Solo 6 horas duró para Estela (a quien así se le llamará en la presente redacción para cuidar su identidad) su paso por Estados Unidos; las horas de travesía para salir huyendo de su ciudad natal al Sur de México, se esfumaron en una breve estadía en territorio norteamericano en el que, en todo momento fue custodiada por agentes de inmigración.
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Estela no tiene certeza de cuál fue específicamente la frontera por la que cruzó a Estados Unidos, aunque sabe que fue por Baja California, desde ahí atestiguó las llamadas deportaciones instantáneas, que a partir de la pandemia emanada del Covid-19 constan de echar fuera a cualquier ilegal en suelo norteamericano, sin cárcel, sin gran tiempo en algún Centro de Detención y sin la oportunidad para solicitar ayuda humanitaria, esto para quienes son de México, Guatemala, Honduras o El Salvador.
“A mí me agarró la ‘migra’ este martes justo cuando iba pasando a Estados Unidos por una parte que no tiene muro, iba solo con mi niña. Yo me asusté mucho, solo recuerdo que cuando menos pensé ya estaba una camioneta de migración enfrente de mí y los oficiales me gritaban que me subiera y como estaba impactada no podía moverme y se bajaron para jalarme del brazo hacía adentro”.
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De inmediato fue llevada a un Centro de Detención, donde, entre español e inglés, le tomaron algunos datos y unas fotos y recibió ayuda médica, pues se le formaron ronchas en el cuerpo como resultado de picaduras de mosquito mientras atravesaba la frontera.
“Ahí había muchísimos migrantes, niños y adultos de distintas nacionalidades, los que se distinguían con pulseras moradas o verdes, no sé qué significan cada una, pues a mí no me pusieron. Veía cómo se llevaban a unos y llegaban otros”.
En el lugar, a Estela se le ofreció agua para beber y una comida en las poco más de 6 horas que estuvo detenida, pero no todo resultó un buen trato, pues, así como fue atendida por agentes amables, se topó con otros de los que dijo fue víctima de racismo y discriminación.
“Me tronaban los dedos y en inglés me decían groserías, uno de ellos (agentes) me arrinconó en una esquina, porque según él yo tenía una enfermedad transmisible, pero solo eran las ronchas de los mosquitos”.
En medio de la incertidumbre, junto a otros connacionales, Estela fue subida de vuelta a una camioneta con destino al puerto fronterizo de San Luis Río Colorado, donde hoy se encuentra varada y con el deseo de volver a intentar cruzar a Estados Unidos.