/ domingo 19 de septiembre de 2021

CULTURARTE

Los choferes

Conducir un auto no es algo que se debe tomar a la ligera. Antes de otorgar un permiso para conducir, se deben revisar aspectos como que el individuo sea mayor de edad, comprobar que sí sabe conducir y revisar que tenga buena visión y audición, elementos básicos para la orientación.


Hay países donde es indispensable una valoración psicológica para que la licencia sea autorizada. En donde ese requisito no es solicitado al acudir por una licencia de manejo, debemos ser honestos con nosotros mismos y asumir si estamos preparados para salir a bordo de un vehículo y ser ecuánimes, controlados en nuestro carácter o si vamos a cambiar de actitud de buena a agresiva al menor incidente en carreteras.

Los cambios en la personalidad de quienes manejan o manejamos son constantes y muy variadas cuando estamos al volante y la agresividad es uno de los cambios más comunes, pero también uno de los que más preocupan y dan temor. Cuando no tenemos un control de la ira adecuado, podemos ser capaces de acciones de nefastos resultados, como aventarle el auto o comportarse soez y agresivamente contra al peatón o usuario de bicicletas que no respeta y sentimos que transgrede nuestros derechos cuando nos “ganan” el cruce en un semáforo que esperábamos ansiosamente pasar para llegar a tiempo a tal o cual lugar. La agresividad nos impulsa a intercambiar gritos, insultos con quienes se “pasan” los 4 altos, a quienes nos rebasan en carril que no corresponde, a los que no marcan vuelta (uso de direccionales) o se nos “pegan” en un plan francamente hostigador, de acoso, presionando a que aumentemos la velocidad y nos obligan literalmente a avanzar más rápido para evitar que nuestro auto salga dañado, con riesgo de chocar por alcance al que va al frente de nosotros.

El estado físico y emocional, el tráfico rudo, la temperatura, el ruido, estimulan la ira. La dificultad para identificar a un conductor a primera vista otorga la facilidad de huida. El sentimiento de posesión e impunidad provoca que nos “extendamos” y volvamos al auto una parte de nosotros mismos y cualquier amenaza de daño representa una ofensa que cala muy hondo y que no podemos pasar por alto.

El lenguaje tan versátil y florido surge también a causa de la ira. Mencionarnos la madre que nos trajo al mundo es bastante popular (uno de los peores insultos entre los mexicanos) y ha sido uno de los motivos de muchos incidentes, accidentes y hasta asesinatos en enfrentamientos entre conductores.


Los choferes

Conducir un auto no es algo que se debe tomar a la ligera. Antes de otorgar un permiso para conducir, se deben revisar aspectos como que el individuo sea mayor de edad, comprobar que sí sabe conducir y revisar que tenga buena visión y audición, elementos básicos para la orientación.


Hay países donde es indispensable una valoración psicológica para que la licencia sea autorizada. En donde ese requisito no es solicitado al acudir por una licencia de manejo, debemos ser honestos con nosotros mismos y asumir si estamos preparados para salir a bordo de un vehículo y ser ecuánimes, controlados en nuestro carácter o si vamos a cambiar de actitud de buena a agresiva al menor incidente en carreteras.

Los cambios en la personalidad de quienes manejan o manejamos son constantes y muy variadas cuando estamos al volante y la agresividad es uno de los cambios más comunes, pero también uno de los que más preocupan y dan temor. Cuando no tenemos un control de la ira adecuado, podemos ser capaces de acciones de nefastos resultados, como aventarle el auto o comportarse soez y agresivamente contra al peatón o usuario de bicicletas que no respeta y sentimos que transgrede nuestros derechos cuando nos “ganan” el cruce en un semáforo que esperábamos ansiosamente pasar para llegar a tiempo a tal o cual lugar. La agresividad nos impulsa a intercambiar gritos, insultos con quienes se “pasan” los 4 altos, a quienes nos rebasan en carril que no corresponde, a los que no marcan vuelta (uso de direccionales) o se nos “pegan” en un plan francamente hostigador, de acoso, presionando a que aumentemos la velocidad y nos obligan literalmente a avanzar más rápido para evitar que nuestro auto salga dañado, con riesgo de chocar por alcance al que va al frente de nosotros.

El estado físico y emocional, el tráfico rudo, la temperatura, el ruido, estimulan la ira. La dificultad para identificar a un conductor a primera vista otorga la facilidad de huida. El sentimiento de posesión e impunidad provoca que nos “extendamos” y volvamos al auto una parte de nosotros mismos y cualquier amenaza de daño representa una ofensa que cala muy hondo y que no podemos pasar por alto.

El lenguaje tan versátil y florido surge también a causa de la ira. Mencionarnos la madre que nos trajo al mundo es bastante popular (uno de los peores insultos entre los mexicanos) y ha sido uno de los motivos de muchos incidentes, accidentes y hasta asesinatos en enfrentamientos entre conductores.


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