/ lunes 25 de mayo de 2020

CONTRASENTIDO

Por el bien de todos, primero la vida




Nuestro presidente ha elaborado dos ensayos para esbozar las políticas económicas que se espera fragüen en un desarrollo del país. Los tiempos actuales significan grandes retos por el azote de una cruel y letal pandemia, que ha puesto en evidencia la fragilidad de los sistemas de salud y de la economía a nivel mundial, por la sensación que la única forma de enfrentarla es no hacer nada quedándote en casa.

Al hablar de una economía moral se refiere al hecho de combatir al gran flagelo de la corrupción que ha azotado endémicamente a nuestro país. El combate a la corrupción debe ser una guerra sin cuartel y diaria para ir derrotando la sensación de impunidad que agranda este mal. Los resultados de la economía moral no se pueden cristalizar al amanecer de un nuevo día, requieren de arduos trabajos y significativos cambios en el proceder de la actual administración y sobre todo, cuidar las formas para no caer en la amoralidad que puede ser algo legal pero cuestionable desde el punto vista moral, por ejemplo la venta de ventiladores por familiares cercanos al primer nivel de la administración pública.

La economía moral, en otro sentido y en tiempos actuales, se refiere a poner por encima de todo la vida humana, incluso de la economía. Mientras el riesgo de un contagio letal exista, no es posible arriesgar la vida de cientos de miles de mexicanos, porque no es equiparable el costo emocional y familiar de una vida con la pérdida de un empleo o la pérdida de un patrimonio. Los derechos fundamentales del hombre al trabajo, desarrollo, capital, libertad y demás se basan en el principio de la vida, pues si no hay vida no existe forma de goce y disfrute de los derechos. En ese sentido, la política económica de México debe ser muy cuidadosa para no caer en los chantajes de los insensibles que minimizan o niegan la existencia de la pandemia. Una cosa es la estadística fría del número de muertos y otra muy diferente es vivirla en el núcleo familiar.

En lo referente a la nueva economía se proponen cambios en torno a pasar de indicadores cuantitativos a cualitativos. Si bien es cierto las mediciones del crecimiento económico se reflejan, por ejemplo, con la variable del Producto Interno Bruto, que mide toda la producción nacional de un país. Es un buen indicador, sin duda, para medir la riqueza que se genera pero tiene dos grandes inconvenientes: primero, en su contabilidad se pueden incluir la producción de empresas que operan en México y que tienen su fuente de riqueza en el extranjero; segundo, la distribución de la riqueza y su concentración en pocas manos nos deja la falsa sensación de un avance social progresivo, porque para nadie es un secreto que cada día tenemos más pobreza y a los hombres más ricos del mundo conviviendo bajo las mismas políticas económicas. Otro ejemplo cruel es la medición histórica que se ha hecho sobre el desempleo en México que bajo parámetros obscenos como pretender considerar desempleado solo a quien no trabaje cero horas a la semana, cuando sabemos que si no se trabaja en lo que sea (subempleo) la persona no sobrevive por falta de apoyos.

Nuestro amado México vive momentos difíciles y se debate entre la vida y la muerte. Lo correcto es apreciar la vida. La verdadera economía moral y nueva economía vive su prueba de fuego. El eslogan del presidente: “Por el bien de todos, primero los pobres” debe de cambiar: “Por el bien de todos, primero la vida”.

@GildardoLinarez

glinarez@hotmail.com

Por el bien de todos, primero la vida




Nuestro presidente ha elaborado dos ensayos para esbozar las políticas económicas que se espera fragüen en un desarrollo del país. Los tiempos actuales significan grandes retos por el azote de una cruel y letal pandemia, que ha puesto en evidencia la fragilidad de los sistemas de salud y de la economía a nivel mundial, por la sensación que la única forma de enfrentarla es no hacer nada quedándote en casa.

Al hablar de una economía moral se refiere al hecho de combatir al gran flagelo de la corrupción que ha azotado endémicamente a nuestro país. El combate a la corrupción debe ser una guerra sin cuartel y diaria para ir derrotando la sensación de impunidad que agranda este mal. Los resultados de la economía moral no se pueden cristalizar al amanecer de un nuevo día, requieren de arduos trabajos y significativos cambios en el proceder de la actual administración y sobre todo, cuidar las formas para no caer en la amoralidad que puede ser algo legal pero cuestionable desde el punto vista moral, por ejemplo la venta de ventiladores por familiares cercanos al primer nivel de la administración pública.

La economía moral, en otro sentido y en tiempos actuales, se refiere a poner por encima de todo la vida humana, incluso de la economía. Mientras el riesgo de un contagio letal exista, no es posible arriesgar la vida de cientos de miles de mexicanos, porque no es equiparable el costo emocional y familiar de una vida con la pérdida de un empleo o la pérdida de un patrimonio. Los derechos fundamentales del hombre al trabajo, desarrollo, capital, libertad y demás se basan en el principio de la vida, pues si no hay vida no existe forma de goce y disfrute de los derechos. En ese sentido, la política económica de México debe ser muy cuidadosa para no caer en los chantajes de los insensibles que minimizan o niegan la existencia de la pandemia. Una cosa es la estadística fría del número de muertos y otra muy diferente es vivirla en el núcleo familiar.

En lo referente a la nueva economía se proponen cambios en torno a pasar de indicadores cuantitativos a cualitativos. Si bien es cierto las mediciones del crecimiento económico se reflejan, por ejemplo, con la variable del Producto Interno Bruto, que mide toda la producción nacional de un país. Es un buen indicador, sin duda, para medir la riqueza que se genera pero tiene dos grandes inconvenientes: primero, en su contabilidad se pueden incluir la producción de empresas que operan en México y que tienen su fuente de riqueza en el extranjero; segundo, la distribución de la riqueza y su concentración en pocas manos nos deja la falsa sensación de un avance social progresivo, porque para nadie es un secreto que cada día tenemos más pobreza y a los hombres más ricos del mundo conviviendo bajo las mismas políticas económicas. Otro ejemplo cruel es la medición histórica que se ha hecho sobre el desempleo en México que bajo parámetros obscenos como pretender considerar desempleado solo a quien no trabaje cero horas a la semana, cuando sabemos que si no se trabaja en lo que sea (subempleo) la persona no sobrevive por falta de apoyos.

Nuestro amado México vive momentos difíciles y se debate entre la vida y la muerte. Lo correcto es apreciar la vida. La verdadera economía moral y nueva economía vive su prueba de fuego. El eslogan del presidente: “Por el bien de todos, primero los pobres” debe de cambiar: “Por el bien de todos, primero la vida”.

@GildardoLinarez

glinarez@hotmail.com