/ viernes 23 de abril de 2021

COMUNIDAD Y FAMILIA

Conexión perdida



Hace una semana, comía con mis hijas y un grupo de amigos en un lugar de comida rápida donde las familias acuden juntos a sus niños a disfrutar de una tarde de domingo. Frente a nuestra mesa pude observar a una pareja joven sentada con sus tres hijos de entre 8 y 10 años. Debo decir que con mucha tristeza, pude ver que por más de una hora, ni el papá ni la mamá dejaron de ver su teléfono, no sé si estaban disgustados pero ni ellos se miraban, estaban como hipnotizados cada quien por su lado, no se ponían atención el uno al otro. Sus pequeños hijos, de cuando en cuando, alzaban la vista de su comida buscando en la mirada de sus padres alguna señal de interés y de amor; como no la encontraron, solo hablaban entre ellos y volvían la mirada a la mesa. A mí me dolió el corazón al observar a esta familia y pensaba: ¿Qué tan importante será lo que estos padres están mirando en su celular, que son capaces de dejar de lado la preciosa oportunidad de conectarse con sus hijos, de crear momentos inolvidables, de hablar con ellos para conocer su corazón y sentar las bases que fundamenten la comprensión y el apego que más adelante puede salvarlos de problemas tan fuertes que hoy están desintegrando a las familias mexicanas? ¿Por qué le hemos otorgado tanto poder a un aparato electrónico para robarnos la unidad, la comunicación y el apego con nuestras parejas e hijos? ¡Por falta de sabiduría y moderación, los padres de familia estamos perdiendo todo por nada!

Actualmente, muchos países primer mundistas han invertido miles de millones de dólares para crear los mejores dispositivos, programas y aplicaciones con la finalidad de que los pueblos estén más comunicados que nunca, pero la triste realidad es que estos mismos dispositivos han tenido mucho que ver con que la conexión entre los miembros de la familia y la sociedad, se vaya perdiendo poco a poco; a tal grado de que muchas personas viviendo bajo el mismo techo, se comportan como desconocidos; le dedican más tiempo a un aparato que al final del día, empobrecerá las relaciones humanas más importantes y necesarias, que son las que se dan en el seno familiar. Ahora, parece más fácil estar más conectados con gente ajena debido al trabajo, a los negocios, a los estudios, al comercio, al morbo de las redes sociales, etc., que tener una conexión constante y sólida con nuestros cónyuges e hijos. De verdad, es urgente que hagamos un alto en el camino y reconsideremos, es más, revaloremos la conexión sentimental, emocional y espiritual que debe haber entre padres e hijos. Muchos padres de familia lamentan profundamente el que sus hijos no los escuchen, ni atiendan a sus consejos, quedando desprotegidos ante los embates de las adicciones, la rebeldía y las malas amistades, porque en algún momento, la conexión entre sus corazones, se perdió entre tantos afanes de la vida. Yo le animo con todo mi corazón a que usted haga pequeños cambios que van a requerir un gran esfuerzo, pues tendrá que romper con la rutina muy arraigada de depender de un pequeño aparato telefónico, pero verá que el resultado lo va a sorprender cuando su familia se vea más sólida y unida.

1.- ¡Renuncie a tener el celular siempre en la mano! Si su mano está llena, no puede tocar, no puede acariciar, no puede accesar a sus seres queridos.

2.- ¡Deje el celular en un lugar designado para ello, puede ser una mesa o canasta, nunca lo coloque en su lugar a la mesa del comedor, recuerde que el momento de los alimentos es sagrado!

3.- Empiece a ejercitar el desapego paulatino, reduciendo horas de uso del celular, tanto usted como sus hijos. Yo aún no conozco a nadie que se haya muerto por no haber entrado un día a las redes sociales, ni por haber dejado de contestar un mensaje de WhatsApp.

4.- Si le es posible, determine con su familia un día especial en el que salgan a pasear, a disfrutarse todos y dejen los teléfonos en casa, pueden avisarle a sus más allegados que ese día no estarán disponibles por ciertas horas, para que no se alarmen.

5.- Hay tantas otras actividades que sí pueden realizar y disfrutar con su familia como son los juegos de mesa, juegos con pelotas, caminar juntos, conversar y escuchar atentamente lo que su familia les está comunicando. Creo que todo esfuerzo que ustedes hagan para conectarse con sus generaciones, habrá valido la pena; pero ése es tema para la próxima semana.

¡Hasta pronto!

