/ viernes 5 de marzo de 2021

AMAT CUCAPAH

¿Tienen calor? ¡Al río!




Desde 1942, redoblando “Diana”: 5 am., los domingos saltábamos de la cama en San Luis. La Banda de Guerra del sargento Álvarez recordaba puntualidad: 6 am., en cuartel a conscriptos.

Sonaban “Escoleta” 12 cornetas, 12 tambores, comandante y clarín de órdenes al instituirse el Servicio Militar Nacional obligatorio desde agosto. Era adiestramiento militar, organizado en pelotones, secciones y divisiones con grados: Soldado, cabo, sargento, subteniente, teniente y capitán. Eran grados de autoridad tomados muy seriamente, hasta en juegos callejeros; tan así, que Luís García en el SMN era cabo y acá en mercado “San Rafael” se sentía “autoridad”, era cargador pero a “empleados de mostrador”, siendo soldados conscriptos, en la tienda los “mandaba”; lo mismo Benito Muñoz, era teniente y su papá regidor, jefe de Obras Públicas del ayuntamiento, pues en cabildo Benito empezó a dar órdenes de trabajo, sin embargo Ubaldo Villegas siempre fue peón y rey.

En las jornadas siempre usamos rifle reglamentario, pulido todo en madera, logramos habilidades militares estratégicas para defensa, fuga y ataque: Avanzar arrastrándonos pecho a tierra sobre mégano, lodazales, rodando laderas o subiéndolas; saltos y carreras con velocidad de todo tipo, sin caerse boina (cuartelera) de la cabeza, porque si caía la boina o rifle o tumban obstáculo, ameritaba “orden de arresto”, que cumplían haciendo guardia hasta 6 am. del lunes en cuartel, en recorridos vigilando cantinas del Zumbido, encarcelando borrachos.

Todavía en 1962, los conscriptos -en todo lugar- eran ejemplo de orden, disciplina, respeto, parecían adiestrados para la guerra; fue como a José de Jesús Medina, no le costó dificultad adaptarse a cualquier ambiente, fue acólito en la Inmaculada con el P. Pedro Pérez; estudió en escuela “Abelardo”, exigido por el gran Prof. Horacio Pompa Lizárraga; educación vial con Ramón Cruz, por eso fue ayudante del sargento Santos, seleccionado por capitán Malpica, autoridad en conscriptos.

Malpica, como toda la gente de antes, con la pura mirada ordenaba; así que, después de correr, saltar, rodar y enlodarnos en práctica militar, cuando ya cansados nos preguntaba: “¿Tienen calor?”. Respondíamos: “¡Síii!”. Replicaba: “¡Paso veloz! ¡Al río, patos!”. Corríamos -repegados a la frontera- viejo camino a las pangas. Entrabamos a orilla del Colorado 50 metros, saliendo rifle en nuca sin mojarlo. ¡So pena de arresto!

Regresando deponíamos rifles en arsenal, formados frente al cuartel, esperando órdenes: “¡Atención, romper formación!” y el “¡Ya!”, era: “¡No se van hasta que se acaben las quinientas tortas! Quien se fugue, lo sacaremos esposado y con grilletes donde le encontremos”.

R: SanJuanaRodríguezG.

federicoiglesias50@gmail.com

¿Tienen calor? ¡Al río!




Desde 1942, redoblando “Diana”: 5 am., los domingos saltábamos de la cama en San Luis. La Banda de Guerra del sargento Álvarez recordaba puntualidad: 6 am., en cuartel a conscriptos.

Sonaban “Escoleta” 12 cornetas, 12 tambores, comandante y clarín de órdenes al instituirse el Servicio Militar Nacional obligatorio desde agosto. Era adiestramiento militar, organizado en pelotones, secciones y divisiones con grados: Soldado, cabo, sargento, subteniente, teniente y capitán. Eran grados de autoridad tomados muy seriamente, hasta en juegos callejeros; tan así, que Luís García en el SMN era cabo y acá en mercado “San Rafael” se sentía “autoridad”, era cargador pero a “empleados de mostrador”, siendo soldados conscriptos, en la tienda los “mandaba”; lo mismo Benito Muñoz, era teniente y su papá regidor, jefe de Obras Públicas del ayuntamiento, pues en cabildo Benito empezó a dar órdenes de trabajo, sin embargo Ubaldo Villegas siempre fue peón y rey.

En las jornadas siempre usamos rifle reglamentario, pulido todo en madera, logramos habilidades militares estratégicas para defensa, fuga y ataque: Avanzar arrastrándonos pecho a tierra sobre mégano, lodazales, rodando laderas o subiéndolas; saltos y carreras con velocidad de todo tipo, sin caerse boina (cuartelera) de la cabeza, porque si caía la boina o rifle o tumban obstáculo, ameritaba “orden de arresto”, que cumplían haciendo guardia hasta 6 am. del lunes en cuartel, en recorridos vigilando cantinas del Zumbido, encarcelando borrachos.

Todavía en 1962, los conscriptos -en todo lugar- eran ejemplo de orden, disciplina, respeto, parecían adiestrados para la guerra; fue como a José de Jesús Medina, no le costó dificultad adaptarse a cualquier ambiente, fue acólito en la Inmaculada con el P. Pedro Pérez; estudió en escuela “Abelardo”, exigido por el gran Prof. Horacio Pompa Lizárraga; educación vial con Ramón Cruz, por eso fue ayudante del sargento Santos, seleccionado por capitán Malpica, autoridad en conscriptos.

Malpica, como toda la gente de antes, con la pura mirada ordenaba; así que, después de correr, saltar, rodar y enlodarnos en práctica militar, cuando ya cansados nos preguntaba: “¿Tienen calor?”. Respondíamos: “¡Síii!”. Replicaba: “¡Paso veloz! ¡Al río, patos!”. Corríamos -repegados a la frontera- viejo camino a las pangas. Entrabamos a orilla del Colorado 50 metros, saliendo rifle en nuca sin mojarlo. ¡So pena de arresto!

Regresando deponíamos rifles en arsenal, formados frente al cuartel, esperando órdenes: “¡Atención, romper formación!” y el “¡Ya!”, era: “¡No se van hasta que se acaben las quinientas tortas! Quien se fugue, lo sacaremos esposado y con grilletes donde le encontremos”.

R: SanJuanaRodríguezG.

federicoiglesias50@gmail.com