/ viernes 15 de noviembre de 2019

Comunidad y Familia

LA DISCIPLINA ES EL CAMINO A LA VIDA PLENA


Recuerdo la ocasión cuando me encontré con una amiga en un local de comida rápida, su pequeño hijo resaltaba entre todos los que se encontraban en el área de juegos porque era el que más gritaba, corría por todos lados, empujaba a los otros niños y los agredía con coraje. Mi amiga me miró muy apenada y me dijo: no sé qué hacer con mi hijo para que se comporte bien fuera de casa. Yo le contesté: amiga, creo que necesitas disciplinarlo, para que sepa cómo quieres que se comporte en público. Ella abrió los ojos y con un expresión de lastima me dijo: ¿Cómo quieres que yo discipline a mi hijo? ¡Pobrecito, no tiene papá! ¿Cómo lo voy a disciplinar?

En realidad esta es la idea de muchas mujeres que son jefas de familia, creen que la disciplina es una responsabilidad que recae solo en el padre, y cuando este no participa en la vida de sus hijos, ellas prefieren no ser las malas de la película, con tal de no herir los sentimientos de ellos. No hay nada más equivocado que esta postura, ya que la responsabilidad de disciplinar a los hijos e hijas, también incluye a la mamá, esté o no acompañada en esta tarea. Muchas personas tienen un concepto equivocado o limitado de los que es la disciplina, algunos la relacionan con los castigos o sanciones; otros, ven la disciplina como un mecanismo para controlar y limitar a los pequeños de la casa.

La palabra “disciplina” no está́ limitada al contexto de la confrontación, ni al de la corrección. Más bien, la disciplina es un proceso de instrucción para que nuestros hijos e hijas sean enseñados a tener conducta responsable y dominio propio. Este proceso de instrucción incluye el establecimiento de reglas, el cumplimiento de tareas, la corrección y la confrontación, que no siempre es sencillo, sobre todo con los varoncitos; pero es algo que si se atiende desde temprana edad, los llevara por el buen camino y les evitara muchos tropiezos. Para ello, los padres necesitan ponerse de acuerdo en la forma en cómo van a interiorizar los principios y normas de conducta que se establecerán en su casa, para que ambos padres estén pendientes de darle seguimiento al comportamiento de sus hijos, de manera permanente y aun cuando ellos estén grandes. Este mismo principio aplica cuando solo la mama es la que está al cuidado de la familia, con más razón, debe enseñarlos y conducirlos en disciplina para que más adelante se evite muchos dolores de cabeza. Realmente los niños necesitan ser enseñados para ser auto-disciplinados y que tengan una conducta responsable y mesurada. Ellos necesitan ayuda para aprender cómo manejar los desafíos y las obligaciones de la vida. Ellos deben aprender el arte del auto-control. Un niño que no aprende esto, será un adulto con muchos problemas de conducta que lo llevaran a destruir sus relaciones humanas y su salud emocional.

Los niños desde pequeños tienen la tendencia natural a desafiar la autoridad de sus padres o de aquellos que los cuidan. La manera en que los padres manejen estas situaciones va a determinar la naturaleza de su futura relación familiar, especialmente durante los años de la adolescencia, pero también cuando pasen a tener su propia familia podrían ser unos padres permisivos, sin la más mínima idea de cómo ayudar a sus propios hijos a ser personas equilibradas.

Debemos tener mucho cuidado de los peligros que hay al ejercer la disciplina sin amor, una disciplina opresiva y dura; que hacen mucho daño en las emociones y solo provocan en nuestros hijos la ira y la rebeldía. Hay padres que son muy rápidos para corregir pero toman muy poco tiempo para asegurarse de que sus hijos hayan entendido las instrucciones o las conductas que se esperan de ellos, solo atacan los síntomas pero no van a la raíz del problema. Aquí es necesario comunicarnos claramente con los pequeños y reforzar esos estándares de conducta que hemos establecido. Cuando un niño de voluntad firme cierra fuertemente sus puños y desafía a sus padres para que acepten sus reglas o decisiones. Él quiere saber dónde están los límites en su vida y quién está disponible para poner esos límites. Es como una lucha de poder, una lucha por el control de sus actos. Pero así como no le soltarías un cuchillo a un pequeño porque se haría daño, tampoco lo puedes dejar hacer lo que él quiera porque tarde que temprano su falta de dominio propio lo puede meter en muchos problemas.

Hay padres que son fríos, indiferentes y duros con sus hijos e hijas, que muy a menudo los dejan dañados de por vida, porque no fueron capaces de disciplinarlos de una manera equilibrada, o sea, no los disciplinaron con amor e instrucción, solo se dedicaron a castigar, y muchos lo hicieron de manera violenta. Personalmente, no creo en que los padres tengan que ser duros con sus hijos, más bien, comprensivos y firmes en cuanto al establecimiento de reglas y tareas que se deberán desarrollar en casa, en cuanto a los horarios de salidas y llegadas y en relación a los estándares de convivencia que apliquen a su edad. Los niños y niñas son increíblemente vulnerables al rechazo, al ridículo, a la crítica y al enojo en el hogar y ellos merecen crecer en un ambiente de seguridad, aceptación y amor, por ello, debemos ser muy cuidadosos de la manera en como los tratamos.

Nuestros hijos e hijas son como una arcilla en nuestras manos, en nosotros esta la responsabilidad de construir sus vidas con amor y paciencia, porque los padres que aman a sus hijos los disciplinan con diligencia.

Agradezco que hayas leído estas humildes reflexiones mi querido lector. Hasta la próxima!!

