/ viernes 4 de febrero de 2022

Docencia

“Todo el mundo habla de paz, pero nadie educa para la paz, educan para la competencia y la competencia es el principio de cualquier guerra”, La educación prohibida.

En estos tiempos turbulentos, donde una pandemia secuestró y cambió por completo la manera de vivir, de relacionarse e incluso de educarse, se necesitan docentes. Docentes que eduquen para la paz, con valores y principios, que hagan al alumno cuestionarse sobre la vida, el amor, la ciencia, matemáticas, español, historia, finanzas, nutrición y demás. ¿Qué es la vida sin un poco de curiosidad?

Debes saber que eres el reflejo de las enseñanzas de tus padres, los primeros docentes de la vida. De quienes aprendiste a no titubear, a no rendirte y continuar, quienes con su ejemplo forjaron las bases de lo que eres, nunca lo olvides. Eres la expresión de sus defectos y virtudes, la realización de sus sueños, su mayor y mejor logro.

Hoy más que nunca el mundo requiere profesionistas en la educación comprometidos con la enseñanza, docentes que no sólo se dediquen a la educación porque no encontraron otra cosa que hacer, docentes apasionados y preocupados por el aprendizaje de sus estudiantes, docentes cuyo principal objetivo sea fomentar el pensamiento crítico en sus educandos, docentes que vayan más allá de enseñar información, que no vean al estudiante como un número más, sino como un ser humano que también se equivoca, llora y sufre. Lo mismo deben entender los estudiantes y sus padres respecto al docente, pues, aunque el docente tiene el compromiso de guiarlos y de enseñarles, el docente también es una persona que se agota, que ríe, llora, se estresa o equivoca al igual que el alumno, el docente tampoco es perfecto, pues es su humanidad que lo dota de imperfección.

El docente debe enseñar, pero también tiene la obligación de mediar la discrepancia, de ser lo suficientemente maduro para aceptar que no lo sabe todo y que de sus alumnos también puede aprender, cuando eso suceda, las barreras que pudieran existir entre docente y estudiante se habrán disipado.

¿Quién quiere ser profesor estos días? ¿Quién desea enseñar a una generación de jóvenes que consideran perdida? ¿Quién quiere transitar por los caminos sinuosos de la educación y darse golpeteos contra la burocracia, las redes sociales, los medios de comunicación y la creciente cultura de la censura social? Aunque parezca increíble, solo quienes abrazan y se apasionan por la enseñanza saben que no hay generaciones perdidas, sino incomprendidas. Que cada generación de estudiantes trae los invaluables tesoros de la curiosidad, el cuestionamiento y que por el hecho de enseñar bien vale la pena recorrer los turbulentos, sinuosos, pero a la vez esplendorosos y cálidos caminos del educador.

Los tiempos cambiaron abruptamente hace dos años, con ello surgieron nuevos desafíos que pusieron a prueba al mundo entero, pero a pesar de ello henos aquí, más fuertes y resilientes que nunca, con temple y convicción de que para quien en verdad desea educar y a quien en verdad le gusta aprender, no existen imposibles.


“Todo el mundo habla de paz, pero nadie educa para la paz, educan para la competencia y la competencia es el principio de cualquier guerra”, La educación prohibida.

En estos tiempos turbulentos, donde una pandemia secuestró y cambió por completo la manera de vivir, de relacionarse e incluso de educarse, se necesitan docentes. Docentes que eduquen para la paz, con valores y principios, que hagan al alumno cuestionarse sobre la vida, el amor, la ciencia, matemáticas, español, historia, finanzas, nutrición y demás. ¿Qué es la vida sin un poco de curiosidad?

Debes saber que eres el reflejo de las enseñanzas de tus padres, los primeros docentes de la vida. De quienes aprendiste a no titubear, a no rendirte y continuar, quienes con su ejemplo forjaron las bases de lo que eres, nunca lo olvides. Eres la expresión de sus defectos y virtudes, la realización de sus sueños, su mayor y mejor logro.

Hoy más que nunca el mundo requiere profesionistas en la educación comprometidos con la enseñanza, docentes que no sólo se dediquen a la educación porque no encontraron otra cosa que hacer, docentes apasionados y preocupados por el aprendizaje de sus estudiantes, docentes cuyo principal objetivo sea fomentar el pensamiento crítico en sus educandos, docentes que vayan más allá de enseñar información, que no vean al estudiante como un número más, sino como un ser humano que también se equivoca, llora y sufre. Lo mismo deben entender los estudiantes y sus padres respecto al docente, pues, aunque el docente tiene el compromiso de guiarlos y de enseñarles, el docente también es una persona que se agota, que ríe, llora, se estresa o equivoca al igual que el alumno, el docente tampoco es perfecto, pues es su humanidad que lo dota de imperfección.

El docente debe enseñar, pero también tiene la obligación de mediar la discrepancia, de ser lo suficientemente maduro para aceptar que no lo sabe todo y que de sus alumnos también puede aprender, cuando eso suceda, las barreras que pudieran existir entre docente y estudiante se habrán disipado.

¿Quién quiere ser profesor estos días? ¿Quién desea enseñar a una generación de jóvenes que consideran perdida? ¿Quién quiere transitar por los caminos sinuosos de la educación y darse golpeteos contra la burocracia, las redes sociales, los medios de comunicación y la creciente cultura de la censura social? Aunque parezca increíble, solo quienes abrazan y se apasionan por la enseñanza saben que no hay generaciones perdidas, sino incomprendidas. Que cada generación de estudiantes trae los invaluables tesoros de la curiosidad, el cuestionamiento y que por el hecho de enseñar bien vale la pena recorrer los turbulentos, sinuosos, pero a la vez esplendorosos y cálidos caminos del educador.

Los tiempos cambiaron abruptamente hace dos años, con ello surgieron nuevos desafíos que pusieron a prueba al mundo entero, pero a pesar de ello henos aquí, más fuertes y resilientes que nunca, con temple y convicción de que para quien en verdad desea educar y a quien en verdad le gusta aprender, no existen imposibles.