“Hay un porcentaje muy alto de la población que, por su juventud, no tiene la experiencia de lo que fue la crisis de los 80, e inclusive de mediados de los 90”, responde cuando le recordamos que hay un grupo de mexicanos que escuchamos inflación y nos asustamos, pues nos tocó crecer en medio de esas crisis económicas que se repetían cada vez que acababa un sexenio, o cuando llegaba enero y el poder adquisitivo en casa desaparecía. Los millennials, por ejemplo, entendieron lo que es un terremoto hasta el pasado 19 de septiembre. Los demás, vivimos aterrorizados desde antes.
“Cuando yo entré al banco en 1991, lo recuerdo muy bien, es más, cuando empecé a estudiar economía, que fue en 1988, mucho de lo que aquejaba al país en aquél entonces, era precisamente una volatilidad macroeconómica sin precedente”. Continúa: “Recuerdo muy bien, inclusive en secundaria, ver cómo las tasas de interés que pagaban los bancos rebasaban el 80 por ciento, pero estaban siempre por debajo de la inflación. Uno se quedaba con la idea de que los rendimientos eran muy altos y muy atractivos, pero la inflación era mucho mayor y se acababa comiendo los ahorros de las familias”.
El jefe del banco central de México dice que vivir esa época fue una parte, a lo mejor inconsciente, que lo impulsó a querer entender más de la economía y qué se necesita hacer para evitar esas distorsiones.
“Yo creo que quienes vivimos esos periodos en los que la inflación se desataba de manera importante, erosionaba el poder adquisitivo y, literal, le quitaba a las familias su poder de compra y sus ahorros, su patrimonio, sabemos muy bien que la inflación es un mal, es un impuesto regresivo, que le quita más a quienes menos tienen, porque quien menos tiene es quien menos puede protegerse con instrumentos financieros”.
El mandato es mantener un entorno de estabilidad.
“A nosotros nos toca, por así decirlo, que el terreno de juego esté plano y parejo en términos económicos, en términos de estabilidad macroeconómica, y que los agentes económicos, que están en la cancha, son los que realmente puedan concentrarse en lo suyo. En términos de estructura, podríamos decir que la estabilidad macroeconómica es una especie de bien público. Cuando no hay estabilidad, esto se vuelve un distractor, y además se vuelve un impuesto. La mayor contribución que puede tener un banco central es precisamente ésta”.
Se refiere a mantener la estabilidad, que la moneda conserve su valor y que los agentes económicos se concentren en sus actividades productivas.
Platicamos con Díaz de León unos días antes de finalizar 2017, precisamente cuando el dólar en ventanillas bancarias andaba alrededor de 20.25 pesos a la compra y todo mundo comenzaba a temer lo peor para enero. Le preguntamos si debemos estar tranquilos, ante el escenario difícil que se pronostica para este 2018, por las elecciones, la reforma fiscal en Estados Unidos y la creciente inflación.
“Es muy importante tener tranquilidad”, dice el gobernador del Banco de México. Descarta una crisis o vivir un episodio como los que vivimos hace años y que nos dejaron marcados a los mexicanos.
“Yo destacaría que hace unas cuantas semanas el Fondo Monetario Internacional reconoce que la economía mexicana ha sido muy resistente a una amplia gama de choques que la han afectado, que en esa resistencia no solo destaca la parte macroeconómica, sino especialmente la del sistema financiero. Y también en el pasado muchas de estas crisis que vivimos y padecimos estaban también de la mano de debilidad en el sistema financiero. Ese no es el caso del sistema financiero actual, tiene niveles de capital altos y adecuados. Esto refleja que estamos en mucho mejor condición para enfrentar algunos de los retos que tenemos enfrente”.