/ viernes 22 de marzo de 2019

Cruzando líneas

Trump, un sacrificio de Cuaresma

ARIZONA – No todos le rezan al mismo santo ni hacen penitencia. Llenan los templos en el Día de la Virgen, pero no ponen un pie en el confesionario durante la Cuaresma. Son creyentes por herencia, conveniencia y convicción; siempre a medias. Algunos no obedecen los preceptos de Iglesia y solo les pesa el corazón guadalupano. Aun así han vuelto a casa, como el hijo pródigo, pero no por respeto a Dios, sino por temor a Trump.


Desde que el republicano anunció su candidatura a la Presidencia empezaron a llover las letanías de “Dios nos agarre confesados”. Ya instalado en la Casa Blanca, aumentaron los “ni lo quiera Dios”, “pero hay un Dios”, “Dios mío”, “por Dios”, “si Dios quiere”, “ay, tatita Dios” y otras exclamaciones religiosas. Parece una burla, pero no es así: Trump ha revivido la fe de millones. No le hicieron falta rosarios o biblias, la convicción llegó a base de deportaciones, recortes, censura, escándalo y amenazas. No rezan por él, sino para que los protejan de él.


Trump ha sido testigo y escritor de la historia, una que –irremediablemente- tiende a repetirse. La Iglesia ha sido siempre propulsora y partícipe de los movimientos sociales; algunas veces ha sido el origen y otras, la causa… ahora es simplemente el consuelo. Es decir, independientemente del credo, en época de incertidumbre y desolación se exalta la fe… y con este presidente muchos han vuelto a orar.


El republicano ha creado un generalizado delirio de persecución en la sociedad estadounidense. Unos sufren por constantes ataques migratorios; otros por reformas fiscales que hacen más grande el hoyo de sus bolsillos; algunos más por los presuntos ataques a la seguridad pública… y la lista de torturas mentales continúa. No es él quien provoca miedo, sino su retórica. Su figura se ha impuesto al sentido común.


Para millones de habitantes en la Unión Americana, Donald Trump es el verdadero sacrificio de Cuaresma; incluso para su partido político se ha convertido en una penitencia. Los republicanos no saben cómo controlar al magnate que sentaron en la Oficina Oval. Era impredecible como candidato y lo sigue siendo como presidente. No se atreven a compararlo con el diablo, pero lo describen como el purgatorio. Lo aplauden, lo sufren, lo justifican, lo ven como la expiación que quizá los ayude a redimirse; quieren pensar que su administración es como un acto de abnegación que purificará sus filas. Quizá les funcione; cada día hay menos dinosaurios. “Ya pasará”, piensan y se callan ante la imagen del presidente autografiando biblias en Alabama.


Pero al polémico ejecutivo todavía le quedan dos años. Quizá un término más, porque así como hay quienes lo sufren, hay otros que lo alaban. Esos también han vuelto a rezar para que no se vaya; oran para que Dios lo acompañe en su misión de “engrandecer a América” y claman para que el pueblo no lo venza. Y es así como el presidente también logra polarizar la fe; sí, la política en sí se ha convertido para muchos en religión. ¿Salvación? ¿Apocalipsis? Tal vez un poco de los dos.


Trump, un sacrificio de Cuaresma

ARIZONA – No todos le rezan al mismo santo ni hacen penitencia. Llenan los templos en el Día de la Virgen, pero no ponen un pie en el confesionario durante la Cuaresma. Son creyentes por herencia, conveniencia y convicción; siempre a medias. Algunos no obedecen los preceptos de Iglesia y solo les pesa el corazón guadalupano. Aun así han vuelto a casa, como el hijo pródigo, pero no por respeto a Dios, sino por temor a Trump.


Desde que el republicano anunció su candidatura a la Presidencia empezaron a llover las letanías de “Dios nos agarre confesados”. Ya instalado en la Casa Blanca, aumentaron los “ni lo quiera Dios”, “pero hay un Dios”, “Dios mío”, “por Dios”, “si Dios quiere”, “ay, tatita Dios” y otras exclamaciones religiosas. Parece una burla, pero no es así: Trump ha revivido la fe de millones. No le hicieron falta rosarios o biblias, la convicción llegó a base de deportaciones, recortes, censura, escándalo y amenazas. No rezan por él, sino para que los protejan de él.


Trump ha sido testigo y escritor de la historia, una que –irremediablemente- tiende a repetirse. La Iglesia ha sido siempre propulsora y partícipe de los movimientos sociales; algunas veces ha sido el origen y otras, la causa… ahora es simplemente el consuelo. Es decir, independientemente del credo, en época de incertidumbre y desolación se exalta la fe… y con este presidente muchos han vuelto a orar.


El republicano ha creado un generalizado delirio de persecución en la sociedad estadounidense. Unos sufren por constantes ataques migratorios; otros por reformas fiscales que hacen más grande el hoyo de sus bolsillos; algunos más por los presuntos ataques a la seguridad pública… y la lista de torturas mentales continúa. No es él quien provoca miedo, sino su retórica. Su figura se ha impuesto al sentido común.


Para millones de habitantes en la Unión Americana, Donald Trump es el verdadero sacrificio de Cuaresma; incluso para su partido político se ha convertido en una penitencia. Los republicanos no saben cómo controlar al magnate que sentaron en la Oficina Oval. Era impredecible como candidato y lo sigue siendo como presidente. No se atreven a compararlo con el diablo, pero lo describen como el purgatorio. Lo aplauden, lo sufren, lo justifican, lo ven como la expiación que quizá los ayude a redimirse; quieren pensar que su administración es como un acto de abnegación que purificará sus filas. Quizá les funcione; cada día hay menos dinosaurios. “Ya pasará”, piensan y se callan ante la imagen del presidente autografiando biblias en Alabama.


Pero al polémico ejecutivo todavía le quedan dos años. Quizá un término más, porque así como hay quienes lo sufren, hay otros que lo alaban. Esos también han vuelto a rezar para que no se vaya; oran para que Dios lo acompañe en su misión de “engrandecer a América” y claman para que el pueblo no lo venza. Y es así como el presidente también logra polarizar la fe; sí, la política en sí se ha convertido para muchos en religión. ¿Salvación? ¿Apocalipsis? Tal vez un poco de los dos.


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