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Una de las características de las ciudades fronterizas con Estados Unidos es la variedad de culturas, el trabajar de aquel lado, pero gastar de este y los cruces tan seguidos que se vuelven parte de lo cotidiano.
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Tal cual es la historia de Salvador Franco Gómez proveniente de Guadalajara, Jalisco, quien hace más de dos décadas llegó a la frontera para hacer vida en suelo norteamericano.
A don Salvador, como a muchos migrantes de su generación, le tocó vivir la evolución de un fácil acceso a Estados Unidos de forma ilegal, hasta lo que es hoy: una de las fronteras más custodiadas del mundo, lo que hace muy difícil el paso irregular.
Emigró a Estados Unidos desde que cumplió la mayoría de edad y aún recuerda lo sencillo que le resultaba pasar de México a Estados Unidos sin que la Patrulla Fronteriza se diera cuenta, ni que grupos organizados de la mafia lo asaltaran en el camino.
“Yo recuerdo cuando vivía de ilegal en San Diego y por las tardes cruzaba a Tijuana nomas a comer y así de sencillo me regresaba, antes no eran tan difícil cruzar, como lo es ahora”, expresó.
Al tiempo de vivir en Estados Unidos y de ir y venir ante las facilidades de antes, se casó con la mujer que hasta hoy es su esposa, María del Carmen Solís, a quien le mandaba dinero, y hasta hace cinco años se la llevó a vivir con él a San Diego, California, pero en diciembre del 2020 fueron deportados.
“Estábamos en una fiesta, pero hubo una riña y llegó la Policía y nos detectó a varios ilegales, así nos regresó a México, a nosotros nos aventaron por Baja California”.
Actualmente, don Salvador y su esposa María del Carmen Solís, viven en situaciones precarias en una pequeña casa que con sus manos levantaron en un espacio prestado.
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