/ lunes 7 de marzo de 2022

CONTRASENTIDO

¿Qué nos pasa?


La sociedad mexicana ha vivido escenarios violentos y enfrentado a una cruenta pandemia en los últimos dos años. Hemos cambiado nuestras formas de vivir, tratando de adaptarnos a nuevos escenarios y cuando estamos tratando de recuperar la normalidad, suceden conductas fuera de toda lógica como los actos violentos en un estadio de futbol profesional.


El futbol es el deporte nacional por excelencia, su práctica se adapta a cualquier contexto social y geográfico. Un noble deporte que gusta y apasiona a los mexicanos, porque es el único deporte de conjunto que nos ha dado grandes satisfacciones y también amargas derrotas, pero que al final del día se entiende que no siempre se gana o se pierde.


Apenas la Federación Mexicana de Futbol iniciaba a dar su anuencia para que los estadios se llenaran de aficionados, cuando suceden un pleito generalizado entre dos barras de aficionados la noche del sábado pasado. En la cual se pueden apreciar escenas dantescas de niños desnudos porque tuvieron que deshacerse de su playera para no ser agredidos por la porra contraria y hombres tirados sobre el césped tratando de proteger a su pareja de la descarga brutal de golpes.


No estamos hablando de la batalla campal en un partido de una colonia, que también sería criticable y penoso, sino que estamos ante una Liga profesional que recibe gran presupuesto de sus agremiados y apoyo gubernamental a gran escala. Lo anterior viene con relación a la falta de elementos de seguridad pública, la poca prevención y un fallo total de los protocolos.


Así que no toda la culpa es de la sociedad, sino que los dueños de los equipos tienen una gran parte de responsabilidad de lo sucedido: En primera, por su evidente ausencia de seguridad y segunda, por ser responsables de azuzar a las porras con violencia simbólica en un afán de construir una pasión mal entendida que les deje una mayor ganancia económica.


No se vale que estemos perdiendo todos los espacios sociales. Vivimos con problemas históricos como el desplazamiento de comunidades por la violencia del narco, como para ahora perder un espacio de diversión como puede ser una grada de un partido de fútbol. Sin embargo, el hecho no puede quedar en el olvido y se debe actuar poniendo un castigo ejemplar como el jugar sin público mientras no se garantice la seguridad de los asistentes.

Por todo lo anterior, la sociedad y el Estado tenemos la responsabilidad de trabajar juntos y entender que estos hechos no deben replicarse en ningún escenario, mucho menos en una cancha de futbol. Y si es necesario, cancelar todo evento hasta que no gocemos de plena conciencia.


@GildardoLinarez

glinarez@hotmail.com


¿Qué nos pasa?


La sociedad mexicana ha vivido escenarios violentos y enfrentado a una cruenta pandemia en los últimos dos años. Hemos cambiado nuestras formas de vivir, tratando de adaptarnos a nuevos escenarios y cuando estamos tratando de recuperar la normalidad, suceden conductas fuera de toda lógica como los actos violentos en un estadio de futbol profesional.


El futbol es el deporte nacional por excelencia, su práctica se adapta a cualquier contexto social y geográfico. Un noble deporte que gusta y apasiona a los mexicanos, porque es el único deporte de conjunto que nos ha dado grandes satisfacciones y también amargas derrotas, pero que al final del día se entiende que no siempre se gana o se pierde.


Apenas la Federación Mexicana de Futbol iniciaba a dar su anuencia para que los estadios se llenaran de aficionados, cuando suceden un pleito generalizado entre dos barras de aficionados la noche del sábado pasado. En la cual se pueden apreciar escenas dantescas de niños desnudos porque tuvieron que deshacerse de su playera para no ser agredidos por la porra contraria y hombres tirados sobre el césped tratando de proteger a su pareja de la descarga brutal de golpes.


No estamos hablando de la batalla campal en un partido de una colonia, que también sería criticable y penoso, sino que estamos ante una Liga profesional que recibe gran presupuesto de sus agremiados y apoyo gubernamental a gran escala. Lo anterior viene con relación a la falta de elementos de seguridad pública, la poca prevención y un fallo total de los protocolos.


Así que no toda la culpa es de la sociedad, sino que los dueños de los equipos tienen una gran parte de responsabilidad de lo sucedido: En primera, por su evidente ausencia de seguridad y segunda, por ser responsables de azuzar a las porras con violencia simbólica en un afán de construir una pasión mal entendida que les deje una mayor ganancia económica.


No se vale que estemos perdiendo todos los espacios sociales. Vivimos con problemas históricos como el desplazamiento de comunidades por la violencia del narco, como para ahora perder un espacio de diversión como puede ser una grada de un partido de fútbol. Sin embargo, el hecho no puede quedar en el olvido y se debe actuar poniendo un castigo ejemplar como el jugar sin público mientras no se garantice la seguridad de los asistentes.

Por todo lo anterior, la sociedad y el Estado tenemos la responsabilidad de trabajar juntos y entender que estos hechos no deben replicarse en ningún escenario, mucho menos en una cancha de futbol. Y si es necesario, cancelar todo evento hasta que no gocemos de plena conciencia.


@GildardoLinarez

glinarez@hotmail.com