/ lunes 24 de mayo de 2021

Rosario Robles Robles | Sonora desgarrada

¿Qué mueve a una madre a un padre, a una esposa, a una hermana, a dejar todo, a sacrificar su seguridad, su economía y hasta su salud, para encontrar a sus familiares desaparecidos? Creo que una probable respuesta es el amor, también el consuelo que da el encontrarse y abrazarse con las hermanas que padecen el mismo sufrimiento y la esperanza de dar respuesta a esa pregunta que tortura y que a la vez es la esperanza de pasar un día más buscando respuestas. En días pasados acepté el reto que lanzaron el colectivo Buscadoras por la Paz a los y las candidatas de acompañarlas un día en su búsqueda por sus familiares desaparecidos, lo hice movida por un interés genuino de conocer la noble tarea que realizan estos colectivos y las tribulaciones que pasan al realizar su búsqueda.

Relatar de manera breve y querer poner en palabras los sentimientos y emociones de ese día no es fácil y quizás no logre poner en palabras el sentimiento, pero haré un esfuerzo. La cita fue a las siete de la mañana, llegamos puntuales, una a una, después cooperar para la gasolina de los carros y conocer un poco de la historia de cada una de ellas, de la esposa, de la madre, hermana y también de la pareja que busca al hijo. El primer inconveniente, la espera, después de varias llamadas, llegan por fin la guardia nacional cerca de las ocho de la mañana, una hora esperando, cuando por seguridad y respeto deberían estar antes o al menos puntual a la hora pactada.

Nos dirigimos al ejido Fructuoso Méndez a 30 kilómetros de Hermosillo, lugar en el que previamente ya habían encontrado 21 cuerpos en lo que va del 2021. Durante la espera, pude platicar con Cecilia Delgado, quien, a raíz de la desaparición de su hijo, ha dedicado su tiempo en buscar y acompañar a otras madres y familias, su lucha no es fácil y la tarea que lleva a cabo con determinación menos. Se abrazan, se consuelan, se hermanan.

Al llegar, empieza la tarea, tiran las palas, picos, se forman los equipos y empieza la tarea, me dicen, mire ahí en esa fosa, a menos de 5 metros donde dejamos los carros, ahí encontramos cuatro cuerpos hace unas semanas, se los llevaron, pero nosotras seguimos buscando, golpeamos la cal y debajo había más cuerpos. Pregunta: ¿Por qué no se acordona el área? ¿Por qué no hicieron bien su trabajo las autoridades y seguir buscando hasta tener la certeza que no hay más cuerpos?

No sé qué pensamos, cuando escuchamos hablar de los grupos de buscadoras, pero no pensé que su tarea fuera así, buscar palmo a palmo del terreno, observar un hundimiento, un cambio en el terreno, hundir la varilla y oler la punta para identificar restos, y hacerlo una y otra vez, entre el frío, calor, inseguridad, riesgo de perder la vida, golpe de calor, caídas y tantas cosas que no nos podemos imaginar.

Escribo esto porque creo que la sociedad le debemos mucho a las buscadoras. No debemos naturalizar que sean las familias de las víctimas quienes los buscan, debemos solidarizarnos con ellas, entender el dolor de una madre, de una hija o una esposa, que no saben qué ha pasado con sus familiares y entender que es responsabilidad del Estado, dar seguridad a la población y si cometen un delito asegurar un juicio justo. Si una persona desaparece, es responsabilidad del Estado buscarla de inmediato, si se encuentra un sitio en donde se identifica que se cometió un delito, asegurarlo y es la autoridad quien debe resguardar la escena, nada de eso presencié.

¿Qué mueve a una madre a un padre, a una esposa, a una hermana, a dejar todo, a sacrificar su seguridad, su economía y hasta su salud, para encontrar a sus familiares desaparecidos? Creo que una probable respuesta es el amor, también el consuelo que da el encontrarse y abrazarse con las hermanas que padecen el mismo sufrimiento y la esperanza de dar respuesta a esa pregunta que tortura y que a la vez es la esperanza de pasar un día más buscando respuestas. En días pasados acepté el reto que lanzaron el colectivo Buscadoras por la Paz a los y las candidatas de acompañarlas un día en su búsqueda por sus familiares desaparecidos, lo hice movida por un interés genuino de conocer la noble tarea que realizan estos colectivos y las tribulaciones que pasan al realizar su búsqueda.

Relatar de manera breve y querer poner en palabras los sentimientos y emociones de ese día no es fácil y quizás no logre poner en palabras el sentimiento, pero haré un esfuerzo. La cita fue a las siete de la mañana, llegamos puntuales, una a una, después cooperar para la gasolina de los carros y conocer un poco de la historia de cada una de ellas, de la esposa, de la madre, hermana y también de la pareja que busca al hijo. El primer inconveniente, la espera, después de varias llamadas, llegan por fin la guardia nacional cerca de las ocho de la mañana, una hora esperando, cuando por seguridad y respeto deberían estar antes o al menos puntual a la hora pactada.

Nos dirigimos al ejido Fructuoso Méndez a 30 kilómetros de Hermosillo, lugar en el que previamente ya habían encontrado 21 cuerpos en lo que va del 2021. Durante la espera, pude platicar con Cecilia Delgado, quien, a raíz de la desaparición de su hijo, ha dedicado su tiempo en buscar y acompañar a otras madres y familias, su lucha no es fácil y la tarea que lleva a cabo con determinación menos. Se abrazan, se consuelan, se hermanan.

Al llegar, empieza la tarea, tiran las palas, picos, se forman los equipos y empieza la tarea, me dicen, mire ahí en esa fosa, a menos de 5 metros donde dejamos los carros, ahí encontramos cuatro cuerpos hace unas semanas, se los llevaron, pero nosotras seguimos buscando, golpeamos la cal y debajo había más cuerpos. Pregunta: ¿Por qué no se acordona el área? ¿Por qué no hicieron bien su trabajo las autoridades y seguir buscando hasta tener la certeza que no hay más cuerpos?

No sé qué pensamos, cuando escuchamos hablar de los grupos de buscadoras, pero no pensé que su tarea fuera así, buscar palmo a palmo del terreno, observar un hundimiento, un cambio en el terreno, hundir la varilla y oler la punta para identificar restos, y hacerlo una y otra vez, entre el frío, calor, inseguridad, riesgo de perder la vida, golpe de calor, caídas y tantas cosas que no nos podemos imaginar.

Escribo esto porque creo que la sociedad le debemos mucho a las buscadoras. No debemos naturalizar que sean las familias de las víctimas quienes los buscan, debemos solidarizarnos con ellas, entender el dolor de una madre, de una hija o una esposa, que no saben qué ha pasado con sus familiares y entender que es responsabilidad del Estado, dar seguridad a la población y si cometen un delito asegurar un juicio justo. Si una persona desaparece, es responsabilidad del Estado buscarla de inmediato, si se encuentra un sitio en donde se identifica que se cometió un delito, asegurarlo y es la autoridad quien debe resguardar la escena, nada de eso presencié.