/ viernes 21 de febrero de 2020

Comunidad y Familia | Rápidos y furiosos

No sé si a usted le ha pasado, pero casi estoy segura que sí, usted sale de su casa con la mejor actitud, siente que el día será magnífico y espera ser muy productivo en su trabajo.

Al sacar su auto en reversa se encuentra con que su vecino olvidó quitar de su camino el gran bote viejo de basura, después de haberlo movido con algo de asco, sale a la calle para encontrarse con un carro que va a la desesperante velocidad de 20 kilómetros por hora!

Como usted ya tiene su tiempo medido para llegar al trabajo, intenta pasarlo, pero no es posible, porque el chofer de enfrente está abarcando los dos carriles y por si esto fuera poco, tal pareciera que conoce toda su ruta, así que dobla donde usted tiene que doblar y en pocos minutos ya está enojado, vociferando, lanzando toda clase de improperios hacia ese chofer porque se siente agredido, invadido y de seguro llegará tarde a su compromiso y de muy mal humor. Confieso que muchas veces yo misma tuve esas reacciones porque no me gusta esperar, no me gusta hacer filas y es una debilidad de mi temperamento colérico que debo trabajar diariamente porque he comprendido que los buenos líderes no son impacientes. En esta generación de la comida instantánea, de acceso instantáneo y de información inmediata, nosotros nos hemos olvidado de una gran virtud: La paciencia. Cada día se pueden ver los efectos de una sociedad que corre cada vez más rápido y con más exigencias sobre todos, ya sean chicos o grandes. Nuestra sociedad es cada vez más impaciente y está produciendo hombres y mujeres rápidos y furiosos que afectan a otros en su carrera por la vida.

Una persona impaciente es estresante, intolerante, inflexible, demandante, agresiva, destructiva, tóxica. Ser impacientes nos lleva a tener malas relaciones dentro y fuera del hogar, nos enferma y hasta nos puede costar la vida. Una persona impaciente puede llegar a perder la capacidad de apreciar y agradecer las buenas cosas que suceden a su alrededor, de tal manera que muchos se alejen de ella. He escuchado a personas decir: ´Dios, dame paciencia!´, quizás porque esperan que Dios con su varita mágica le cambie su manera de reaccionar ante la vida. Pero no podemos olvidar que la prueba, o sea las dificultades, los retos, las tragedias, son las que verdaderamente producen paciencia. Este valor es como un músculo que necesita ser ejercitado día con día, para que tengamos una sociedad más tranquila, más pacífica y más empática.

El empresario John Shrock en su programa Desarrollo del Carácter: Fundamentos para el logro, enseña que la paciencia no es una virtud de cantidad, sino más bien una virtud de calidad. La paciencia no es dejar para después las cosas o ser perezosos, es esperar el momento apropiado y trabajar con el tiempo y las temporadas. Si queremos maíz, debemos esperar la primavera para plantar: Entonces debemos esperar nuevamente al otoño para cosechar. Del mismo modo, hay problemas que no se pueden resolver de inmediato por mucho que nos afanemos. Los buenos líderes conocen las estaciones en sus vidas y negocios y dan tiempo para el cambio. Todo cambio requiere un proceso y también practicar la paciencia requiere de una decisión de mejorar cómo reaccionamos ante las situaciones que estrenan nuestro día. También saben que sin paciencia podrían forzar demasiado las cosas y provocar reacciones inmaduras costosas. Hay un momento correcto y otro incorrecto para lidiar con una situación, si nos proponemos practicar la paciencia, dejaremos de forzar demasiado las cosas y las personas más cercanas a nosotros reaccionarán de mejor manera.

Las personas pacientes reciben tres reconocimientos:

-Son reconocidos como personas de autocontrol, porque son maduros y mesurados ante situaciones difíciles. Son capaces de reflejar paz y tranquilidad que contagia.

-Son reconocidos como personas de comprensión, porque escuchan antes de reaccionar. Son prudentes y saben cuándo es necesario hablar.

-Son reconocidos por ser sabios, porque eligen mantener la paz y calmar los temores de los demás involucrados en un conflicto, se les puede ver dando buenos consejos.

