Bernardo Sesteaga Yescas, quien actualmente tiene 85 años, vivió una infancia muy diferente a la que viven los “niños de ahora”, pues en aquel tiempo no conocían los aparatos electrónicos, por lo que solían jugar en la calle con los vecinos de su edad.
Platicó que llegó a San Luis Río Colorado cuando tenía 5 años, acompañado por sus padres y hermanos, quienes viajaban en un “troque de redilas” desde Sáric, pues su papá consiguió en esta frontera un trabajo como veterinario.
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“Recuerdo que de Sonoyta a San Luis hicimos tres días de camino porque era pura arena, no había carretera. Traíamos unas láminas y en los lugares donde estaba más arenoso, las poníamos para que pudiera pasar el carro”.
En 1942, cuando Bernardo y su familia llegaron a este municipio, vivieron en una cuartería que estaba en avenida Madero y calle Segunda, donde hasta hace un par de años se ubicó la tienda “El Águila”. En ese momento, no había calles pavimentadas en San Luis, todo era desierto, eran muy pocas casas y comercios los que había, relató.
“Cuando llegamos a San Luis estaban construyendo los cimientos del Cine Royal. En esos años, a principios de 1940, de escuelas existía solo la ‘Abelardo’ y también estaba el Cine Maya y la iglesia Inmaculada, pero era más pequeña que hoy y tenía una torre”.
Cuando estuvo en edad de ingresar a la escuela, Bernardo asistió a la primaria “Abelardo L. Rodríguez” que se ubica en avenida Hidalgo y calle Tercera. “Nos íbamos caminando, atravesábamos un terreno baldío donde ahora está el parque Benito Juárez. Estaba lleno de plantas de esas del desierto, había mucha arena y nosotros hacíamos caminito para poder llegar a la escuela, cruzando dunas”.
LOS “NIÑOS DE ANTES”
Comentó que, en el transcurso de su infancia, solía jugar en la calle con sus hermanos y vecinos de su edad. “Jugábamos a muchas cosas, al futbol y al trompo, por ejemplo. También íbamos a bañarnos al río, lo cruzábamos en panga porque no existía el puente. Esa era nuestra diversión y para poder ir al cine a ver caricaturas, que en ese tiempo estaba el Cine Maya, dábamos ‘bola’ en los clientes de un restaurante y un salón de baile que estaba en la avenida Internacional y Primera”.
Asimismo, consideró que los niños y las niñas “de antes” disfrutaban la vida con lo que tenían a su alcance, quienes, a diferencia de las nuevas generaciones, no tenían acceso a la televisión y mucho menos a los teléfonos celulares, computadoras o tabletas electrónicas.
“Ahora ya casi no ves niños jugando en la calle. Son pocos porque la mayoría prefiere estar adentro de sus casas jugando con las computadoras o los teléfonos. Para nosotros, todos los días eran iguales, todos los días salíamos a jugar a la calle porque no había parques”.
Años más tarde, aún siendo niño, Bernardo y su familia cambiaron de domicilio al valle de San Luis y posteriormente a la Carretera del Valle y avenida Revolución, donde hasta la fecha tiene su domicilio y atiende un negocio propio de venta de refrescos y golosinas.
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