/ domingo 27 de marzo de 2022

FE Y RAZÓN

Dios siempre te espera


Este domingo del tiempo de cuaresma se reflexionará en los discursos de homilía, una parábola bella por su narración y mensaje, es la llamada parábola del “hijo pródigo” o también conocida como el “Padre de misericordia”, en ella se narra una de las tragedias más dolorosas que pudiera existir para un padre de familia que pierde a su hijo, un padre que a pesar de su gran amor no logra construir una familia unida.

Hay tres cosas que no elegimos en la vida y son los padres, los hijos y los hermanos. Porque la vida es de Dios y él es quien nos elige, por eso la vida comienza en el misterio, en el silencio, entre la alegría o el miedo, junto a la vida nace el amor y el arte de amar consiste en entregar todo el corazón a quien no se ha elegido, como una madre que sin conocer defiende con todo su ser la vida que gesta en su vientre.

Como primer escena tenemos la actuación del hijo menor que da por muerto a su padre y le pide la parte de la herencia, pensando que es libre, que es mayor de edad, que él sabe lo que hace, que es fuerte y sabio y con esto rompe la solidaridad y unidad del hogar echando por tierra el amor y la paz de la familia. Sin embargo, el padre respetando la decisión o sin razón de su hijo le entrega la parte que le toca y es ahí donde comienza una vida vacía en el hijo por querer cosechar lo que él no sembró, por intentar vivir al margen de la autoridad paterna y la disciplina del trabajo. La vida de este hijo termina en las calles mendigando, trabajando por un sueldo no por un futuro ni proyecto y es ahí cuando el joven destruido por el hambre y la humillación siente perdida su dignidad como ser humano y regresa a la casa del padre, lo hace por un recuerdo que llega a su mente, era el recuerdo cuando tenía de todo sin darse cuenta, cuando se sentía amado y protegido sin valorarlo, cuando revivió momentos en que su alma se sentía plena y feliz, es ahí donde decide volver.

La siguiente escena ocurre cuando el Hijo envuelto ya en harapos se dirige encorvado a casa, sobre sus hombros carga la vergüenza de haber lastimado al papá, el fracaso de haber perdido todo y las heridas de un pasado que tiene que sanar y superar, pero mientras más se acerca en la puerta del hogar está un hombre parado con los ojos llenos de esperanza mirando el horizonte y guardando el momento de ver venir a su hijo. Cuando se ve venir la silueta casi irreconocible del hijo, aparece el Padre conmovido y corre a su encuentro, lo besa efusivamente delante de todos, olvidándose de su propia dignidad le ofrece el perdón antes que se declare culpable y lo restablece en su honor de hijo, lo protege del rechazo y murmuraciones de vecinos organizándole una fiesta y no precisamente porque festejara un triunfo o graduación del hijo, sino simplemente porque este hijo lo creía muerto y ha vuelto a vivir.

No importa quién crees que eres, no importa tus errores, tus pecados y tus heridas, levántate, regresa a Dios donde tu alma se alegra y vive en paz, donde tu espíritu se fusiona con la luz. Dios te ama no tengas miedo, él siempre te espera.

Dios siempre te espera


Este domingo del tiempo de cuaresma se reflexionará en los discursos de homilía, una parábola bella por su narración y mensaje, es la llamada parábola del “hijo pródigo” o también conocida como el “Padre de misericordia”, en ella se narra una de las tragedias más dolorosas que pudiera existir para un padre de familia que pierde a su hijo, un padre que a pesar de su gran amor no logra construir una familia unida.

Hay tres cosas que no elegimos en la vida y son los padres, los hijos y los hermanos. Porque la vida es de Dios y él es quien nos elige, por eso la vida comienza en el misterio, en el silencio, entre la alegría o el miedo, junto a la vida nace el amor y el arte de amar consiste en entregar todo el corazón a quien no se ha elegido, como una madre que sin conocer defiende con todo su ser la vida que gesta en su vientre.

Como primer escena tenemos la actuación del hijo menor que da por muerto a su padre y le pide la parte de la herencia, pensando que es libre, que es mayor de edad, que él sabe lo que hace, que es fuerte y sabio y con esto rompe la solidaridad y unidad del hogar echando por tierra el amor y la paz de la familia. Sin embargo, el padre respetando la decisión o sin razón de su hijo le entrega la parte que le toca y es ahí donde comienza una vida vacía en el hijo por querer cosechar lo que él no sembró, por intentar vivir al margen de la autoridad paterna y la disciplina del trabajo. La vida de este hijo termina en las calles mendigando, trabajando por un sueldo no por un futuro ni proyecto y es ahí cuando el joven destruido por el hambre y la humillación siente perdida su dignidad como ser humano y regresa a la casa del padre, lo hace por un recuerdo que llega a su mente, era el recuerdo cuando tenía de todo sin darse cuenta, cuando se sentía amado y protegido sin valorarlo, cuando revivió momentos en que su alma se sentía plena y feliz, es ahí donde decide volver.

La siguiente escena ocurre cuando el Hijo envuelto ya en harapos se dirige encorvado a casa, sobre sus hombros carga la vergüenza de haber lastimado al papá, el fracaso de haber perdido todo y las heridas de un pasado que tiene que sanar y superar, pero mientras más se acerca en la puerta del hogar está un hombre parado con los ojos llenos de esperanza mirando el horizonte y guardando el momento de ver venir a su hijo. Cuando se ve venir la silueta casi irreconocible del hijo, aparece el Padre conmovido y corre a su encuentro, lo besa efusivamente delante de todos, olvidándose de su propia dignidad le ofrece el perdón antes que se declare culpable y lo restablece en su honor de hijo, lo protege del rechazo y murmuraciones de vecinos organizándole una fiesta y no precisamente porque festejara un triunfo o graduación del hijo, sino simplemente porque este hijo lo creía muerto y ha vuelto a vivir.

No importa quién crees que eres, no importa tus errores, tus pecados y tus heridas, levántate, regresa a Dios donde tu alma se alegra y vive en paz, donde tu espíritu se fusiona con la luz. Dios te ama no tengas miedo, él siempre te espera.