/ jueves 5 de noviembre de 2020

Cruzando líneas

Latinos al grito de guerra



ARIZONA - Linda se acostó con el rosario en las manos en la noche de las elecciones. Le da miedo que Trump se quede cuatro años más; piensa que su bolsillo, su salud mental y su familia no lo resistirían. Sandra tuvo problemas para dormir; cuando vio que Biden llevaba la delantera en la contienda presidencial, pensó que el mundo estaba un paso más cerca de acabarse. Don Ramón dice que amaneció con cruda política; votó -no dice por quién- pero siente malestar por el divisionismo que se vive en este país que ya lo adoptó: Nadie ganó, en esta elección, todos perdimos, piensa. Le llega la náusea.

En realidad, ninguno pudo conciliar el sueño. Los tres están hartos de que los agrupen como manada en ese término tan prostituido del “voto latino”. Yo no soy Latina for Trump, ese hombre es un monstruo, piensa Linda. ¡Qué asco Biden!, yo no pinté nada de azul, se queja Sandra. A mí no me metan, nomás que ya me digan quién ganó, pa’ saber cómo va a estar la cosa, pide don Ramón. Los tres son latinos, migrantes y votantes registrados en Arizona y no podrían ser más distintos, ¿por qué nos aferramos a encasillarlos en un término que no les queda?

¿Y si dejamos de hablar del voto latino como si fuera una manada? Hay latinos pro todo y en contra de todo; hay quienes votan y a los que no les interesa; hay quienes se arrancaron las raíces y echaron nuevas, y quienes siguen con un pie en su tierra y sus recuerdos; hay quienes se “asimilaron”, los conquistaron o sufren de hartazgo. Y está bien. No somos un “bloque” homogéneo.

Arizona, con esta ola azul y una voltereta histórica en el rostro político del estado, demuestra que no todos los hispanos son iguales. No es lo mismo un cubano en Miami que un mexicoamericano en Texas, un guatemalteco en California, un mexicano en Nuevo México y un chicano en la frontera. Tampoco es igual un migrante en Scottsdale que uno en el sur de Phoenix.

Somos el cúmulo de nuestras historias y nuestros miedos, nuestros muertos, los sueños perdidos y los que están por venir, las familias que adoptamos y las que olvidamos, los que traemos y a los que dejamos atrás: somos el mosaico del contraste. Y está bien. Nosotros, los latinos, hemos hecho las paces con eso… ¿por qué no lo hacen los demás?

Pero, incluso con sus discrepancias, el voto latino fue decisivo en Arizona. Sí, los que votaron por Biden y Trump; los que apoyaron la legalización de la marihuana y el impuesto para la educación. Los que votaron con conciencia y los que lo hicieron solo para que los voluntarios los dejaran de presionar. Se contaron. Votaron por la SB1070, por la frontera, por el muro, por la necesidad, por el virus, por la pandemia económica, por su seguro médico, por la educación en casa, por sus hijos, por los que vienen, por los que se fueron, por todo lo que son. El voto latino se notó, con todas sus luces y sus sombras en esta elección; Arizona, Texas, Florida, California… y los que faltan.

Biden no lidera Arizona por su experiencia política o sus cualidades presidenciales; no, ganó por el simple hecho de no ser Trump. Es tibio y eso en la política se percibe como debilidad. Pero el hartazgo popular lo hizo fuerte. Los votantes no eligieron un partido, decidieron no escoger el otro. Y eso quedó muy claro. Así, sí votan los latinos.

Maritza L. Félix es una periodista, productora y escritora independiente galardonada con múltiples premios por sus trabajos de investigación periodística para prensa y televisión en México, Estados Unidos y Europa.

gmail.com

Twitter: @MaritzaLFelix

Latinos al grito de guerra



ARIZONA - Linda se acostó con el rosario en las manos en la noche de las elecciones. Le da miedo que Trump se quede cuatro años más; piensa que su bolsillo, su salud mental y su familia no lo resistirían. Sandra tuvo problemas para dormir; cuando vio que Biden llevaba la delantera en la contienda presidencial, pensó que el mundo estaba un paso más cerca de acabarse. Don Ramón dice que amaneció con cruda política; votó -no dice por quién- pero siente malestar por el divisionismo que se vive en este país que ya lo adoptó: Nadie ganó, en esta elección, todos perdimos, piensa. Le llega la náusea.

En realidad, ninguno pudo conciliar el sueño. Los tres están hartos de que los agrupen como manada en ese término tan prostituido del “voto latino”. Yo no soy Latina for Trump, ese hombre es un monstruo, piensa Linda. ¡Qué asco Biden!, yo no pinté nada de azul, se queja Sandra. A mí no me metan, nomás que ya me digan quién ganó, pa’ saber cómo va a estar la cosa, pide don Ramón. Los tres son latinos, migrantes y votantes registrados en Arizona y no podrían ser más distintos, ¿por qué nos aferramos a encasillarlos en un término que no les queda?

¿Y si dejamos de hablar del voto latino como si fuera una manada? Hay latinos pro todo y en contra de todo; hay quienes votan y a los que no les interesa; hay quienes se arrancaron las raíces y echaron nuevas, y quienes siguen con un pie en su tierra y sus recuerdos; hay quienes se “asimilaron”, los conquistaron o sufren de hartazgo. Y está bien. No somos un “bloque” homogéneo.

Arizona, con esta ola azul y una voltereta histórica en el rostro político del estado, demuestra que no todos los hispanos son iguales. No es lo mismo un cubano en Miami que un mexicoamericano en Texas, un guatemalteco en California, un mexicano en Nuevo México y un chicano en la frontera. Tampoco es igual un migrante en Scottsdale que uno en el sur de Phoenix.

Somos el cúmulo de nuestras historias y nuestros miedos, nuestros muertos, los sueños perdidos y los que están por venir, las familias que adoptamos y las que olvidamos, los que traemos y a los que dejamos atrás: somos el mosaico del contraste. Y está bien. Nosotros, los latinos, hemos hecho las paces con eso… ¿por qué no lo hacen los demás?

Pero, incluso con sus discrepancias, el voto latino fue decisivo en Arizona. Sí, los que votaron por Biden y Trump; los que apoyaron la legalización de la marihuana y el impuesto para la educación. Los que votaron con conciencia y los que lo hicieron solo para que los voluntarios los dejaran de presionar. Se contaron. Votaron por la SB1070, por la frontera, por el muro, por la necesidad, por el virus, por la pandemia económica, por su seguro médico, por la educación en casa, por sus hijos, por los que vienen, por los que se fueron, por todo lo que son. El voto latino se notó, con todas sus luces y sus sombras en esta elección; Arizona, Texas, Florida, California… y los que faltan.

Biden no lidera Arizona por su experiencia política o sus cualidades presidenciales; no, ganó por el simple hecho de no ser Trump. Es tibio y eso en la política se percibe como debilidad. Pero el hartazgo popular lo hizo fuerte. Los votantes no eligieron un partido, decidieron no escoger el otro. Y eso quedó muy claro. Así, sí votan los latinos.

Maritza L. Félix es una periodista, productora y escritora independiente galardonada con múltiples premios por sus trabajos de investigación periodística para prensa y televisión en México, Estados Unidos y Europa.

gmail.com

Twitter: @MaritzaLFelix