/ viernes 27 de noviembre de 2020

COMUNIDAD Y FAMILIA

El origen de la violencia



El miércoles se conmemoró el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, ocasión que se aprovecha para denunciar la violencia que se ejerce sobre las mujeres en el mundo y reclamar políticas en todos los países para su erradicación.

En muchos lugares de México hubo diferentes expresiones de rechazo a la violencia, así como se recordó a miles de mujeres que han muerto a causa de la misma, dejando en claro que esta es una lucha que parece que va a terminar.

Hace unos días me di a la tarea de hacer una encuesta entre mis amigos y compañeros de trabajo, hombres y mujeres, que ya han tenido la oportunidad de ver “Las tres muertes de Marisela Escobedo”, el documental de Netflix sobre la mujer a la que mataron por tratar de encontrar al asesino de su hija. La pregunta directa que les hice fue: “¿Qué es lo que sientes cuando estás mirando este documental?”, entre las respuestas que recibí está: “¡Siento dolor, rabia, impotencia, tristeza, decepción, miedo y desconfianza de la justicia en mi país!”, y en verdad eso mismo fue lo que yo sentí al empatizar con una madre, cuya hija fue asesinada por el esposo y no encontró respuesta en el sistema de justicia. ¡Es más, ella misma fue asesinada en la vía pública! Este suceso tan doloroso para Marisela representa el dolor y el sufrimiento de miles de familias que han perdido a una de sus mujeres de manera violenta e impune.

Quizás usted mi estimado lector se ha preguntado como yo: “¿Qué más necesitamos y debemos hacer para eliminar la violencia en todas sus expresiones?”, me parece que es urgente comprender y entender que esta lucha es de todos los días, no solamente el 25 de noviembre o cuando los grupos feministas salen a las calles con sus rostros cubiertos y dispuestas a desquitarse con todos y con todo para denunciar el creciente peligro que corren las mujeres de nuestro país.

Hay tanto que se debe hacer desde cada ámbito de la sociedad, pero es en el hogar donde realmente tenemos la más grande oportunidad de ir eliminando la violencia, lo que nos llevará a lograr un cambio en nuestras comunidades.

Para ello, necesitamos enseñarles constantemente a nuestros hijos e hijas que la violencia no es la respuesta para resolver desacuerdos con las demás personas. Determine con su familia a no aceptar como normal los gritos, las palabras groserías, las peleas y golpes, por ningún motivo acepte esto como parte de su dinámica familiar. Debemos fortalecer la cultura de la denuncia, para que la impunidad retroceda y las víctimas reciban la atención profesional que necesitan.

También necesitamos enseñarle a nuestras hijas a no tolerar el más mínimo brote de violencia en el noviazgo, hemos visto tan horribles casos de asesinatos por novios despechados, que nuestras hijas deben aprender a escoger bien con quién se relacionan y nosotros los padres debemos estar muy al pendiente de lo que sucede en sus vidas, seamos francos y amables con nuestros hijos, observemos bien su comportamiento. Sabe que como maestra en primaria tuve muchos casos en los que un alumno se comportaba violentamente con sus compañeros y tristemente veía que sus padres eran los primeros en negar tal comportamiento agresivo.

Si alguno de nuestros hijos tiene rasgos de no poder controlar sus emociones y explota en agresión, debemos buscar ayuda especializada para ellos, pero que sea a tiempo, no después de que causen daños irreparables.

La violencia es una conducta que se aprende, por eso es muy importante para nosotros los adultos, decidir lo que nuestras siguientes generaciones aprenderán de nosotros. Qué lindo sería que todos nos indignáramos por la violencia hacia las mujeres, todos los días del año, en todos los rincones de México y que esa indignación nos lleve a denunciar, a defender, a impartirles justicia a las mujeres, para que sigamos enriqueciendo con nuestras vidas el progreso de nuestro país.

