/ lunes 17 de junio de 2019

Contrasentido

Los autos “chocolate”


Coloquialmente los autos “chocolate” son aquellos que ingresan ilegalmente a México. Muchos de esos automóviles representan serios problemas en su país de origen por no cumplir las condiciones mínimas de seguridad y ambientales, por lo que son exportados a otros países. Por las condiciones geográficas de nuestro México, nos convierte en el cementerio o en el reciclaje perfecto para muchos de esos vehículos y, como siempre, terminamos solucionando los problemas a nuestros vecinos.

Paralelamente a la ilegal tenencia de los autos “chocolate” ha crecido un gran negocio de coyotaje, protección y corrupción. Desde el famoso brinco para México (corrupción), la venta (ilegal), semiprotección (tráfico de influencias) de vehículos y hasta la omisión (defraudación al fisco) en el pago de impuesto, haciendo así la configuración de una serie de delitos fiscales que se alimentan de la necesidad del pueblo a beneficio de unos cuantos.

En ciudades como San Luis Río Colorado, donde existe una gran deficiencia del transporte público, poseer un vehículo se convierte en una necesidad imperante. Un empleado de labores generales puede ganar hasta 200 pesos diarios, pero si tiene la infortuna de vivir en barrios alejados deberá pagar 70 pesos por trasladarse a su lugar de trabajo, sobre todo si su horario es muy tarde o muy temprano. Así que su salario se vería mermado en más de 50 %, ahora que si tiene hijos la situación se convierte en insostenible porque existen otras apremiantes necesidades como comer, salud, educación, etc…

Así que la complejidad de los autos “chocolate” es enorme en la región, ya que los Gobiernos no pueden intervenir con un decomiso de autos porque atentan contra la sustentabilidad de las familias. Sin embargo, la perversidad hace su aparición en el problema, porque la solución más viable sería la regularización de ese tipo de vehículos, pero existe la presión de las agencias de vehículos nuevos que esgrimen sus argumentos de las bajas ventas y que sus autos son seguros, por lo que de comprarles a ellos se protegen los intereses de todos y de cientos de empleos de una industria “nacional”.

Otro problema grave es que los pocos vehículos que se pueden regularizar legalmente tienen un alto costo en su proceso de importación, mismo que pudiera llegar hasta 40,000 pesos mexicanos. Así que para las amas de casa, estudiantes, obreros y campesinos es prácticamente imposible desembolsar una cifra tal elevada. El hecho que esos vehículos circulen “libremente” ocasiona un boquete en las finanzas del Estado porque no pagan absolutamente ningún impuesto, mientras el usuario del auto legal desembolsa muchas contribuciones, creando así una gran desigualdad.

En días pasados se propuso el decomiso de los autos “chocolate” que fueran de modelos lujosos y recientes; sin embargo, esa solución no combatiría el problema de fondo, porque esos autos son los que menos circulan. Por lo que la única solución viable es modernizar el transporte público y hacerlo eficiente, ya que regularizar los vehículos ilegales solo sería una solución momentánea, porque al paso del tiempo el problema resurgiría con más fuerza que antes. Se necesita un mejor transporte público, con más rutas, horarios amplios y a un costo accesible para las personas de bajos recursos, pensando que la ganancia para los transportistas estaría en el volumen.




@GildardoLinarez

glinarez@hotmail.com


Los autos “chocolate”


Coloquialmente los autos “chocolate” son aquellos que ingresan ilegalmente a México. Muchos de esos automóviles representan serios problemas en su país de origen por no cumplir las condiciones mínimas de seguridad y ambientales, por lo que son exportados a otros países. Por las condiciones geográficas de nuestro México, nos convierte en el cementerio o en el reciclaje perfecto para muchos de esos vehículos y, como siempre, terminamos solucionando los problemas a nuestros vecinos.

Paralelamente a la ilegal tenencia de los autos “chocolate” ha crecido un gran negocio de coyotaje, protección y corrupción. Desde el famoso brinco para México (corrupción), la venta (ilegal), semiprotección (tráfico de influencias) de vehículos y hasta la omisión (defraudación al fisco) en el pago de impuesto, haciendo así la configuración de una serie de delitos fiscales que se alimentan de la necesidad del pueblo a beneficio de unos cuantos.

En ciudades como San Luis Río Colorado, donde existe una gran deficiencia del transporte público, poseer un vehículo se convierte en una necesidad imperante. Un empleado de labores generales puede ganar hasta 200 pesos diarios, pero si tiene la infortuna de vivir en barrios alejados deberá pagar 70 pesos por trasladarse a su lugar de trabajo, sobre todo si su horario es muy tarde o muy temprano. Así que su salario se vería mermado en más de 50 %, ahora que si tiene hijos la situación se convierte en insostenible porque existen otras apremiantes necesidades como comer, salud, educación, etc…

Así que la complejidad de los autos “chocolate” es enorme en la región, ya que los Gobiernos no pueden intervenir con un decomiso de autos porque atentan contra la sustentabilidad de las familias. Sin embargo, la perversidad hace su aparición en el problema, porque la solución más viable sería la regularización de ese tipo de vehículos, pero existe la presión de las agencias de vehículos nuevos que esgrimen sus argumentos de las bajas ventas y que sus autos son seguros, por lo que de comprarles a ellos se protegen los intereses de todos y de cientos de empleos de una industria “nacional”.

Otro problema grave es que los pocos vehículos que se pueden regularizar legalmente tienen un alto costo en su proceso de importación, mismo que pudiera llegar hasta 40,000 pesos mexicanos. Así que para las amas de casa, estudiantes, obreros y campesinos es prácticamente imposible desembolsar una cifra tal elevada. El hecho que esos vehículos circulen “libremente” ocasiona un boquete en las finanzas del Estado porque no pagan absolutamente ningún impuesto, mientras el usuario del auto legal desembolsa muchas contribuciones, creando así una gran desigualdad.

En días pasados se propuso el decomiso de los autos “chocolate” que fueran de modelos lujosos y recientes; sin embargo, esa solución no combatiría el problema de fondo, porque esos autos son los que menos circulan. Por lo que la única solución viable es modernizar el transporte público y hacerlo eficiente, ya que regularizar los vehículos ilegales solo sería una solución momentánea, porque al paso del tiempo el problema resurgiría con más fuerza que antes. Se necesita un mejor transporte público, con más rutas, horarios amplios y a un costo accesible para las personas de bajos recursos, pensando que la ganancia para los transportistas estaría en el volumen.




@GildardoLinarez

glinarez@hotmail.com