Mtra. Elsa Cruz Guevara

Conexión perdida



Hace una semana, comía con mis hijas y un grupo de amigos en un lugar de comida rápida donde las familias acuden juntos a sus niños a disfrutar de una tarde de domingo. Frente a nuestra mesa pude observar a una pareja joven sentada con sus tres hijos de entre 8 y 10 años. Debo decir que con mucha tristeza, pude ver que por más de una hora, ni el papá ni la mamá dejaron de ver su teléfono, no sé si estaban disgustados pero ni ellos se miraban, estaban como hipnotizados cada quien por su lado, no se ponían atención el uno al otro. Sus pequeños hijos, de cuando en cuando, alzaban la vista de su comida buscando en la mirada de sus padres alguna señal de interés y de amor; como no la encontraron, solo hablaban entre ellos y volvían la mirada a la mesa. A mí me dolió el corazón al observar a esta familia y pensaba: ¿Qué tan importante será lo que estos padres están mirando en su celular, que son capaces de dejar de lado la preciosa oportunidad de conectarse con sus hijos, de crear momentos inolvidables, de hablar con ellos para conocer su corazón y sentar las bases que fundamenten la comprensión y el apego que más adelante puede salvarlos de problemas tan fuertes que hoy están desintegrando a las familias mexicanas? ¿Por qué le hemos otorgado tanto poder a un aparato electrónico para robarnos la unidad, la comunicación y el apego con nuestras parejas e hijos? ¡Por falta de sabiduría y moderación, los padres de familia estamos perdiendo todo por nada!

Actualmente, muchos países primer mundistas han invertido miles de millones de dólares para crear los mejores dispositivos, programas y aplicaciones con la finalidad de que los pueblos estén más comunicados que nunca, pero la triste realidad es que estos mismos dispositivos han tenido mucho que ver con que la conexión entre los miembros de la familia y la sociedad, se vaya perdiendo poco a poco; a tal grado de que muchas personas viviendo bajo el mismo techo, se comportan como desconocidos; le dedican más tiempo a un aparato que al final del día, empobrecerá las relaciones humanas más importantes y necesarias, que son las que se dan en el seno familiar. Ahora, parece más fácil estar más conectados con gente ajena debido al trabajo, a los negocios, a los estudios, al comercio, al morbo de las redes sociales, etc., que tener una conexión constante y sólida con nuestros cónyuges e hijos. De verdad, es urgente que hagamos un alto en el camino y reconsideremos, es más, revaloremos la conexión sentimental, emocional y espiritual que debe haber entre padres e hijos. Muchos padres de familia lamentan profundamente el que sus hijos no los escuchen, ni atiendan a sus consejos, quedando desprotegidos ante los embates de las adicciones, la rebeldía y las malas amistades, porque en algún momento, la conexión entre sus corazones, se perdió entre tantos afanes de la vida. Yo le animo con todo mi corazón a que usted haga pequeños cambios que van a requerir un gran esfuerzo, pues tendrá que romper con la rutina muy arraigada de depender de un pequeño aparato telefónico, pero verá que el resultado lo va a sorprender cuando su familia se vea más sólida y unida.

1.- ¡Renuncie a tener el celular siempre en la mano! Si su mano está llena, no puede tocar, no puede acariciar, no puede accesar a sus seres queridos.

2.- ¡Deje el celular en un lugar designado para ello, puede ser una mesa o canasta, nunca lo coloque en su lugar a la mesa del comedor, recuerde que el momento de los alimentos es sagrado!

3.- Empiece a ejercitar el desapego paulatino, reduciendo horas de uso del celular, tanto usted como sus hijos. Yo aún no conozco a nadie que se haya muerto por no haber entrado un día a las redes sociales, ni por haber dejado de contestar un mensaje de WhatsApp.

4.- Si le es posible, determine con su familia un día especial en el que salgan a pasear, a disfrutarse todos y dejen los teléfonos en casa, pueden avisarle a sus más allegados que ese día no estarán disponibles por ciertas horas, para que no se alarmen.

5.- Hay tantas otras actividades que sí pueden realizar y disfrutar con su familia como son los juegos de mesa, juegos con pelotas, caminar juntos, conversar y escuchar atentamente lo que su familia les está comunicando. Creo que todo esfuerzo que ustedes hagan para conectarse con sus generaciones, habrá valido la pena; pero ése es tema para la próxima semana.

¡Hasta pronto!

Mtra. Elsa Cruz Guevara