/ viernes 6 de noviembre de 2020

AMAT CUCAPAH

Ruta de inmigrantes



Viniendo del Sur, sobre trayecto al Desierto de Altar, andamos tramos sobre “Camino del Diablo”, donde nuestro espíritu oscila del colmo al agobio; acumulando cansancio debilita el ánimo, apurándonos la desesperanza.

Sufriendo mil calamidades desde Sonoydag, la Hacienda Santo Domingo nos despide como si fuera el “último adiós”, porque entramos al macizo pinacateño; todos llenamos de agua nuestros bules en fuente Quitovaquita, guareciéndonos entre casas de las cinco familias vecinas: Quiroz, Conde, López, Reina y Ortega, unos se regresan, somos pocos atrevidos desafiando la muerte en “Choclos Duros”, donde numerosos cerritos con forma de zapato hacen laberinto, desorientando la ruta.

Para continuar a “salvo”, el secreto es descubrir -sobre cima de la cordillera Oeste- la piedra del águila y hacia allá ir hasta el pie del claro, donde brota la montaña coronada por ensamble figurativo de un ave en piedra, parada al borde de pretil, con plumas en cola libre, su cabeza contorneada en perfilado pico, mantiene el cuerpo en actitud descansada.

Este “Puerto del Águila” es un “sal si puedes”, en su prolongada cordillera los ojos no ven y la mente no adivina la salida entre un callejón formado por lomas sobrepuestas conduciendo al valle del Batamote, con dos arroyos cuates siempre corriéndoles leves hilos de agua dulce; cuando crecen, obligan esperar hasta dos noches, haciéndonos comer pinole en agua y carne seca enchilosa.

Desde ahí se mira al ocaso la “Sierra del Viejo”, con peligrosas lomas madrigueras de alacranes y ya divisamos estar a 85 kilómetros para saciar la sed en el Río Colorado; reanimados llegamos a la Joya; es justo el llano para enderezar cargas, alinear recua de burros y mulas; como si presintiéramos un futuro infortunio, al decidir: Continuamos sobre faldas montañosas de Tinajas Altas con agua, ruta prolongada hasta río Gila, luego seguir corriente abajo hasta el Colorado o por el atajo avanzar -sin agua- las pesadas y agobiantes dunas del capitán, con agua segura en Jailxquoac (“Laguna Prieta”).

Ante panorama ensañado en hacer la vida triste, “mejor es enderezar la trompa, porque viene lo peor”, sobre esas dunas huecas que nos hunde hasta la cintura, siempre nos castiga el “Arroyo del Zumbador” con latigazos de ventisca, cuando ya el cabresteo sobre la montura desencajó cada hueso. Y es el tétrico esqueleto de caballo, que por décadas muerto quedó tieso de pie atrapado entre cactus inmediatos, ya a 7 km del rancho de Da. Juana y a un paso del Río Colorado.

Referencia: Libro Puerto Isabel

E-mail: federicoiglesias50@gmail.com

Ruta de inmigrantes



Viniendo del Sur, sobre trayecto al Desierto de Altar, andamos tramos sobre “Camino del Diablo”, donde nuestro espíritu oscila del colmo al agobio; acumulando cansancio debilita el ánimo, apurándonos la desesperanza.

Sufriendo mil calamidades desde Sonoydag, la Hacienda Santo Domingo nos despide como si fuera el “último adiós”, porque entramos al macizo pinacateño; todos llenamos de agua nuestros bules en fuente Quitovaquita, guareciéndonos entre casas de las cinco familias vecinas: Quiroz, Conde, López, Reina y Ortega, unos se regresan, somos pocos atrevidos desafiando la muerte en “Choclos Duros”, donde numerosos cerritos con forma de zapato hacen laberinto, desorientando la ruta.

Para continuar a “salvo”, el secreto es descubrir -sobre cima de la cordillera Oeste- la piedra del águila y hacia allá ir hasta el pie del claro, donde brota la montaña coronada por ensamble figurativo de un ave en piedra, parada al borde de pretil, con plumas en cola libre, su cabeza contorneada en perfilado pico, mantiene el cuerpo en actitud descansada.

Este “Puerto del Águila” es un “sal si puedes”, en su prolongada cordillera los ojos no ven y la mente no adivina la salida entre un callejón formado por lomas sobrepuestas conduciendo al valle del Batamote, con dos arroyos cuates siempre corriéndoles leves hilos de agua dulce; cuando crecen, obligan esperar hasta dos noches, haciéndonos comer pinole en agua y carne seca enchilosa.

Desde ahí se mira al ocaso la “Sierra del Viejo”, con peligrosas lomas madrigueras de alacranes y ya divisamos estar a 85 kilómetros para saciar la sed en el Río Colorado; reanimados llegamos a la Joya; es justo el llano para enderezar cargas, alinear recua de burros y mulas; como si presintiéramos un futuro infortunio, al decidir: Continuamos sobre faldas montañosas de Tinajas Altas con agua, ruta prolongada hasta río Gila, luego seguir corriente abajo hasta el Colorado o por el atajo avanzar -sin agua- las pesadas y agobiantes dunas del capitán, con agua segura en Jailxquoac (“Laguna Prieta”).

Ante panorama ensañado en hacer la vida triste, “mejor es enderezar la trompa, porque viene lo peor”, sobre esas dunas huecas que nos hunde hasta la cintura, siempre nos castiga el “Arroyo del Zumbador” con latigazos de ventisca, cuando ya el cabresteo sobre la montura desencajó cada hueso. Y es el tétrico esqueleto de caballo, que por décadas muerto quedó tieso de pie atrapado entre cactus inmediatos, ya a 7 km del rancho de Da. Juana y a un paso del Río Colorado.

Referencia: Libro Puerto Isabel

E-mail: federicoiglesias50@gmail.com