/ domingo 1 de agosto de 2021

FE Y RAZÓN

Te amo y me amarás



Seguimos pensando que el matrimonio tiene que ser feliz por el solo hecho de habernos casado, porque juramos ante el altar y dimos nuestra palabra de ser siempre fieles en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad y hasta que la muerte nos separe.

Pero mirando la realidad y desafío de la familia, tenemos que mirar toda su complejidad desde la crisis moral, religiosa, cultural, una situación llena de factores externos que fragmentan la estructura de la persona, del matrimonio y por ende la familia, un caminar entre luz y sombra, alegría y dolor, esperanza y soledad.

Hoy se habla de un cambio antropológico y cultural de la vida que requiere un enfoque desde el análisis y la diversidad, sin embargo, hay un individualismo desesperado que desvirtúa los vínculos familiares y considera a cada componente de la familia como una Isla, generando dentro del dinamismo familiar la intolerancia y agresividad, estamos viviendo una libertad mal comprendida que huye de los compromisos y vivimos en un encierro entre la comodidad y la arrogancia que degenera en una incapacidad de donarse a Sí mismo. Hoy crece el número de personas que pueden vivir solas o que les es más fácil y práctico convivir sin cohabitar, hoy se puede confundir la genuina libertad con la idea de cada quien elige y juzga como le parece, como si más allá de uno mismo no hubiera verdades, valores, principios que nos orientan, es decir como si todo fuera igual y cualquier cosa debiera permitirse.

En este contexto el ideal matrimonial, como un compromiso de exclusividad y de estabilidad, termina siendo arrasado por las convivencias, circunstancias o por los caprichos de la sensibilidad o sensualidad. Sin embargo, se teme a la soledad, se busca más que nada la protección y fidelidad, pero al mismo tiempo crece el temor a ser atrapado por una relación que pueda prolongar o truncar las aspiraciones personales.

Se debe advertir la decadencia cultural que promueve el amor y la entrega y que a la vez piensa que el amor es virtual y que al igual que en las redes sociales se puede conectar o desconectar a gusto del consumidor e incluso bloquear rápidamente. El narcisismo vuelve a las personas incapaces de mirar más allá de sí mismos y la crisis del matrimonio frecuentemente se envuelve en una superficialidad casi virtual sin la valentía y carente de la paciencia de diálogo sincero, manejo del perdón recíproco, de la reconciliación y también del sacrificio.

El fundamento social es la pareja y la plataforma social es la familia, es el génesis, es la matriz, es el vientre donde nace, crece, se desarrolla y reproduce la especie humana, por tanto atentar, descuidar o mal formar este principio Básico, es fragmentar la base y el principio de la vida que se acompaña del amor.

TE AMO Y ME AMARÁS, NOS AMAREMOS Y SEREMOS, VIVIREMOS Y TENDREMOS, UNA VIDA PARA PROTEGERNOS


Te amo y me amarás



Seguimos pensando que el matrimonio tiene que ser feliz por el solo hecho de habernos casado, porque juramos ante el altar y dimos nuestra palabra de ser siempre fieles en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad y hasta que la muerte nos separe.

Pero mirando la realidad y desafío de la familia, tenemos que mirar toda su complejidad desde la crisis moral, religiosa, cultural, una situación llena de factores externos que fragmentan la estructura de la persona, del matrimonio y por ende la familia, un caminar entre luz y sombra, alegría y dolor, esperanza y soledad.

Hoy se habla de un cambio antropológico y cultural de la vida que requiere un enfoque desde el análisis y la diversidad, sin embargo, hay un individualismo desesperado que desvirtúa los vínculos familiares y considera a cada componente de la familia como una Isla, generando dentro del dinamismo familiar la intolerancia y agresividad, estamos viviendo una libertad mal comprendida que huye de los compromisos y vivimos en un encierro entre la comodidad y la arrogancia que degenera en una incapacidad de donarse a Sí mismo. Hoy crece el número de personas que pueden vivir solas o que les es más fácil y práctico convivir sin cohabitar, hoy se puede confundir la genuina libertad con la idea de cada quien elige y juzga como le parece, como si más allá de uno mismo no hubiera verdades, valores, principios que nos orientan, es decir como si todo fuera igual y cualquier cosa debiera permitirse.

En este contexto el ideal matrimonial, como un compromiso de exclusividad y de estabilidad, termina siendo arrasado por las convivencias, circunstancias o por los caprichos de la sensibilidad o sensualidad. Sin embargo, se teme a la soledad, se busca más que nada la protección y fidelidad, pero al mismo tiempo crece el temor a ser atrapado por una relación que pueda prolongar o truncar las aspiraciones personales.

Se debe advertir la decadencia cultural que promueve el amor y la entrega y que a la vez piensa que el amor es virtual y que al igual que en las redes sociales se puede conectar o desconectar a gusto del consumidor e incluso bloquear rápidamente. El narcisismo vuelve a las personas incapaces de mirar más allá de sí mismos y la crisis del matrimonio frecuentemente se envuelve en una superficialidad casi virtual sin la valentía y carente de la paciencia de diálogo sincero, manejo del perdón recíproco, de la reconciliación y también del sacrificio.

El fundamento social es la pareja y la plataforma social es la familia, es el génesis, es la matriz, es el vientre donde nace, crece, se desarrolla y reproduce la especie humana, por tanto atentar, descuidar o mal formar este principio Básico, es fragmentar la base y el principio de la vida que se acompaña del amor.

TE AMO Y ME AMARÁS, NOS AMAREMOS Y SEREMOS, VIVIREMOS Y TENDREMOS, UNA VIDA PARA PROTEGERNOS