/ viernes 30 de octubre de 2020

COMUNIDAD Y FAMILIA

Sospecha de Covid-19



Hace unos días observaba a una preciosa anciana, con su rostro lleno de dolor, de ese dolor que se siente en el alma, caminar de manera lenta y temblorosa hasta llegar al féretro donde descansaba el cuerpo de su difunto esposo, de 92 años, el hombre con quien compartió casi 70 años de matrimonio. En su llanto se podían distinguir una y otra vez las palabras: “Perdóname viejito, no me pude despedir de ti”. De hecho, solo le permitieron mirarlo unas cuantas horas antes de sellar su ataúd, porque en su acta de defunción, entre otras causas de defunción, se agregaron las palabras: “Sospecha de Covid.”

Yo no tenía idea de lo que significaban estas tres palabras y cómo afectan a las familias de las personas que ingresan a un hospital por cualquier otro motivo. Definitivamente no es fácil ingresar a un familiar a que reciba atención médica y hospitalaria, porque el Protocolo Covid no permite a nadie el ingreso al hospital, la comunicación entre el personal médico y la familia es sumamente hermético y en ocasiones hasta insensible, lo que molesta y desespera, por no saber como está evolucionando el paciente, solamente les toca esperar el aviso que será dado de alta o falleció solo en una cama de hospital.

Yo pude ver en la familia ese dolor de no haber podido abrazar al padre y abuelo, de no haberse despedido en vida y de no poder esperar a los que están lejos, porque las regulaciones sanitarias disponen que todo el proceso funerario sea de manera exprés, aún cuando el paciente ha fallecido por otras causas. Simplemente es añadirle dolor al dolor de una pérdida.

Ahora que hemos pasado por esta situación, que dicho sea de paso no se la deseo a nadie, mi familia y yo estamos más conscientes del cuidado que debemos seguir teniendo para evitar contagiarnos por el Covid-19, pero al mismo tiempo nos sentimos frustrados por ver a personas en nuestra ciudad que siguen jugándose la vida porque no respetan ni aplican las medidas de prevención en sus hogares, con lo que ponen en mayor peligro a ancianos y niños.

En mi barrio desafortunadamente no han cesado las fiestas semanales y no me refiero a fiestecitas de piñata nada más, sino a fiestas con conjuntos, bandas y norteños que se han hecho hasta en las banquetas, sin ninguna protección, casi casi como desafiando a la autoridad, porque lo último que les importa en el bienestar de nuestra ciudad.

¡No es posible tanta irresponsabilidad, tanta indiferencia, tanta soberbia y tanta ignorancia! La verdad es que los mexicanos no tenemos una cultura de prevención, más bien estamos acostumbrados a “tapar el hoyo, después que se ahogó el niño”, pero en este tiempo tan difícil y peligroso existe otra opción disponible para todos: La opción de cambiar, de volvernos más precavidos y más cuidadosos y solidarios con las autoridades que procuran nuestro bienestar. Nos urge ser más empáticos y humildes para ponernos en los zapatos de aquellos que hoy se debaten entre la vida y la muerte, por aquellos ancianos que padecen otras enfermedades pero están muriendo en soledad por el protocolo Covid.

Por mi parte, asumo el compromiso de cuidarme y cuidar a mi familia para que salgamos de esta situación, lo más pronto posible. Aprovecho este espacio para agradecerle a don Alfonso Mejia Esquer todo el cariño que me brindó desde el día en que llegué a su familia, todos lo recordaremos con vehemente cariño.

Este 2 de noviembre será una muy buena oportunidad para celebrar la vida y el recuerdo de aquellos que ya no están con nosotros, ¡si lo hacemos con responsabilidad, será mucho mejor para todos!

Gracias por su amable compañía... y hasta la próxima.

elsitacruzita@gmail.com

Sospecha de Covid-19



Hace unos días observaba a una preciosa anciana, con su rostro lleno de dolor, de ese dolor que se siente en el alma, caminar de manera lenta y temblorosa hasta llegar al féretro donde descansaba el cuerpo de su difunto esposo, de 92 años, el hombre con quien compartió casi 70 años de matrimonio. En su llanto se podían distinguir una y otra vez las palabras: “Perdóname viejito, no me pude despedir de ti”. De hecho, solo le permitieron mirarlo unas cuantas horas antes de sellar su ataúd, porque en su acta de defunción, entre otras causas de defunción, se agregaron las palabras: “Sospecha de Covid.”

Yo no tenía idea de lo que significaban estas tres palabras y cómo afectan a las familias de las personas que ingresan a un hospital por cualquier otro motivo. Definitivamente no es fácil ingresar a un familiar a que reciba atención médica y hospitalaria, porque el Protocolo Covid no permite a nadie el ingreso al hospital, la comunicación entre el personal médico y la familia es sumamente hermético y en ocasiones hasta insensible, lo que molesta y desespera, por no saber como está evolucionando el paciente, solamente les toca esperar el aviso que será dado de alta o falleció solo en una cama de hospital.

Yo pude ver en la familia ese dolor de no haber podido abrazar al padre y abuelo, de no haberse despedido en vida y de no poder esperar a los que están lejos, porque las regulaciones sanitarias disponen que todo el proceso funerario sea de manera exprés, aún cuando el paciente ha fallecido por otras causas. Simplemente es añadirle dolor al dolor de una pérdida.

Ahora que hemos pasado por esta situación, que dicho sea de paso no se la deseo a nadie, mi familia y yo estamos más conscientes del cuidado que debemos seguir teniendo para evitar contagiarnos por el Covid-19, pero al mismo tiempo nos sentimos frustrados por ver a personas en nuestra ciudad que siguen jugándose la vida porque no respetan ni aplican las medidas de prevención en sus hogares, con lo que ponen en mayor peligro a ancianos y niños.

En mi barrio desafortunadamente no han cesado las fiestas semanales y no me refiero a fiestecitas de piñata nada más, sino a fiestas con conjuntos, bandas y norteños que se han hecho hasta en las banquetas, sin ninguna protección, casi casi como desafiando a la autoridad, porque lo último que les importa en el bienestar de nuestra ciudad.

¡No es posible tanta irresponsabilidad, tanta indiferencia, tanta soberbia y tanta ignorancia! La verdad es que los mexicanos no tenemos una cultura de prevención, más bien estamos acostumbrados a “tapar el hoyo, después que se ahogó el niño”, pero en este tiempo tan difícil y peligroso existe otra opción disponible para todos: La opción de cambiar, de volvernos más precavidos y más cuidadosos y solidarios con las autoridades que procuran nuestro bienestar. Nos urge ser más empáticos y humildes para ponernos en los zapatos de aquellos que hoy se debaten entre la vida y la muerte, por aquellos ancianos que padecen otras enfermedades pero están muriendo en soledad por el protocolo Covid.

Por mi parte, asumo el compromiso de cuidarme y cuidar a mi familia para que salgamos de esta situación, lo más pronto posible. Aprovecho este espacio para agradecerle a don Alfonso Mejia Esquer todo el cariño que me brindó desde el día en que llegué a su familia, todos lo recordaremos con vehemente cariño.

Este 2 de noviembre será una muy buena oportunidad para celebrar la vida y el recuerdo de aquellos que ya no están con nosotros, ¡si lo hacemos con responsabilidad, será mucho mejor para todos!

Gracias por su amable compañía... y hasta la próxima.

elsitacruzita@gmail.com