Desde que tengo la oportunidad de escribir en este espacio, he sido muy insistente en trabajar en la cultura de la paz desde las escuelas de nivel primaria. Como docente creo que la transformación inicia desde las aulas, con clases de civismo que es lo que nos permite entender las normas para que las personas convivan en sociedad y de forma civilizada.
Entiendo que hay situaciones que se salen de control, pero es precisamente por las razones que menciono y por la falta de oportunidades, trabajos estables, con remuneraciones superiores a lo que cuesta la canasta básica y todo eso que venimos arrastrando del pasado es que cuesta estabilizar la situación en este país.
Se tiene trabajando poco ante un régimen que se mantuvo por años y que hizo de los mexicanos lo que se les antojaba. Hoy vivimos los resultados de todo eso.
Pero no solo el “papá gobierno” puede ir por las calles resolviendo el problema que también muchos de ellos comienzan en casa. Lo digo con todo el respeto que se merecen todas las familias, pero la formación de valores en las personas, sobre todo en los niños está en crisis. Y si, se pueden reforzar en clase todo esto, pero como bien dice el dicho, la educación comienza en casa.
Nosotros estamos a cargo de los menores hasta que los soltamos para que acudan a la escuela. Ahí ya deben ir con la mentalidad del respeto, tolerancia, empatía, disciplina y todo lo que conlleva a una relación humana estable.
Conozco perfectamente las obligaciones de un padre de familia, las de un docente y las de un servidor público y ante estas tres profesiones, seguro estoy que la cultura de la paz siempre será el camino correcto, pocos lo entienden, pocos lo promueven porque le apuestan más a otro tipo de acciones, dejando en fuera que las futuras generaciones son victimas de lo que ven en las redes sociales y en los programas. El acceso a las pantallas también es un tema complicado.
En cualquiera de las trincheras en las que me ha tocado estar, he sido impulsor de la cultura de la paz, de trabajar con nuestras infancias y adolescencias. Marcar en ellos el pensamiento de que hay cosas buenas y que también se pueden hacer cosas de forma correcta para tener una mejor calidad de vida.
Los tres niveles de gobierno deben o debemos trabajar en políticas públicas para evitar que nuestros infantes y juventudes emigren en la búsqueda de una vida mejor, de entender que está bien o mal. Estamos para fortalecernos y no para debilitarnos como gobierno, como sociedad.
Yo sé que en palabras se escucha muy bonito y que en la práctica puede terminar siendo todo lo contrario, pero mientras existan voluntades todo es posible, mejorar el presente y asegurarles el futuro a los que vienen atrás de nosotros.