/ domingo 15 de diciembre de 2019

LIBRE PENSAMIENTO

No pasa nada


Si las calles hablasen, si el viento se pronunciara y la briza susurrara el innegable presagio de una ciudad, tocada, acariciada por la frágil, seductora y a la vez intrépida mano huesuda que se postra sobre los municipios de un estado y nación acongojada por los caprichos de aquella bella, pero escalofriante silueta embestida de negro, consuelo de algunos, tormento de otros, pero inevitable para todos… la muerte.

Irrefutable pensar que no sucede nada. Más allá de los motivos por los que fueran asesinadas las personas, no se puede ocultar ni tapar con un dedo aquello que se pretende esconder en prefijos hereditarios, fastuosos, inertes, poco funcionales e incluso groseros para la ciudadanía.

Un país en donde delinquir se convirtió en la profesión preferida de la clase política, una población forjada por una clase política corrupta que hace y deshace al amparo del poder, cuyo mejor ejemplo para el ciudadano ha sido la impunidad, el compadrazgo y opacidad e ineptitud de su actuar, respaldada, apoyada por un grupo de fieles seguidores que aspiran estar a la par de ellos, esa población, debe intentar recuperar aquella paz que tenía.

Aceptar frente a cámaras, empresarios, representantes de los diferentes partidos y sanluisinos que la inseguridad en el estado y municipio aumento, que los índices de violencia son mayores y la tranquilidad de antes es solo un recuerdo de lo que ya fue, no debería estigmatizar a nadie, total, la verdad por muy amarga que sea, simplemente es la verdad, no se debe continuar viviendo en el mundo ideal, sino en el real.

El discurso de “es solo entre ellos” comienza a gastarse, es obsoleto, las personas están a la espera de escuchar algo más que es “caso aislado”, porque esos casos aislados comienzan cada vez más a suceder dentro de la zona urbana, en horarios convencionales de movilidad civil.

Los números no mienten, la violencia se a encrudecido en todo el país, estado y municipio, resulta innegable no aceptar lo evidente.

Se espera que el milagro de navidad suceda y que un día no muy lejano el discurso de “no pasa nada”, se convierta al de sí pasa, que opten por comunicar y aceptar lo que a simple vista es palpable, que dejen de intentar vernos la cara suavizando una verdad dolorosa, pero a fin de cuentas cierta.

No habrá desfile o festival que no quede opacado por aquello de lo que se quejaron tanto y ahora se niegan a reconocer estando en la silla… la inseguridad.

Es claro que no tienen barita mágica para componer las cosas, pero nada se consigue negando y ocultando lo evidente, de perdida para que la población tenga mayor precaución en su día a día, pues todos pueden ser víctimas de algún hecho violento.

Felicidades a los graduados de CECAP, cuídense y gracias porque conociendo la situación que se niegan aceptar las autoridades, optaron por una profesión prejuzgada, peligrosa, pero que pocos tienen el valor de ejercer, con honor, valor y lealtad.

No pasa nada


Si las calles hablasen, si el viento se pronunciara y la briza susurrara el innegable presagio de una ciudad, tocada, acariciada por la frágil, seductora y a la vez intrépida mano huesuda que se postra sobre los municipios de un estado y nación acongojada por los caprichos de aquella bella, pero escalofriante silueta embestida de negro, consuelo de algunos, tormento de otros, pero inevitable para todos… la muerte.

Irrefutable pensar que no sucede nada. Más allá de los motivos por los que fueran asesinadas las personas, no se puede ocultar ni tapar con un dedo aquello que se pretende esconder en prefijos hereditarios, fastuosos, inertes, poco funcionales e incluso groseros para la ciudadanía.

Un país en donde delinquir se convirtió en la profesión preferida de la clase política, una población forjada por una clase política corrupta que hace y deshace al amparo del poder, cuyo mejor ejemplo para el ciudadano ha sido la impunidad, el compadrazgo y opacidad e ineptitud de su actuar, respaldada, apoyada por un grupo de fieles seguidores que aspiran estar a la par de ellos, esa población, debe intentar recuperar aquella paz que tenía.

Aceptar frente a cámaras, empresarios, representantes de los diferentes partidos y sanluisinos que la inseguridad en el estado y municipio aumento, que los índices de violencia son mayores y la tranquilidad de antes es solo un recuerdo de lo que ya fue, no debería estigmatizar a nadie, total, la verdad por muy amarga que sea, simplemente es la verdad, no se debe continuar viviendo en el mundo ideal, sino en el real.

El discurso de “es solo entre ellos” comienza a gastarse, es obsoleto, las personas están a la espera de escuchar algo más que es “caso aislado”, porque esos casos aislados comienzan cada vez más a suceder dentro de la zona urbana, en horarios convencionales de movilidad civil.

Los números no mienten, la violencia se a encrudecido en todo el país, estado y municipio, resulta innegable no aceptar lo evidente.

Se espera que el milagro de navidad suceda y que un día no muy lejano el discurso de “no pasa nada”, se convierta al de sí pasa, que opten por comunicar y aceptar lo que a simple vista es palpable, que dejen de intentar vernos la cara suavizando una verdad dolorosa, pero a fin de cuentas cierta.

No habrá desfile o festival que no quede opacado por aquello de lo que se quejaron tanto y ahora se niegan a reconocer estando en la silla… la inseguridad.

Es claro que no tienen barita mágica para componer las cosas, pero nada se consigue negando y ocultando lo evidente, de perdida para que la población tenga mayor precaución en su día a día, pues todos pueden ser víctimas de algún hecho violento.

Felicidades a los graduados de CECAP, cuídense y gracias porque conociendo la situación que se niegan aceptar las autoridades, optaron por una profesión prejuzgada, peligrosa, pero que pocos tienen el valor de ejercer, con honor, valor y lealtad.