Hoy inicia la cuarta temporada de la serie "Sobrevivir bajo cero"

Rodeada de lobos y buscando alimento es el día a día de Sue Aikens, quien a través del programa muestra cómo es su vida en Alaska

Adolfo López

  · miércoles 4 de abril de 2018

La serie documental Sobrevivir bajo cero ha sido galardonada con el Emmy / History

Sue Aikens tiene 55 años, su cabellera es rubia y su figura es corpulenta. Tras el divorcio de sus padres se mudó a Alaska: “Mi mamá me dio una bolsa y me dijo ‘Te mudas a Alaska’, no fue una decisión propia que tomara, yo era una niña”. Desde temprana edad tuvo que buscar un refugio para sobrevivir las temperaturas bajo cero y aprendió a cazar animales para garantizarse alimento diario. “Si se tratara de escribir mi propia vida no es la forma en que lo hubiera hecho”.

Lo que sí ha hecho Aikens es documentar parte de su vida a través de Sobrevivir bajo cero, el programa ganador de un Emmy donde ella y otros habitantes de Alaska cuentan lo que es vivir en una región así. “Cada día es diferente. Tanto mi personalidad como el entorno en el que vivo cambian de un momento a otro. De alguna forma debes sentirte cómodo con tu propia muerte, porque todos tenemos una fecha de expiración, aunque no sabemos cuándo”, dice con un gesto genuino.

Y es que la vida diaria de Sue significa competir contra osos y lobos por unos pedazos de comida, derretir grandes pedazos de hielo para obtener agua o conseguir combustible y asegurar un poco de calor cuando las temperaturas son más bajas, como se observa en esta cuarta temporada que hoy estrena a las 22:45 horas por History.

Dueña y operadora de Kavik River, un campamento base para grupos de cazadores, Sue recuerda que al compartir sus experiencias en Sobrevivir bajo cero ha podido conocerse más, sobre todo al darse cuenta cuáles son sus límites y descubrir cómo puede superarlos.

“En la primera temporada del show, cuando todo el equipo se había ido, tuve que buscar más combustible, pero de regreso me quedé varada por el clima. Estaba a kilómetro y medio del campamento, pero llegó la oscuridad y consigo la tormenta. A unos 300 metros había una jauría de lobos y yo no traía pistola. Además cargaba 400 kilos de equipo; era obvio que no podía hacerlo sola”, recuerda.

“Fui al campamento a quitarme el frío, lloraba y estaba exhausta. Tuve que entender que en esas condiciones no podía mover 400 kilos sola. Así es que fui por bolsas de basura y regresé a hacer paquetes de 20 kilos que aventaba uno a uno tan lejos como podía. Me tomó 11 horas llegar al campamento con todo. Al final vomitaba porque, claro, había llegado más allá de mi límite”, dice.

A partir de esa experiencia, Sue comenzó a valorar más su vida y entorno, y descubrió la importancia de compartir sus experiencias a través de este programa. “Ese día aprendí que no importa lo que pase, debo asegurarme de protegerme a mí misma y ser honesta conmigo, me dediqué mucho tiempo a pensar en ese momento que podía mover 400 kilos en vez de darle la vuelta y mover veinte. Un límite es solo una pared que puedes cruzar por arriba, por abajo o por un lado, solo hay que pensar cómo hacerlo”.

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