La vida nos ofrece momentos claves para decidir cómo queremos ser apreciados por los demás y yo creo que en este tema, tenemos mucho que aprender y ejercitar. Que nuestros hijos aprendan de nosotros el buen ejemplo de paciencia a través de nuestros hechos y palabras. Cuando estamos enojados o impacientes, debemos esperar (ser pacientes) hasta que nos calmemos, practiquemos la respiración profunda hasta que nuestro pulso y respiración estén controladas. Las respuestas rápidas de corazones impacientes solo complican la situación y al final todos perdemos. Determinemos a ser buenos para escuchar, renunciemos a interrumpir y a emitir juicios, con ello tendremos la oportunidad de resolver problemas. Hay un Proverbio que me encanta y me reta cada día: “Sé paciente y finalmente ganarás”. Con paciencia todos podemos ganar. La paciencia, si la practicamos correctamente, dará a todos los involucrados paz y seguridad.

Como padres de familia debemos tener mucho cuidado y reconocer que lleva tiempo desarrollar a las personas, sobre todo a nuestros pequeños. Sería absurdo esperar que un estudiante de cuarto grado entienda las lecciones de octavo grado. Como buenos padres y líderes de nuestra familia necesitamos discernir cuándo empujar y cuándo estirar en asuntos relacionados con la formación, la educación y la disciplina de nuestros hijos. Nunca debemos ignorar los problemas ni los retos que enfrentamos, sino dar tiempo y ser pacientes, esperando el momento adecuado para tratarlos. La paciencia sazonará y preparará nuestros propios corazones, así como aquellos con quienes estamos tratando. La próxima vez que sea apresurado o agresivo, deténgase y practique un poco de paciencia. Serás más sabio y apreciado.

Los dejo con este pensamiento de John Shrock, para que cada vez que sienta el impulso o el derecho de ser rápido y furioso, piense en el efecto que causará con ello en quienes están más cerca de usted.

“La paciencia es la habilidad de parar el motor cuando dentro de usted quiere quemar las llantas.

Gracias por su compañía en esta ocasión. Hasta la próxima!

No sé si a usted le ha pasado, pero casi estoy segura que sí, usted sale de su casa con la mejor actitud, siente que el día será magnífico y espera ser muy productivo en su trabajo.

Al sacar su auto en reversa se encuentra con que su vecino olvidó quitar de su camino el gran bote viejo de basura, después de haberlo movido con algo de asco, sale a la calle para encontrarse con un carro que va a la desesperante velocidad de 20 kilómetros por hora!

Como usted ya tiene su tiempo medido para llegar al trabajo, intenta pasarlo, pero no es posible, porque el chofer de enfrente está abarcando los dos carriles y por si esto fuera poco, tal pareciera que conoce toda su ruta, así que dobla donde usted tiene que doblar y en pocos minutos ya está enojado, vociferando, lanzando toda clase de improperios hacia ese chofer porque se siente agredido, invadido y de seguro llegará tarde a su compromiso y de muy mal humor. Confieso que muchas veces yo misma tuve esas reacciones porque no me gusta esperar, no me gusta hacer filas y es una debilidad de mi temperamento colérico que debo trabajar diariamente porque he comprendido que los buenos líderes no son impacientes. En esta generación de la comida instantánea, de acceso instantáneo y de información inmediata, nosotros nos hemos olvidado de una gran virtud: La paciencia. Cada día se pueden ver los efectos de una sociedad que corre cada vez más rápido y con más exigencias sobre todos, ya sean chicos o grandes. Nuestra sociedad es cada vez más impaciente y está produciendo hombres y mujeres rápidos y furiosos que afectan a otros en su carrera por la vida.

Una persona impaciente es estresante, intolerante, inflexible, demandante, agresiva, destructiva, tóxica. Ser impacientes nos lleva a tener malas relaciones dentro y fuera del hogar, nos enferma y hasta nos puede costar la vida. Una persona impaciente puede llegar a perder la capacidad de apreciar y agradecer las buenas cosas que suceden a su alrededor, de tal manera que muchos se alejen de ella. He escuchado a personas decir: ´Dios, dame paciencia!´, quizás porque esperan que Dios con su varita mágica le cambie su manera de reaccionar ante la vida. Pero no podemos olvidar que la prueba, o sea las dificultades, los retos, las tragedias, son las que verdaderamente producen paciencia. Este valor es como un músculo que necesita ser ejercitado día con día, para que tengamos una sociedad más tranquila, más pacífica y más empática.