Gracias por su amable compañía y... ¡hasta la próxima!

elsitacruzita@gmail.com

El origen de la violencia



El miércoles se conmemoró el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, ocasión que se aprovecha para denunciar la violencia que se ejerce sobre las mujeres en el mundo y reclamar políticas en todos los países para su erradicación.

En muchos lugares de México hubo diferentes expresiones de rechazo a la violencia, así como se recordó a miles de mujeres que han muerto a causa de la misma, dejando en claro que esta es una lucha que parece que va a terminar.

Hace unos días me di a la tarea de hacer una encuesta entre mis amigos y compañeros de trabajo, hombres y mujeres, que ya han tenido la oportunidad de ver “Las tres muertes de Marisela Escobedo”, el documental de Netflix sobre la mujer a la que mataron por tratar de encontrar al asesino de su hija. La pregunta directa que les hice fue: “¿Qué es lo que sientes cuando estás mirando este documental?”, entre las respuestas que recibí está: “¡Siento dolor, rabia, impotencia, tristeza, decepción, miedo y desconfianza de la justicia en mi país!”, y en verdad eso mismo fue lo que yo sentí al empatizar con una madre, cuya hija fue asesinada por el esposo y no encontró respuesta en el sistema de justicia. ¡Es más, ella misma fue asesinada en la vía pública! Este suceso tan doloroso para Marisela representa el dolor y el sufrimiento de miles de familias que han perdido a una de sus mujeres de manera violenta e impune.

Quizás usted mi estimado lector se ha preguntado como yo: “¿Qué más necesitamos y debemos hacer para eliminar la violencia en todas sus expresiones?”, me parece que es urgente comprender y entender que esta lucha es de todos los días, no solamente el 25 de noviembre o cuando los grupos feministas salen a las calles con sus rostros cubiertos y dispuestas a desquitarse con todos y con todo para denunciar el creciente peligro que corren las mujeres de nuestro país.

Hay tanto que se debe hacer desde cada ámbito de la sociedad, pero es en el hogar donde realmente tenemos la más grande oportunidad de ir eliminando la violencia, lo que nos llevará a lograr un cambio en nuestras comunidades.

Para ello, necesitamos enseñarles constantemente a nuestros hijos e hijas que la violencia no es la respuesta para resolver desacuerdos con las demás personas. Determine con su familia a no aceptar como normal los gritos, las palabras groserías, las peleas y golpes, por ningún motivo acepte esto como parte de su dinámica familiar. Debemos fortalecer la cultura de la denuncia, para que la impunidad retroceda y las víctimas reciban la atención profesional que necesitan.

También necesitamos enseñarle a nuestras hijas a no tolerar el más mínimo brote de violencia en el noviazgo, hemos visto tan horribles casos de asesinatos por novios despechados, que nuestras hijas deben aprender a escoger bien con quién se relacionan y nosotros los padres debemos estar muy al pendiente de lo que sucede en sus vidas, seamos francos y amables con nuestros hijos, observemos bien su comportamiento. Sabe que como maestra en primaria tuve muchos casos en los que un alumno se comportaba violentamente con sus compañeros y tristemente veía que sus padres eran los primeros en negar tal comportamiento agresivo.

Si alguno de nuestros hijos tiene rasgos de no poder controlar sus emociones y explota en agresión, debemos buscar ayuda especializada para ellos, pero que sea a tiempo, no después de que causen daños irreparables.

La violencia es una conducta que se aprende, por eso es muy importante para nosotros los adultos, decidir lo que nuestras siguientes generaciones aprenderán de nosotros. Qué lindo sería que todos nos indignáramos por la violencia hacia las mujeres, todos los días del año, en todos los rincones de México y que esa indignación nos lleve a denunciar, a defender, a impartirles justicia a las mujeres, para que sigamos enriqueciendo con nuestras vidas el progreso de nuestro país.

Gracias por su amable compañía y... ¡hasta la próxima!

elsitacruzita@gmail.com