo por junta de los ríos Gila y Colorado, fue atacado encima de una tormenta la noche del 1 de diciembre de 1827, en medio de ciega oscuridad, entre ventarrones, relámpagos y truenos de lluvia; entre ensordecedores alaridos atemorizantes los apodados “Pipí Cuchanos” les robaron sus caballos, lanchas, arreos, enseres y provisiones.

Llegaron espantados y los cucapah lo primero que ofrecieron fue comida y sombra bajo ramada donde aliviaran sus heridas; Pattie observó a esta nación notoriamente diferentes a las otras: Su manera de llevar el cabello con alto copete y abultado molote amarrado con pañuelo sobre la cabeza, llevan casi rasurado el derredor del casco, sobresaliendo el molote sobre el cráneo.

Se miran en promedio de 6 pies y 3 pulgadas de estatura, lucen robustos, con piel oscura, completamente desnudos; desde la tarde los jóvenes en dos bandos juegan a meter una pequeña argolla tejida de raíz a un canasto puesto en el suelo, como meta del contrario, mientras las mujeres cocinan piezas de la cacería del día, traídas por adultos; ya oscuras, sentados rodeando una fogata, invitaron entre ellos a los refugiados a fumar tabaco en pipa, al absorber entrecierran los ojos, parecen compartir simbólica amistad religiosa como si realmente fuera una mística ceremonia, en el ritual de fumar percibimos hálito místico, con lo que se adivinaba creencia en la existencia a un maestro de la vida o adoración a un supremo espíritu.

Sus armas son muy semejantes a las usadas por otros indígenas de la región. Llevan una especie de mazo (rama terminada en bola) de 6 pies de largo, hecho de una resistente pero elástica clase de madera que los españoles llaman “tornio” (mezquite tornillo), ellos los pulen con una roca, llevan de casi la mitad de sus estatura arcos con que lanzan sus flechas, formadas de una paja resistente, llevan al final un pie de dura madera de una longitud igual que sus mazos con una piedra puntiaguda en la punta de la flecha.

Como a estos cazadores les fueron robados sus caballos casi 100 millas río arriba, les urgía encontrar contacto con gente de la civilización por su necesidad de transporte para regresar a su hogar en Kentucky, así que informados que en la costa del Pacífico ocasionalmente anclaban barcos, este grupo pidió ayuda para cruzar el Río Colorado, desde la orilla sonorense de la Mesa Arenosa en que termina el desierto con el río.

Fueron trasladados conducidos con sus hermanos de la nación Cucapah a Baja California, quienes consultarían con los ancianos poder atender el auxilio, pedido por los refugiados para ser llevados a San Diego.

Referencia: Libro Puerto Isabel

E-mail: federicoiglesias50@gmail. com