/ viernes 20 de noviembre de 2020

AMAT CUCAPAH

Camellos a Rancho Andrade



Inesperadamente -madrugada febrerina, 1883- una chamuchina con sus papás llegó al rancho preguntando: “¿Ya llegaron los camellos?”, cierto, esperaban gentes, pero “montando camellos”, ¡no!

¿Cómo supo la gente del bajo Colorado? Sí, unos mexicanos bajando del ferrocarril en Yuma vendrían a Rancho Andrade midiendo terrenos y hablar con don Cipriano Domínguez, frontera sonorense; muy extraño que: Muchachos de Gridiron afirmaran que llegarían montando camellos.

Despiertos todos e invitados con jarro de café y tortillas con queso en la panza rompieron ayuno, dedicándose a quehaceres del rancho: Ordeñar vacas, reforzar corrales, deshierbar siembras, encalar la casa como indicaba la “nana” María de Jesús y empezó “tío Chema” “matanza del cochi”, mientras los visitantes llegaban; ya desocupada la ociosa “plebada”, trepando carretas y caballos, tomaron camino rumbo al Norte, donde estaba una “campana de lámina”, la cual un día se llevaron los güeros y ahora es solo un montón de piedras marcando frontera, entre canutillo chaparro.

A mediodía avistan cuatro jinetes; el “Tata Cipriano”, adelantándose muy al frente, el grupo esperó a distancia. Ellos eran dos catrines montados sobre altos camellos con gigantescas jorobas de largo pescuezo, siempre moviendo quijadas; iban dos chalanes guiando carretas, cada una halada por seis caballos, una llevando herramienta; la otra cargando aparatos científicos; un catrín era Eduardo Andrade; el otro llamado ingeniero García Conde; parecía que los camellantes venían “soldados” al asiento, ya que no saludaron de mano, ni abrazo, porque si bajaban, ¿después para subirse?

Apalabraron asuntos con el “Tata”, la medición quedó de 2,500 hectáreas, llamado “Terreno El Monumento”; haciendo señas… !Vvveeenngan!... Con sombrero a la “chachina” al instante llegaron, perdiendo la reunión compostura, porque los camellos educados saludaban de mano, reían pelando los dientes y zurrando bailaban asustando sus jinetes; alarma llegó cuando la bulla pasaba corriendo entre piernas de las bestias.

Avergonzados, los papás gritaban a sus hijos: “¡Quítate! ¡Sal de ahí!”, hasta que cayeron los catrines; comedidamente fueron levantados, sacudidos y amables invitados a la “fiesta”, donde entre risas y chistes vino a memoria el Camel Military Corporation en la Guerra Civil Estadounidense, cuando formaron un escuadrón de camellos egipcios, pero por “hediondos” nadie amistaba a los soldados. Avanzados los 1880’s, algunos camellos fueron usados en viajes de placer entre Winterhave y Gadsden. Arizona les construyó monumento con esbelto camello próximo a Quarzsite, pero aquí en la fiesta nadie cruzó más del saludo con sus apestosos jinetes.


federicoiglesias50@gmail.com

Camellos a Rancho Andrade



Inesperadamente -madrugada febrerina, 1883- una chamuchina con sus papás llegó al rancho preguntando: “¿Ya llegaron los camellos?”, cierto, esperaban gentes, pero “montando camellos”, ¡no!

¿Cómo supo la gente del bajo Colorado? Sí, unos mexicanos bajando del ferrocarril en Yuma vendrían a Rancho Andrade midiendo terrenos y hablar con don Cipriano Domínguez, frontera sonorense; muy extraño que: Muchachos de Gridiron afirmaran que llegarían montando camellos.

Despiertos todos e invitados con jarro de café y tortillas con queso en la panza rompieron ayuno, dedicándose a quehaceres del rancho: Ordeñar vacas, reforzar corrales, deshierbar siembras, encalar la casa como indicaba la “nana” María de Jesús y empezó “tío Chema” “matanza del cochi”, mientras los visitantes llegaban; ya desocupada la ociosa “plebada”, trepando carretas y caballos, tomaron camino rumbo al Norte, donde estaba una “campana de lámina”, la cual un día se llevaron los güeros y ahora es solo un montón de piedras marcando frontera, entre canutillo chaparro.

A mediodía avistan cuatro jinetes; el “Tata Cipriano”, adelantándose muy al frente, el grupo esperó a distancia. Ellos eran dos catrines montados sobre altos camellos con gigantescas jorobas de largo pescuezo, siempre moviendo quijadas; iban dos chalanes guiando carretas, cada una halada por seis caballos, una llevando herramienta; la otra cargando aparatos científicos; un catrín era Eduardo Andrade; el otro llamado ingeniero García Conde; parecía que los camellantes venían “soldados” al asiento, ya que no saludaron de mano, ni abrazo, porque si bajaban, ¿después para subirse?

Apalabraron asuntos con el “Tata”, la medición quedó de 2,500 hectáreas, llamado “Terreno El Monumento”; haciendo señas… !Vvveeenngan!... Con sombrero a la “chachina” al instante llegaron, perdiendo la reunión compostura, porque los camellos educados saludaban de mano, reían pelando los dientes y zurrando bailaban asustando sus jinetes; alarma llegó cuando la bulla pasaba corriendo entre piernas de las bestias.

Avergonzados, los papás gritaban a sus hijos: “¡Quítate! ¡Sal de ahí!”, hasta que cayeron los catrines; comedidamente fueron levantados, sacudidos y amables invitados a la “fiesta”, donde entre risas y chistes vino a memoria el Camel Military Corporation en la Guerra Civil Estadounidense, cuando formaron un escuadrón de camellos egipcios, pero por “hediondos” nadie amistaba a los soldados. Avanzados los 1880’s, algunos camellos fueron usados en viajes de placer entre Winterhave y Gadsden. Arizona les construyó monumento con esbelto camello próximo a Quarzsite, pero aquí en la fiesta nadie cruzó más del saludo con sus apestosos jinetes.


federicoiglesias50@gmail.com