/ domingo 31 de octubre de 2021

CULTURARTE

La palabra escrita


El auge de libros, revistas y periódicos en formato digital llegó para quedarse e invadió territorio a más no poder y se puso de moda su edición sobre pedido.


Eso benefició a muy pocos o a unos cuantos. Entre ellos a las editoriales que ya ganan, con tan solo maquilar los tirajes. Los medios informativos, en su forma física, entraron en una dura competencia con los medios digitales y siguen subsistiendo siendo casi acusados de románticos y soñadores, sobreviviendo en larga agonía y esperando tiempos mejores. Según información recopilada de la fuente Pw C Global Entertainment &Media Outlook, la circulación de los medios impresos alcanzó el mayor nivel en el año 2019, iniciando en ese entonces su declive, y su recuperación económica está muy lejana de lograrse. Serían necesarios aproximadamente 30 años o más de ventas adecuadas y parecidas a las de antaño, para lograr una recuperación financieramente hablando, las circunstancias especiales para que eso esté sucediendo son, entre otras, el hecho de que el personal capacitado sea subempleado y devaluado salarialmente, lo cual los obliga a emigrar en busca de mejores oportunidades y hasta en cambiar de actividad o profesión. La situación se agravó a partir de asumir AMLO la Presidencia y cuando cumplió una de sus promesas de campaña de reducir al 50% los gastos públicos federales de publicidad (gastos en comunicación social), ya que de ahí se generaba gran parte de los ingresos brutos, necesarios para mantener una empresa periodística y a su trabajadores.

Una realidad que tratamos de minimizar es que en nuestro país, se lee muy poco, y los periódicos, menos. También sabemos que la rapidez de la comunicación en las Redes Sociales nos ganan terreno y que para cuando una noticia sensacional ocupa el encabezado del periódico versión impresa, ya toda la ciudad está enterada y solo compran ejemplares del diario los involucrados en la noticia, los vecinos o la comadre que salió en la foto de Sociales, etc.

En la otra cara de la moneda, la que salva un poco el contexto en apremio de la Industria Editorial, se encuentran quienes profesan una verdadera vocación dentro de la misión informativa y luchan por preservar la palabra escrita en papel, en ocasiones con inversión económica propia y en una producción a muy baja escala de ejemplares, aún sabiendo que habrá escasas o nulas ganancias.


La palabra escrita


El auge de libros, revistas y periódicos en formato digital llegó para quedarse e invadió territorio a más no poder y se puso de moda su edición sobre pedido.


Eso benefició a muy pocos o a unos cuantos. Entre ellos a las editoriales que ya ganan, con tan solo maquilar los tirajes. Los medios informativos, en su forma física, entraron en una dura competencia con los medios digitales y siguen subsistiendo siendo casi acusados de románticos y soñadores, sobreviviendo en larga agonía y esperando tiempos mejores. Según información recopilada de la fuente Pw C Global Entertainment &Media Outlook, la circulación de los medios impresos alcanzó el mayor nivel en el año 2019, iniciando en ese entonces su declive, y su recuperación económica está muy lejana de lograrse. Serían necesarios aproximadamente 30 años o más de ventas adecuadas y parecidas a las de antaño, para lograr una recuperación financieramente hablando, las circunstancias especiales para que eso esté sucediendo son, entre otras, el hecho de que el personal capacitado sea subempleado y devaluado salarialmente, lo cual los obliga a emigrar en busca de mejores oportunidades y hasta en cambiar de actividad o profesión. La situación se agravó a partir de asumir AMLO la Presidencia y cuando cumplió una de sus promesas de campaña de reducir al 50% los gastos públicos federales de publicidad (gastos en comunicación social), ya que de ahí se generaba gran parte de los ingresos brutos, necesarios para mantener una empresa periodística y a su trabajadores.

Una realidad que tratamos de minimizar es que en nuestro país, se lee muy poco, y los periódicos, menos. También sabemos que la rapidez de la comunicación en las Redes Sociales nos ganan terreno y que para cuando una noticia sensacional ocupa el encabezado del periódico versión impresa, ya toda la ciudad está enterada y solo compran ejemplares del diario los involucrados en la noticia, los vecinos o la comadre que salió en la foto de Sociales, etc.

En la otra cara de la moneda, la que salva un poco el contexto en apremio de la Industria Editorial, se encuentran quienes profesan una verdadera vocación dentro de la misión informativa y luchan por preservar la palabra escrita en papel, en ocasiones con inversión económica propia y en una producción a muy baja escala de ejemplares, aún sabiendo que habrá escasas o nulas ganancias.


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