Agradezco tus comentarios y aportaciones.

LA DISCIPLINA ES EL CAMINO A LA VIDA PLENA


Recuerdo la ocasión cuando me encontré con una amiga en un local de comida rápida, su pequeño hijo resaltaba entre todos los que se encontraban en el área de juegos porque era el que más gritaba, corría por todos lados, empujaba a los otros niños y los agredía con coraje. Mi amiga me miró muy apenada y me dijo: no sé qué hacer con mi hijo para que se comporte bien fuera de casa. Yo le contesté: amiga, creo que necesitas disciplinarlo, para que sepa cómo quieres que se comporte en público. Ella abrió los ojos y con un expresión de lastima me dijo: ¿Cómo quieres que yo discipline a mi hijo? ¡Pobrecito, no tiene papá! ¿Cómo lo voy a disciplinar?

En realidad esta es la idea de muchas mujeres que son jefas de familia, creen que la disciplina es una responsabilidad que recae solo en el padre, y cuando este no participa en la vida de sus hijos, ellas prefieren no ser las malas de la película, con tal de no herir los sentimientos de ellos. No hay nada más equivocado que esta postura, ya que la responsabilidad de disciplinar a los hijos e hijas, también incluye a la mamá, esté o no acompañada en esta tarea. Muchas personas tienen un concepto equivocado o limitado de los que es la disciplina, algunos la relacionan con los castigos o sanciones; otros, ven la disciplina como un mecanismo para controlar y limitar a los pequeños de la casa.

La palabra “disciplina” no está́ limitada al contexto de la confrontación, ni al de la corrección. Más bien, la disciplina es un proceso de instrucción para que nuestros hijos e hijas sean enseñados a tener conducta responsable y dominio propio. Este proceso de instrucción incluye el establecimiento de reglas, el cumplimiento de tareas, la corrección y la confrontación, que no siempre es sencillo, sobre todo con los varoncitos; pero es algo que si se atiende desde temprana edad, los llevara por el buen camino y les evitara muchos tropiezos. Para ello, los padres necesitan ponerse de acuerdo en la forma en cómo van a interiorizar los principios y normas de conducta que se establecerán en su casa, para que ambos padres estén pendientes de darle seguimiento al comportamiento de sus hijos, de manera permanente y aun cuando ellos estén grandes. Este mismo principio aplica cuando solo la mama es la que está al cuidado de la familia, con más razón, debe enseñarlos y conducirlos en disciplina para que más adelante se evite muchos dolores de cabeza. Realmente los niños necesitan ser enseñados para ser auto-disciplinados y que tengan una conducta responsable y mesurada. Ellos necesitan ayuda para aprender cómo manejar los desafíos y las obligaciones de la vida. Ellos deben aprender el arte del auto-control. Un niño que no aprende esto, será un adulto con muchos problemas de conducta que lo llevaran a destruir sus relaciones humanas y su salud emocional.

Los niños desde pequeños tienen la tendencia natural a desafiar la autoridad de sus padres o de aquellos que los cuidan. La manera en que los padres manejen estas situaciones va a determinar la naturaleza de su futura relación familiar, especialmente durante los años de la adolescencia, pero también cuando pasen a tener su propia familia podrían ser unos padres permisivos, sin la más mínima idea de cómo ayudar a sus propios hijos a ser personas equilibradas.

Debemos tener mucho cuidado de los peligros que hay al ejercer la disciplina sin amor, una disciplina opresiva y dura; que hacen mucho daño en las emociones y solo provocan en nuestros hijos la ira y la rebeldía. Hay padres que son muy rápidos para corregir pero toman muy poco tiempo para asegurarse de que sus hijos hayan entendido las instrucciones o las conductas que se esperan de ellos, solo atacan los síntomas pero no van a la raíz del problema. Aquí es necesario comunicarnos claramente con los pequeños y reforzar esos estándares de conducta que hemos establecido. Cuando un niño de voluntad firme cierra fuertemente sus puños y desafía a sus padres para que acepten sus reglas o decisiones. Él quiere saber dónde están los límites en su vida y quién está disponible para poner esos límites. Es como una lucha de poder, una lucha por el control de sus actos. Pero así como no le soltarías un cuchillo a un pequeño porque se haría daño, tampoco lo puedes dejar hacer lo que él quiera porque tarde que temprano su falta de dominio propio lo puede meter en muchos problemas.

Hay padres que son fríos, indiferentes y duros con sus hijos e hijas, que muy a menudo los dejan dañados de por vida, porque no fueron capaces de disciplinarlos de una manera equilibrada, o sea, no los disciplinaron con amor e instrucción, solo se dedicaron a castigar, y muchos lo hicieron de manera violenta. Personalmente, no creo en que los padres tengan que ser duros con sus hijos, más bien, comprensivos y firmes en cuanto al establecimiento de reglas y tareas que se deberán desarrollar en casa, en cuanto a los horarios de salidas y llegadas y en relación a los estándares de convivencia que apliquen a su edad. Los niños y niñas son increíblemente vulnerables al rechazo, al ridículo, a la crítica y al enojo en el hogar y ellos merecen crecer en un ambiente de seguridad, aceptación y amor, por ello, debemos ser muy cuidadosos de la manera en como los tratamos.

Nuestros hijos e hijas son como una arcilla en nuestras manos, en nosotros esta la responsabilidad de construir sus vidas con amor y paciencia, porque los padres que aman a sus hijos los disciplinan con diligencia.

Agradezco que hayas leído estas humildes reflexiones mi querido lector. Hasta la próxima!!

Agradezco tus comentarios y aportaciones.