/ domingo 26 de septiembre de 2021

FE Y RAZÓN

La familia es donde se origina la sociedad


Estamos en medio de un torbellino que nos lleva al vacío, como si fuera la caja de pandora abierta y de la cual salen todos los males. Una sociedad fragmentada en su jerarquía de valores, una decadencia en principios fundamentales como la vida amenazada por el aborto legal, un relativismo moral donde cada uno elige lo que es bueno o malo, una espiritualidad individualista ausente de vida en comunidad.

Hoy los padres de familia viven un desgaste desproporcionado en el mundo laboral, esto dificulta sin duda una mejor atención y formación para con los hijos en su crecimiento personal y familiar. Existe una terrible ausencia de los padres en el hogar por sus largas jornadas de trabajo y esto sin duda le resta presencia y calidad de tiempo al hogar, y cada casa, cada familia, debería de ser una escuela de humanidad en donde se deben aprender las cuestiones esenciales como: La solidaridad, honestidad, justicia, la verdad, las virtudes, el cuidado de los unos y los otros, el respeto y la dignidad humana. Pero la realidad es otra y nuestras casas se están convirtiendo solo en dormitorios donde conviven de manera superficial y en muchos de los casos se vive de forma hostil.

Debemos evitar que nuestros hijos crezcan sin conocer a Dios, sin principios humanos, ya que en las familias, las escuelas, empresas y junto a quienes nos gobiernan debemos intentar una nueva sociedad, una nueva forma de ver la vida y de relacionarnos. En ese camino de búsqueda de paz y justicia social, se deben generar oportunidades de vida para las personas y que contribuyan a erradicar la pobreza y desigualdad.

Vivimos tan desconectados que pareciera no saber distinguir entre lo que es real y lo que es virtual o aparente, vivimos tan desorientados que no sabemos distinguir la verdad de la mentira, como el cuento clásico de Caperucita Roja que no sabe distinguir al Lobo de la Abuelita. Hoy nos falta más que nunca reconocer que la persona es el principio y el fin de cualquier actividad, que la grandeza del ser humano está en el Ser no en el Tener, nos hace falta concentrarnos en lo que somos y en lo que hacemos, porque pareciera que vivimos distraídos y desubicados sin darle valor a lo que verdaderamente es esencial para nuestra vida.

Hoy queremos salvar las especies en extinción, el ecosistema fuertemente dañado por la contaminación, pero nos olvidamos que debemos velar y proteger la primera institución que es la familia, pues es ella la que nos forma y de la cual bebemos lo mejor de la vida que nace del amor.

Dicen que los problemas acaban donde empiezan y si verdaderamente queremos salvar esta sociedad tan fuertemente sacudida por la violencia y la injusticia. Debemos volver al origen, a la matriz de la sociedad que es la familia y saber que como hijos de Dios, todos somos hermanos y formamos una sola familia en este mundo que debería ser bello para todos.

Ama tu familia, cuida tu familia, protege tu familia y Dios bendecirá tu familia.


La familia es donde se origina la sociedad


Estamos en medio de un torbellino que nos lleva al vacío, como si fuera la caja de pandora abierta y de la cual salen todos los males. Una sociedad fragmentada en su jerarquía de valores, una decadencia en principios fundamentales como la vida amenazada por el aborto legal, un relativismo moral donde cada uno elige lo que es bueno o malo, una espiritualidad individualista ausente de vida en comunidad.

Hoy los padres de familia viven un desgaste desproporcionado en el mundo laboral, esto dificulta sin duda una mejor atención y formación para con los hijos en su crecimiento personal y familiar. Existe una terrible ausencia de los padres en el hogar por sus largas jornadas de trabajo y esto sin duda le resta presencia y calidad de tiempo al hogar, y cada casa, cada familia, debería de ser una escuela de humanidad en donde se deben aprender las cuestiones esenciales como: La solidaridad, honestidad, justicia, la verdad, las virtudes, el cuidado de los unos y los otros, el respeto y la dignidad humana. Pero la realidad es otra y nuestras casas se están convirtiendo solo en dormitorios donde conviven de manera superficial y en muchos de los casos se vive de forma hostil.

Debemos evitar que nuestros hijos crezcan sin conocer a Dios, sin principios humanos, ya que en las familias, las escuelas, empresas y junto a quienes nos gobiernan debemos intentar una nueva sociedad, una nueva forma de ver la vida y de relacionarnos. En ese camino de búsqueda de paz y justicia social, se deben generar oportunidades de vida para las personas y que contribuyan a erradicar la pobreza y desigualdad.

Vivimos tan desconectados que pareciera no saber distinguir entre lo que es real y lo que es virtual o aparente, vivimos tan desorientados que no sabemos distinguir la verdad de la mentira, como el cuento clásico de Caperucita Roja que no sabe distinguir al Lobo de la Abuelita. Hoy nos falta más que nunca reconocer que la persona es el principio y el fin de cualquier actividad, que la grandeza del ser humano está en el Ser no en el Tener, nos hace falta concentrarnos en lo que somos y en lo que hacemos, porque pareciera que vivimos distraídos y desubicados sin darle valor a lo que verdaderamente es esencial para nuestra vida.

Hoy queremos salvar las especies en extinción, el ecosistema fuertemente dañado por la contaminación, pero nos olvidamos que debemos velar y proteger la primera institución que es la familia, pues es ella la que nos forma y de la cual bebemos lo mejor de la vida que nace del amor.

Dicen que los problemas acaban donde empiezan y si verdaderamente queremos salvar esta sociedad tan fuertemente sacudida por la violencia y la injusticia. Debemos volver al origen, a la matriz de la sociedad que es la familia y saber que como hijos de Dios, todos somos hermanos y formamos una sola familia en este mundo que debería ser bello para todos.

Ama tu familia, cuida tu familia, protege tu familia y Dios bendecirá tu familia.