/ viernes 19 de noviembre de 2021

¡Cuántas esposas quiera!

En 1540 había veintitrés naciones con lengua diferente habitando el delta del río Colorado, vivían como familias monógamas en el Paraíso, pero en 1774, ante enojo de frailes franciscanos, el hombre tenía cuántas mujeres quisiera.

Al encuentro español-Cucapah (viernes 23, agosto, 1540), con señas realizaron trueque: Los novohispanos dan bagatelas brillantes, recibiendo pan de calabaza y mezquite como producto de sus siembras. Logrando confianza, el capitán Hernando de Alarcón pregunta: _ ¿ Ellas son mujeres de todos?, dijeron: _ ¡Nooo! Quien se casa tiene una sola mujer. Continúa preguntando Alarcón: _ ¿Cómo son las ceremonias del matrimonio?, responden: _ Durante los Kurikuri (fiestas, reencuentros y cosechas) junto a los ancianos, los papás presentan a sus hijos hombres y mujeres en edad para casarse (plena adelescencia). Notifican: _ ¿Alguien elige a alguna para casarse? Al responder afirmativamente alguien, se concertaba en fecha y lugar el matrimonio, en el caso particular a la mujer, el “suegro” padre del joven que la quería, le daban un obsequio a la futura esposa, quedando compromiso firme y en circunstancias debido a distancias y tiempos, en ese mismo momento se consideraban casados.

Por ello, ese día o en fecha acordada se hacía fiesta: Comiendo, cantando, bailando y según la eventualidad, al futuro marido otorgaban determinadas horas de un día, quien marcaba corriendo una línea curva cerrada, dentro de la cual levantaba su casa. Hasta ahí llegaba el grupo con la algarabía de la fiesta, dejándolos donde nadie los pudiera ver. Fue reafirmado ante Alarcón que no se casaban hermanos con hermanas, ni con parientes y que las mujeres antes de casarse no trataban con hombres, estaban en sus casas trabajando; eran consideradas malas mujeres quienes no eran castas; mataban a los hombres adúlteros, podían tener solo una mujer públicamente.

Respecto a sus muertos, informaron que los queman sobre sitio determinado con todas sus pertenencias, depositando sus cenizas en espacio sagrado. Ellos por medio de la muerte van a otro mundo agradable, sin pena ni gloria; todo viudo permanece así un año. La enfermedad causante de más muertes entre ellos, se presenta en echar sangre por la boca; pero tienen médicos que los curan con hiervas, palabras y soplos sobre ellos. En particular estas etnias délticas se agrupan por bandas con diferentes y diversas acciones en favor del grupo guiados por los más sabios, fuertes y más valientes, pero no tienen jefes, cada uno es su propio señor.

Ref. Puerto Isabel.

E-mail: federicoiglesias50@gmail.com

En 1540 había veintitrés naciones con lengua diferente habitando el delta del río Colorado, vivían como familias monógamas en el Paraíso, pero en 1774, ante enojo de frailes franciscanos, el hombre tenía cuántas mujeres quisiera.

Al encuentro español-Cucapah (viernes 23, agosto, 1540), con señas realizaron trueque: Los novohispanos dan bagatelas brillantes, recibiendo pan de calabaza y mezquite como producto de sus siembras. Logrando confianza, el capitán Hernando de Alarcón pregunta: _ ¿ Ellas son mujeres de todos?, dijeron: _ ¡Nooo! Quien se casa tiene una sola mujer. Continúa preguntando Alarcón: _ ¿Cómo son las ceremonias del matrimonio?, responden: _ Durante los Kurikuri (fiestas, reencuentros y cosechas) junto a los ancianos, los papás presentan a sus hijos hombres y mujeres en edad para casarse (plena adelescencia). Notifican: _ ¿Alguien elige a alguna para casarse? Al responder afirmativamente alguien, se concertaba en fecha y lugar el matrimonio, en el caso particular a la mujer, el “suegro” padre del joven que la quería, le daban un obsequio a la futura esposa, quedando compromiso firme y en circunstancias debido a distancias y tiempos, en ese mismo momento se consideraban casados.

Por ello, ese día o en fecha acordada se hacía fiesta: Comiendo, cantando, bailando y según la eventualidad, al futuro marido otorgaban determinadas horas de un día, quien marcaba corriendo una línea curva cerrada, dentro de la cual levantaba su casa. Hasta ahí llegaba el grupo con la algarabía de la fiesta, dejándolos donde nadie los pudiera ver. Fue reafirmado ante Alarcón que no se casaban hermanos con hermanas, ni con parientes y que las mujeres antes de casarse no trataban con hombres, estaban en sus casas trabajando; eran consideradas malas mujeres quienes no eran castas; mataban a los hombres adúlteros, podían tener solo una mujer públicamente.

Respecto a sus muertos, informaron que los queman sobre sitio determinado con todas sus pertenencias, depositando sus cenizas en espacio sagrado. Ellos por medio de la muerte van a otro mundo agradable, sin pena ni gloria; todo viudo permanece así un año. La enfermedad causante de más muertes entre ellos, se presenta en echar sangre por la boca; pero tienen médicos que los curan con hiervas, palabras y soplos sobre ellos. En particular estas etnias délticas se agrupan por bandas con diferentes y diversas acciones en favor del grupo guiados por los más sabios, fuertes y más valientes, pero no tienen jefes, cada uno es su propio señor.

Ref. Puerto Isabel.

E-mail: federicoiglesias50@gmail.com