/ jueves 5 de diciembre de 2019

CRUZANDO LÍNEAS

Entre capos y terroristas


ARIZONA.- Terrorista. Qué palabra tan prostituida. Se usa para animar canciones que se convierten en retos virales en internet y para designar a organizaciones criminales que crea alarmas sociales con fines políticos. Qué espectro tan amplio: De una ligereza entretenida a una complejidad abrumadora. Hemos normalizado el término y la violencia que conlleva. Sí, como sociedad, a todo se acostumbra uno; también a lo malo.

El problema se agrava cuando los líderes mundiales comienzan a escupir la palabra con tanta despreocupación. Terroristas, terroristas, terroristas. En Estados Unidos antes se asociaba ese término con el dolor y la impotencia de las Torres Gemelas, con la cacería y captura de Osama Bin Laden y con las explosiones de bombas en lugares públicos de Europa. Hoy, ya hay algo más en la mente del estadounidense promedio: Los cárteles de la droga que presuntamente emboscaron y acribillaron a mujeres y niños en México.

Sí, esa masacre tan ensañada y desalmada podría ser clasificada como un acto de terrorismo, pero no hay aún culpables que se jacten del ataque. Las autoridades mexicanas acusan al crimen organizado, pero la verdad es que, salvo un par de dudosos arrestos, aún no se identifica o enjuicia a los responsables. ¿Quién nos asegura que detrás de la tragedia solo está el narco?

La idea de designar a los cárteles de la droga como organizaciones terroristas no es del presidente Donald Trump; son muchos los políticos que han pedido lo mismo. El concepto no es -quizá- tan descabellado como algunos lo piensan; al fin y al cabo, la definición de terrorismo incluye la constante intimidación y violencia para infundir terror en la sociedad, algo en lo que se han especializado los carteles de la droga, pero el diablo está en los detalles. Hay una línea muy delgada entre capos y terroristas, la misma que separa la criminalidad del terrorismo en procesos judiciales.

Es muy poco probable que el presidente Trump pueda cumplir la amenaza de incluir al crimen organizado mexicano en el listado de terroristas. Lo dijo sin pensarlo mucho (o quizá maquilado con alevosía) en una entrevista en televisión nacional; tal vez fue un impulso o quizá una estrategia más para endulzar el oído de un electorado siempre sediento de sus propuestas, por descabelladas que sean.

No es ningún secreto que desde que el magnate llegó a la Casa Blanca se frota las manos con ansiedad por utilizar toda su fuerza militar en contra de los narcos. El mandatario estadounidense ha dicho una y otra vez que México no puede controlar a sus criminales y eso requeriría medidas extremas, como su intervención militar armada sin autorización en territorio mexicano, si se pone en riesgo la seguridad de sus compatriotas. La masacre en La Mora fue un golpe directo también a su pueblo.

Sí, en teoría, los carteles mexicanos podrían cumplir con la definición en general para ser designados terroristas, pero si se lograra enlistarlos, no serían los únicos; de los 68 grupos que ya forman parte del “inventario”, la enumeración superaría fácilmente el centenar en tan solo un par de semanas. Esto representaría una división en los recursos de seguridad nacional y conlleva riesgo de fichar solo a los eslabones más débiles de la cadena del narcotráfico y restarle recursos a amenazas más graves como los ataques de grupos extremistas islámicos.

Pero, bueno, quizá esa es la única manera que el gobierno estadounidense puede contrarrestar la falta de acción de un presidente que le apuesta la seguridad de su pueblo a una serie de abrazos.

Maritza L. Félix es una periodista, productora y escritora independiente galardonada con múltiples premios por sus trabajos de investigación periodística para prensa y televisión en México, Estados Unidos y Europa.

Entre capos y terroristas


ARIZONA.- Terrorista. Qué palabra tan prostituida. Se usa para animar canciones que se convierten en retos virales en internet y para designar a organizaciones criminales que crea alarmas sociales con fines políticos. Qué espectro tan amplio: De una ligereza entretenida a una complejidad abrumadora. Hemos normalizado el término y la violencia que conlleva. Sí, como sociedad, a todo se acostumbra uno; también a lo malo.

El problema se agrava cuando los líderes mundiales comienzan a escupir la palabra con tanta despreocupación. Terroristas, terroristas, terroristas. En Estados Unidos antes se asociaba ese término con el dolor y la impotencia de las Torres Gemelas, con la cacería y captura de Osama Bin Laden y con las explosiones de bombas en lugares públicos de Europa. Hoy, ya hay algo más en la mente del estadounidense promedio: Los cárteles de la droga que presuntamente emboscaron y acribillaron a mujeres y niños en México.

Sí, esa masacre tan ensañada y desalmada podría ser clasificada como un acto de terrorismo, pero no hay aún culpables que se jacten del ataque. Las autoridades mexicanas acusan al crimen organizado, pero la verdad es que, salvo un par de dudosos arrestos, aún no se identifica o enjuicia a los responsables. ¿Quién nos asegura que detrás de la tragedia solo está el narco?

La idea de designar a los cárteles de la droga como organizaciones terroristas no es del presidente Donald Trump; son muchos los políticos que han pedido lo mismo. El concepto no es -quizá- tan descabellado como algunos lo piensan; al fin y al cabo, la definición de terrorismo incluye la constante intimidación y violencia para infundir terror en la sociedad, algo en lo que se han especializado los carteles de la droga, pero el diablo está en los detalles. Hay una línea muy delgada entre capos y terroristas, la misma que separa la criminalidad del terrorismo en procesos judiciales.

Es muy poco probable que el presidente Trump pueda cumplir la amenaza de incluir al crimen organizado mexicano en el listado de terroristas. Lo dijo sin pensarlo mucho (o quizá maquilado con alevosía) en una entrevista en televisión nacional; tal vez fue un impulso o quizá una estrategia más para endulzar el oído de un electorado siempre sediento de sus propuestas, por descabelladas que sean.

No es ningún secreto que desde que el magnate llegó a la Casa Blanca se frota las manos con ansiedad por utilizar toda su fuerza militar en contra de los narcos. El mandatario estadounidense ha dicho una y otra vez que México no puede controlar a sus criminales y eso requeriría medidas extremas, como su intervención militar armada sin autorización en territorio mexicano, si se pone en riesgo la seguridad de sus compatriotas. La masacre en La Mora fue un golpe directo también a su pueblo.

Sí, en teoría, los carteles mexicanos podrían cumplir con la definición en general para ser designados terroristas, pero si se lograra enlistarlos, no serían los únicos; de los 68 grupos que ya forman parte del “inventario”, la enumeración superaría fácilmente el centenar en tan solo un par de semanas. Esto representaría una división en los recursos de seguridad nacional y conlleva riesgo de fichar solo a los eslabones más débiles de la cadena del narcotráfico y restarle recursos a amenazas más graves como los ataques de grupos extremistas islámicos.

Pero, bueno, quizá esa es la única manera que el gobierno estadounidense puede contrarrestar la falta de acción de un presidente que le apuesta la seguridad de su pueblo a una serie de abrazos.

Maritza L. Félix es una periodista, productora y escritora independiente galardonada con múltiples premios por sus trabajos de investigación periodística para prensa y televisión en México, Estados Unidos y Europa.