/ jueves 2 de abril de 2020

CRUZANDO LÍNEAS

Como me ves…



ARIZONA. - Hay días lentos y otros en los que los números se disparan. Un lunes, 18; al siguiente, 200; el otro, mil 200 casos. En realidad, ya no hay pausa ni tregua con el coronavirus en Arizona. Los pacientes de Covid-19 se multiplican a pesar del aislamiento y las muertes a la par; casi 30 en un parpadeo.

Ya tenemos casi tres semanas en aislamiento y la curva no se aplana. Dicen que viene lo peor. El gobernador ordena quedarse en casa, pero muchos ya están cansados del encierro, así que lo desafían con descaro. Ellos pagan por los que no hacen caso.

Las escuelas en Arizona cerraron por lo que resta del año escolar. Las aulas están vacías, ni siquiera los maestros pueden volver al salón. Todo es a distancia y virtual, desde los buenos días hasta las calificaciones improvisadas; así serán también las graduaciones: Remotas y solitarias; con birretes golpeando el techo de las salas. Los estadios están vacíos y los cines apagados; hay candados en las puertas de los centros comerciales y los bares están a un paso de la quiebra. Y no es suficiente. Nada es suficiente.

No nos hemos acostumbrado a la soledad… todavía, pero me da mucho miedo que lo hagamos. La cuarentena obligatoria es, aquí, hasta finales de abril. En otros estados, el aislamiento forzado se extendió hasta principios de junio. No dudo que aguantaremos, sé que sobreviviremos, pero ¿cómo? Falta mucho y hoy ya no somos los mismos.

Intentamos aferrarnos al amor cibernético en el que se reparten abrazos en chats grupales; nos asomamos al mundo por internet y recorremos las calles frente a las pantallas. Vemos la indiferencia con preocupación. Pienso en los refranes de mi pueblo: “Como te veo, me vi; como me ves, te verás”.

Yo también salí, viajé y fui a un festival antes de la encerrona. Me escudaba en el escepticismo. He visto cosas peores, pensaba. Hasta que llegué aquí, ese limbo en el que los contrastes se hacen más fuertes y los demonios más vivos, a pesar de las carcajadas y del amor, de la suerte de mi familia y el privilegio del trabajo a distancia.

Los veo allá y es como mi reflejo, el de ayer, el que no sabía lo que esperaba.

“Wey, ya” … ¡no!

No parará. Esto va pa’ peor.

Están a tiempo. Arizona tiene más casos en el estado que México en todo el país. Acá las muertes se cuentan en pares o tercios a la vez; allá, aún alcanzan los dedos para contarlos (bueno, en el conteo oficial). Pero la curva los alcanzará, como esa maldita ola que en marea alta se traga todo. Y lo entenderán… ojalá que no a la mala. Porque en Estados Unidos sufrimos envueltos en privilegio; pero allá, donde las crisis nunca son temporales, no hay amortiguador para esta pandemia.

Maritza L. Félix es una periodista, productora y escritora independiente galardonada con múltiples premios por sus trabajos de investigación periodística para prensa y televisión en México, Estados Unidos y Europa.


maritzalizethfelix@gmail.com

@maritzalfelix

Como me ves…



ARIZONA. - Hay días lentos y otros en los que los números se disparan. Un lunes, 18; al siguiente, 200; el otro, mil 200 casos. En realidad, ya no hay pausa ni tregua con el coronavirus en Arizona. Los pacientes de Covid-19 se multiplican a pesar del aislamiento y las muertes a la par; casi 30 en un parpadeo.

Ya tenemos casi tres semanas en aislamiento y la curva no se aplana. Dicen que viene lo peor. El gobernador ordena quedarse en casa, pero muchos ya están cansados del encierro, así que lo desafían con descaro. Ellos pagan por los que no hacen caso.

Las escuelas en Arizona cerraron por lo que resta del año escolar. Las aulas están vacías, ni siquiera los maestros pueden volver al salón. Todo es a distancia y virtual, desde los buenos días hasta las calificaciones improvisadas; así serán también las graduaciones: Remotas y solitarias; con birretes golpeando el techo de las salas. Los estadios están vacíos y los cines apagados; hay candados en las puertas de los centros comerciales y los bares están a un paso de la quiebra. Y no es suficiente. Nada es suficiente.

No nos hemos acostumbrado a la soledad… todavía, pero me da mucho miedo que lo hagamos. La cuarentena obligatoria es, aquí, hasta finales de abril. En otros estados, el aislamiento forzado se extendió hasta principios de junio. No dudo que aguantaremos, sé que sobreviviremos, pero ¿cómo? Falta mucho y hoy ya no somos los mismos.

Intentamos aferrarnos al amor cibernético en el que se reparten abrazos en chats grupales; nos asomamos al mundo por internet y recorremos las calles frente a las pantallas. Vemos la indiferencia con preocupación. Pienso en los refranes de mi pueblo: “Como te veo, me vi; como me ves, te verás”.

Yo también salí, viajé y fui a un festival antes de la encerrona. Me escudaba en el escepticismo. He visto cosas peores, pensaba. Hasta que llegué aquí, ese limbo en el que los contrastes se hacen más fuertes y los demonios más vivos, a pesar de las carcajadas y del amor, de la suerte de mi familia y el privilegio del trabajo a distancia.

Los veo allá y es como mi reflejo, el de ayer, el que no sabía lo que esperaba.

“Wey, ya” … ¡no!

No parará. Esto va pa’ peor.

Están a tiempo. Arizona tiene más casos en el estado que México en todo el país. Acá las muertes se cuentan en pares o tercios a la vez; allá, aún alcanzan los dedos para contarlos (bueno, en el conteo oficial). Pero la curva los alcanzará, como esa maldita ola que en marea alta se traga todo. Y lo entenderán… ojalá que no a la mala. Porque en Estados Unidos sufrimos envueltos en privilegio; pero allá, donde las crisis nunca son temporales, no hay amortiguador para esta pandemia.

Maritza L. Félix es una periodista, productora y escritora independiente galardonada con múltiples premios por sus trabajos de investigación periodística para prensa y televisión en México, Estados Unidos y Europa.


maritzalizethfelix@gmail.com

@maritzalfelix