/ domingo 27 de junio de 2021

FE Y RAZÓN

El silencio oscuro de la cárcel en México


Tenemos que entender que el problema de seguridad no se agota solamente encarcelando, sino que es un llamado para atender las causas estructurales y culturales de la inseguridad que afectan todo el entramado social. PAPA FRANCISCO

Debemos retomar el camino para romper los círculos de la violencia y delincuencia, es mucho el tiempo perdido pensando y creyendo que todo se resuelve, aislando, apartando, encarcelando, sacándonos los problemas de encima, creyendo que estas medidas cautelares y esta impartición de justicia solucionan los problemas, sin embargo hoy nuestros centros penitenciarios o cárceles mexicanas, están sobrepoblados, celdas donde pueden vivir hasta 14 personas en situaciones de hacinamiento y en condiciones poco humana, sin detallar el sistema Darwinista que impera al interior de las prisiones, donde prevalece la supremacía del más fuerte.

La misericordia Divina nos recuerda que las cárceles son un síntoma de cómo estamos en la sociedad, un síntoma silencioso de omisiones que ha provocado una cultura del descarte, una cultura que ha dejado de apostar por la vida y una sociedad que poco a poco ha ido abandonando a sus hijos, etiquetándolos como delincuentes no como personas que pueden buscar una conversión y una vida con mejores condiciones de dignidad.

Hoy tenemos que ser más proactivos que reactivos, reaccionamos cuando el mal ya está hecho, los centros de rehabilitación (que ese sería otro tema importante) son la antesala de una celda en la cárcel o de una morgue en alguna funeraria, realmente la reinserción no comienza dentro de las paredes de una celda, sino realmente comienza fuera, en las calles, con mejores oportunidades de estudio, empleo, superación, buscando un sistema de salud social, familias que entiendan la gravedad de esta situación deprimente y miserable en que vive el joven envuelto en ese silencio oscuro de la soledad, abandono y todavía señalado como el culpable del mal social, cuando en realidad son el fruto en muchos de los casos del egoísmo y falta de atención de sus padres o tutores.

En muchas entidades el sistema penitenciario es incapaz e incapacita a las personas a seguir cometiendo delitos, más que promover los procesos de reinserción que permitan atender los problemas sociales, psicológicos y familiares que llevaron a una persona a determinada actitud. Tenemos que entender que el problema de seguridad no se agota solamente encarcelando, sino que es un llamado para atender las causas estructurales y culturales de la inseguridad que afectan todo el entramado social.

El silencio que calla y enmudece, que oculta y prevalece, la oscuridad que atormenta y esconde, que priva de contemplar y disfrutar al hombre, el horizonte.

El silencio oscuro de la cárcel en México


Tenemos que entender que el problema de seguridad no se agota solamente encarcelando, sino que es un llamado para atender las causas estructurales y culturales de la inseguridad que afectan todo el entramado social. PAPA FRANCISCO

Debemos retomar el camino para romper los círculos de la violencia y delincuencia, es mucho el tiempo perdido pensando y creyendo que todo se resuelve, aislando, apartando, encarcelando, sacándonos los problemas de encima, creyendo que estas medidas cautelares y esta impartición de justicia solucionan los problemas, sin embargo hoy nuestros centros penitenciarios o cárceles mexicanas, están sobrepoblados, celdas donde pueden vivir hasta 14 personas en situaciones de hacinamiento y en condiciones poco humana, sin detallar el sistema Darwinista que impera al interior de las prisiones, donde prevalece la supremacía del más fuerte.

La misericordia Divina nos recuerda que las cárceles son un síntoma de cómo estamos en la sociedad, un síntoma silencioso de omisiones que ha provocado una cultura del descarte, una cultura que ha dejado de apostar por la vida y una sociedad que poco a poco ha ido abandonando a sus hijos, etiquetándolos como delincuentes no como personas que pueden buscar una conversión y una vida con mejores condiciones de dignidad.

Hoy tenemos que ser más proactivos que reactivos, reaccionamos cuando el mal ya está hecho, los centros de rehabilitación (que ese sería otro tema importante) son la antesala de una celda en la cárcel o de una morgue en alguna funeraria, realmente la reinserción no comienza dentro de las paredes de una celda, sino realmente comienza fuera, en las calles, con mejores oportunidades de estudio, empleo, superación, buscando un sistema de salud social, familias que entiendan la gravedad de esta situación deprimente y miserable en que vive el joven envuelto en ese silencio oscuro de la soledad, abandono y todavía señalado como el culpable del mal social, cuando en realidad son el fruto en muchos de los casos del egoísmo y falta de atención de sus padres o tutores.

En muchas entidades el sistema penitenciario es incapaz e incapacita a las personas a seguir cometiendo delitos, más que promover los procesos de reinserción que permitan atender los problemas sociales, psicológicos y familiares que llevaron a una persona a determinada actitud. Tenemos que entender que el problema de seguridad no se agota solamente encarcelando, sino que es un llamado para atender las causas estructurales y culturales de la inseguridad que afectan todo el entramado social.

El silencio que calla y enmudece, que oculta y prevalece, la oscuridad que atormenta y esconde, que priva de contemplar y disfrutar al hombre, el horizonte.