/ viernes 4 de septiembre de 2020

Amat Cucapah

Hombre-pájaro, ¿Mothman?



Un militar, desde su bolsa de dormir próximo a mí, ante fuerte ventarronazo en agitadas oleadas -levantando la cara- vio lo mismo que yo y oímos agudo silbido metálico, como ese sonido de güilotas en vuelo.

Frente a mí, tupidas ramas del frondoso mezquite se hundieron hasta tocar el polvo desértico, descendiendo sobre ellas un pájaro del tamaño humano; con brazos terminando en manos, largas alas sobre su espalda, abultado pico sobre la cara y dejando ver sin cuello unas orejas puntiagudas, hasta donde llegaban alargadas cuencas de ojos centelleantes; su cuerpo cubierto totalmente de pelo, delineaba extremidades con piernas, rodillas y pantorrillas terminando en patas, como garras de águila.

Inmediatamente, ese pájaro continuó impulsándose a vuelo, iluminada su espalda por la tenue claridad de la madrugada, meció sus alas extendidas, viéndose en lejana distancia, saliendo el sol a mitad de agosto.

Seguros de estar lejos ese pájaro, mis compañeros de pelotón como soldados de tropa, puestos de pie se atropellaban al hablar en precipitada sorpresa y a gritos preguntaban: “¿Vieron eso? ¿Qué era? ¿No nos vio? ¿Cómo llegó? ¿Hacia dónde fue?”, respondimos describiendo quienes lo miramos de frente.

Fue incidente único del verano -frontera por medio-, caminando paralelos a colegas extranjeros, seguíamos huellas, persiguiendo unos “mañosos” desde Sásabe; revisamos el cerro del Sombreretillo junto a San Juan de Tubutama, cateamos ranchos del Plomo, la Nariz bordeando Sonoyta hasta Tinajas Altas, junto a La Joyita.

Ayer suspendimos, cuando la oscuridad impidió ver; el sargento ordenó acampar, pernoctamos distribuidos, bajo copas protectoras de tres mezquites aledaños; de madrugada ahí vimos al hombre-pájaro.

Hoy, con luz de la mañana, viendo el alambrado de frontera reanudamos nuestra responsabilidad al poniente siguiendo huellas. Fue cuando a menos de 1 kilómetro militares extranjeros venían desbocados corriendo sobre su territorio hacia nosotros y entre ellos los “mañosos” confundidos, rebasándoles con rapidez, todos salvando la vida.

Ante esto, el aturdimiento nos paralizó convertidos en piedra, mudos con terrorífico espanto, viendo el pájaro sobrevolando encima de ellos, al ras de sus cabezas, aquel gigantesco engendro venía a nosotros de frente, inmóviles no disparamos un solo tiro. Yo le vi la cara con boca de pico, refulgente par de grandes ojos largos con fuego, unidos hasta las orejas. Pasó sobre nosotros entrando al infinito, quedándose en mito.

Aunque en temporada-cacería de patos 2018, lo vio Victor Romero junto al puente del FFCC, Km 57.

E-mail: federicoiglesias50@gmail.com

Hombre-pájaro, ¿Mothman?



Un militar, desde su bolsa de dormir próximo a mí, ante fuerte ventarronazo en agitadas oleadas -levantando la cara- vio lo mismo que yo y oímos agudo silbido metálico, como ese sonido de güilotas en vuelo.

Frente a mí, tupidas ramas del frondoso mezquite se hundieron hasta tocar el polvo desértico, descendiendo sobre ellas un pájaro del tamaño humano; con brazos terminando en manos, largas alas sobre su espalda, abultado pico sobre la cara y dejando ver sin cuello unas orejas puntiagudas, hasta donde llegaban alargadas cuencas de ojos centelleantes; su cuerpo cubierto totalmente de pelo, delineaba extremidades con piernas, rodillas y pantorrillas terminando en patas, como garras de águila.

Inmediatamente, ese pájaro continuó impulsándose a vuelo, iluminada su espalda por la tenue claridad de la madrugada, meció sus alas extendidas, viéndose en lejana distancia, saliendo el sol a mitad de agosto.

Seguros de estar lejos ese pájaro, mis compañeros de pelotón como soldados de tropa, puestos de pie se atropellaban al hablar en precipitada sorpresa y a gritos preguntaban: “¿Vieron eso? ¿Qué era? ¿No nos vio? ¿Cómo llegó? ¿Hacia dónde fue?”, respondimos describiendo quienes lo miramos de frente.

Fue incidente único del verano -frontera por medio-, caminando paralelos a colegas extranjeros, seguíamos huellas, persiguiendo unos “mañosos” desde Sásabe; revisamos el cerro del Sombreretillo junto a San Juan de Tubutama, cateamos ranchos del Plomo, la Nariz bordeando Sonoyta hasta Tinajas Altas, junto a La Joyita.

Ayer suspendimos, cuando la oscuridad impidió ver; el sargento ordenó acampar, pernoctamos distribuidos, bajo copas protectoras de tres mezquites aledaños; de madrugada ahí vimos al hombre-pájaro.

Hoy, con luz de la mañana, viendo el alambrado de frontera reanudamos nuestra responsabilidad al poniente siguiendo huellas. Fue cuando a menos de 1 kilómetro militares extranjeros venían desbocados corriendo sobre su territorio hacia nosotros y entre ellos los “mañosos” confundidos, rebasándoles con rapidez, todos salvando la vida.

Ante esto, el aturdimiento nos paralizó convertidos en piedra, mudos con terrorífico espanto, viendo el pájaro sobrevolando encima de ellos, al ras de sus cabezas, aquel gigantesco engendro venía a nosotros de frente, inmóviles no disparamos un solo tiro. Yo le vi la cara con boca de pico, refulgente par de grandes ojos largos con fuego, unidos hasta las orejas. Pasó sobre nosotros entrando al infinito, quedándose en mito.

Aunque en temporada-cacería de patos 2018, lo vio Victor Romero junto al puente del FFCC, Km 57.

E-mail: federicoiglesias50@gmail.com