El empresario John Shrock en su programa Desarrollo del Carácter: Fundamentos para el logro, enseña que la paciencia no es una virtud de cantidad, sino más bien una virtud de calidad. La paciencia no es dejar para después las cosas o ser perezosos, es esperar el momento apropiado y trabajar con el tiempo y las temporadas. Si queremos maíz, debemos esperar la primavera para plantar: Entonces debemos esperar nuevamente al otoño para cosechar. Del mismo modo, hay problemas que no se pueden resolver de inmediato por mucho que nos afanemos. Los buenos líderes conocen las estaciones en sus vidas y negocios y dan tiempo para el cambio. Todo cambio requiere un proceso y también practicar la paciencia requiere de una decisión de mejorar cómo reaccionamos ante las situaciones que estrenan nuestro día. También saben que sin paciencia podrían forzar demasiado las cosas y provocar reacciones inmaduras costosas. Hay un momento correcto y otro incorrecto para lidiar con una situación, si nos proponemos practicar la paciencia, dejaremos de forzar demasiado las cosas y las personas más cercanas a nosotros reaccionarán de mejor manera.

Las personas pacientes reciben tres reconocimientos:

-Son reconocidos como personas de autocontrol, porque son maduros y mesurados ante situaciones difíciles. Son capaces de reflejar paz y tranquilidad que contagia.

-Son reconocidos como personas de comprensión, porque escuchan antes de reaccionar. Son prudentes y saben cuándo es necesario hablar.

-Son reconocidos por ser sabios, porque eligen mantener la paz y calmar los temores de los demás involucrados en un conflicto, se les puede ver dando buenos consejos.

La vida nos ofrece momentos claves para decidir cómo queremos ser apreciados por los demás y yo creo que en este tema, tenemos mucho que aprender y ejercitar. Que nuestros hijos aprendan de nosotros el buen ejemplo de paciencia a través de nuestros hechos y palabras. Cuando estamos enojados o impacientes, debemos esperar (ser pacientes) hasta que nos calmemos, practiquemos la respiración profunda hasta que nuestro pulso y respiración estén controladas. Las respuestas rápidas de corazones impacientes solo complican la situación y al final todos perdemos. Determinemos a ser buenos para escuchar, renunciemos a interrumpir y a emitir juicios, con ello tendremos la oportunidad de resolver problemas. Hay un Proverbio que me encanta y me reta cada día: “Sé paciente y finalmente ganarás”. Con paciencia todos podemos ganar. La paciencia, si la practicamos correctamente, dará a todos los involucrados paz y seguridad.

Como padres de familia debemos tener mucho cuidado y reconocer que lleva tiempo desarrollar a las personas, sobre todo a nuestros pequeños. Sería absurdo esperar que un estudiante de cuarto grado entienda las lecciones de octavo grado. Como buenos padres y líderes de nuestra familia necesitamos discernir cuándo empujar y cuándo estirar en asuntos relacionados con la formación, la educación y la disciplina de nuestros hijos. Nunca debemos ignorar los problemas ni los retos que enfrentamos, sino dar tiempo y ser pacientes, esperando el momento adecuado para tratarlos. La paciencia sazonará y preparará nuestros propios corazones, así como aquellos con quienes estamos tratando. La próxima vez que sea apresurado o agresivo, deténgase y practique un poco de paciencia. Serás más sabio y apreciado.

Los dejo con este pensamiento de John Shrock, para que cada vez que sienta el impulso o el derecho de ser rápido y furioso, piense en el efecto que causará con ello en quienes están más cerca de usted.

“La paciencia es la habilidad de parar el motor cuando dentro de usted quiere quemar las llantas.

Gracias por su compañía en esta ocasión. Hasta la próxima!