/ sábado 30 de mayo de 2020

País obeso

Los porcentajes de mexicanos que padecen sobrepeso y obesidad, así como diabetes, aumentaron entre cuatro y un punto porcentual de 2012 a 2018, al pasar de 71.3% a 75.2% en el caso de adultos de 20 años y más con sobrepeso y obesidad y de 9.2% a 10.3% en diabetes, lo que significa 8.6 millones de personas enfermas, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) 2018.

La dieta del mexicano en algún momento fue nopal, tortilla, frijoles, pulque o agua fresca e incluso el mismo mezcal o tequila. Hoy la dieta del mexicano consiste en tres cosas: Cerveza, refresco y comida procesada. Dicha dieta llevó a los mexicanos a un callejón que parece no tener salida, el callejón de la diabetes, obesidad e hipertensión, un callejón cuya única salida al parecer son las enfermedades crónico degenerativas.

Los próximos gobiernos mexicanos necesitan cambiar a la de ya el hábito alimenticio del mexicano, porque aunque la comida rápida puede ser muy sabrosa, incluso adictiva, tarde o temprano termina pasando la factura al cuerpo y por consiguiente tienes una población adulta enferma, cuyos malos hábitos alimenticios culminan por enseñarlo a los niños, quienes terminan sufriendo de obesidad, diabetes e hipertensión.

También la niñez mexicana está enferma de sobrepeso y parece no importarle a nadie, pues aunque han existido algunas leyes para intentar controlar la venta descomunal de comida chatarra en las cooperativas escolares, a los propietarios parece importarles poco, y continúan vendiendo alimentos chatarra.

¿Pero de quién es la culpa? ¿Del consumidor? ¿Del proveedor? ¿Del gobierno? Posiblemente cada uno tiene su culpa.

Todos tienen la culpa, pero al menos parece que por el coronavirus y sus consecuencias mortales, como que van entendiendo que el mexicano necesita urgentemente volver a la dieta de antes, que era más saludable y no seguir consumiendo refrescos, comida chatarra y procesada de manera descomunal.

No está mal aceptarse y quererse como individuo, pero lo que sí está mal es hacerle creer a los niños y adultos que aceptar su obesidad es sinónimo de amor propio, que está bien no hacer nada para mejorar su salud y deben seguir un estilo de vida que los mata lentamente.

Con el paso del tiempo, la obesidad se ha normalizado y hasta romantizado en México, se le ha dejado de ver como un problema grave de salud, un problema de salud costoso tanto para quienes lo sufren como para los recursos públicos utilizados en tratamientos para atacar las consecuencias de esta, no para eliminarla.

Hace algunos meses se aprobó un nuevo etiquetado en los productos que se vendan en México, por fin parece que el consumidor sabrá exactamente cuánto porcentaje de azúcar, sodio y grasa está ingiriendo diariamente, pero mientras medidas como esas no vengan acompañadas de un proyecto nacional de educación nutrimental, que enseñe a los mexicanos comer sanamente, de poco servirá.

Solo el tiempo dirá si en México al fin comienza a tomarse en serio buscar la manera de ser un país menos obeso, menos enfermo.


Los porcentajes de mexicanos que padecen sobrepeso y obesidad, así como diabetes, aumentaron entre cuatro y un punto porcentual de 2012 a 2018, al pasar de 71.3% a 75.2% en el caso de adultos de 20 años y más con sobrepeso y obesidad y de 9.2% a 10.3% en diabetes, lo que significa 8.6 millones de personas enfermas, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) 2018.

La dieta del mexicano en algún momento fue nopal, tortilla, frijoles, pulque o agua fresca e incluso el mismo mezcal o tequila. Hoy la dieta del mexicano consiste en tres cosas: Cerveza, refresco y comida procesada. Dicha dieta llevó a los mexicanos a un callejón que parece no tener salida, el callejón de la diabetes, obesidad e hipertensión, un callejón cuya única salida al parecer son las enfermedades crónico degenerativas.

Los próximos gobiernos mexicanos necesitan cambiar a la de ya el hábito alimenticio del mexicano, porque aunque la comida rápida puede ser muy sabrosa, incluso adictiva, tarde o temprano termina pasando la factura al cuerpo y por consiguiente tienes una población adulta enferma, cuyos malos hábitos alimenticios culminan por enseñarlo a los niños, quienes terminan sufriendo de obesidad, diabetes e hipertensión.

También la niñez mexicana está enferma de sobrepeso y parece no importarle a nadie, pues aunque han existido algunas leyes para intentar controlar la venta descomunal de comida chatarra en las cooperativas escolares, a los propietarios parece importarles poco, y continúan vendiendo alimentos chatarra.

¿Pero de quién es la culpa? ¿Del consumidor? ¿Del proveedor? ¿Del gobierno? Posiblemente cada uno tiene su culpa.

Todos tienen la culpa, pero al menos parece que por el coronavirus y sus consecuencias mortales, como que van entendiendo que el mexicano necesita urgentemente volver a la dieta de antes, que era más saludable y no seguir consumiendo refrescos, comida chatarra y procesada de manera descomunal.

No está mal aceptarse y quererse como individuo, pero lo que sí está mal es hacerle creer a los niños y adultos que aceptar su obesidad es sinónimo de amor propio, que está bien no hacer nada para mejorar su salud y deben seguir un estilo de vida que los mata lentamente.

Con el paso del tiempo, la obesidad se ha normalizado y hasta romantizado en México, se le ha dejado de ver como un problema grave de salud, un problema de salud costoso tanto para quienes lo sufren como para los recursos públicos utilizados en tratamientos para atacar las consecuencias de esta, no para eliminarla.

Hace algunos meses se aprobó un nuevo etiquetado en los productos que se vendan en México, por fin parece que el consumidor sabrá exactamente cuánto porcentaje de azúcar, sodio y grasa está ingiriendo diariamente, pero mientras medidas como esas no vengan acompañadas de un proyecto nacional de educación nutrimental, que enseñe a los mexicanos comer sanamente, de poco servirá.

Solo el tiempo dirá si en México al fin comienza a tomarse en serio buscar la manera de ser un país menos obeso, menos enfermo.