/ lunes 15 de agosto de 2022

Sembrando el miedo

Los hechos violentos registrados en Juárez, Jalisco, Guanajuato y Baja California tienen como destinataria a la sociedad civil. Evidentemente que incendiando vehículos particulares se busca sembrar el miedo en la ciudadanía y de advertir al Estado, pero lo que aún se desconoce es quiénes son los grupos criminales.

Lo anterior levanta el característico sospechosísmo del mexicano. La sociedad especula en un espectro tan amplio sobre los autores: El propio Estado, como autor, para militarizar el país; grupos criminales para advertir al Estado de que no lo tolerarán la captura de sus líderes; la autoría de la oposición para evidenciar el fracaso de la política de seguridad; actos terroristas; y la intervención extranjera para desestabilizar nuestro país.

Mientras ningún grupo criminal se haga responsable de los actos violentos, que incluso pueden ser actos aislados, no tendremos la certeza de qué es lo que está ocurriendo y podríamos enfrentar a un temor generalizado que podría estancar al país. Por otro lado, tampoco se pueden minimizar los hechos y querer olvidarlos, porque es responsabilidad del Estado investigarlos e informarnos para tener la tranquilidad de que estos no volverán a pasar en nuestro México.

Al parecer ya hay algunos detenidos por los actos violentos, por lo que debemos de esperar las pesquisas que ayuden al Estado a dar con los responsables, para informarnos a los ciudadanos sobre el origen de la violencia. El problema será si son hechos aislados y no conectados entre sí, porque la ciudadanía difícilmente lo aceptará, aunque sea la verdad o realidad.

La violencia en México sigue siendo una asignatura pendiente, lo más que se ha logrado es mantener un control para que no se dispare, pero es algo que seguimos viendo todos los mexicanos todos los días. Cada vez más vemos que el narcotráfico desplazó a campesinos, sabemos de la enorme burocracia para la justicia, percibimos la incapacidad operativa de la policía y vivimos la realidad de los salarios que son insuficientes para satisfacer las necesidades.

La anterior es nuestra amarga realidad, pero como sociedad debemos de cerrar filas con el Estado para sentar las bases de un combate efectivo que nos dé la oportunidad de construir una paz social que nos merecemos. No podemos y no debemos aceptar ser rehenes del miedo. Ya la vida es difícil y dura por su naturaleza, como para limitarla más por el miedo de salir de nuestros hogares para nuestro trabajo o para las pocas diversiones que tenemos.

Los hechos violentos registrados en Juárez, Jalisco, Guanajuato y Baja California tienen como destinataria a la sociedad civil. Evidentemente que incendiando vehículos particulares se busca sembrar el miedo en la ciudadanía y de advertir al Estado, pero lo que aún se desconoce es quiénes son los grupos criminales.

Lo anterior levanta el característico sospechosísmo del mexicano. La sociedad especula en un espectro tan amplio sobre los autores: El propio Estado, como autor, para militarizar el país; grupos criminales para advertir al Estado de que no lo tolerarán la captura de sus líderes; la autoría de la oposición para evidenciar el fracaso de la política de seguridad; actos terroristas; y la intervención extranjera para desestabilizar nuestro país.

Mientras ningún grupo criminal se haga responsable de los actos violentos, que incluso pueden ser actos aislados, no tendremos la certeza de qué es lo que está ocurriendo y podríamos enfrentar a un temor generalizado que podría estancar al país. Por otro lado, tampoco se pueden minimizar los hechos y querer olvidarlos, porque es responsabilidad del Estado investigarlos e informarnos para tener la tranquilidad de que estos no volverán a pasar en nuestro México.

Al parecer ya hay algunos detenidos por los actos violentos, por lo que debemos de esperar las pesquisas que ayuden al Estado a dar con los responsables, para informarnos a los ciudadanos sobre el origen de la violencia. El problema será si son hechos aislados y no conectados entre sí, porque la ciudadanía difícilmente lo aceptará, aunque sea la verdad o realidad.

La violencia en México sigue siendo una asignatura pendiente, lo más que se ha logrado es mantener un control para que no se dispare, pero es algo que seguimos viendo todos los mexicanos todos los días. Cada vez más vemos que el narcotráfico desplazó a campesinos, sabemos de la enorme burocracia para la justicia, percibimos la incapacidad operativa de la policía y vivimos la realidad de los salarios que son insuficientes para satisfacer las necesidades.

La anterior es nuestra amarga realidad, pero como sociedad debemos de cerrar filas con el Estado para sentar las bases de un combate efectivo que nos dé la oportunidad de construir una paz social que nos merecemos. No podemos y no debemos aceptar ser rehenes del miedo. Ya la vida es difícil y dura por su naturaleza, como para limitarla más por el miedo de salir de nuestros hogares para nuestro trabajo o para las pocas diversiones que tenemos.