Hace 5 meses, Gonzalo Velásquez Reyes salió de Culiacán, Sinaloa, acompañado de su esposa y tres hijos, rumbo a la frontera en busca de mejores oportunidades, sin embargo, ahora se gana la vida en un crucero vial haciendo malabares para poder sacar adelante a su familia.
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Contó que en Culiacán se desempeñaba como jornalero agrícola, percibiendo un salario diario de 89 pesos, lo cual no era suficiente para sostener los gastos del hogar.
El hombre de 30 años de edad, platicó que en diciembre le ofrecieron un empleo en Tijuana en donde trabajó un mes, pero nunca le pagaron. Por lo que se vio obligado a vender la herramienta de jardinero que poseía para darle de comer a su familia.
“Un día, cuando estábamos en Tijuana y no sabíamos qué hacer porque yo no tenía trabajo y no teníamos nada para comer. Un joven que estaba en la calle haciendo malabares me vio llorando y se me acercó. Le platiqué nuestra historia y me regaló unos bolos para hacer malabares. Él me enseñó y gracias a eso hemos logrado sobrevivir”, expuso.
Luego de un tiempo en Tijuana, Gonzalo y su familia emprendieron el viaje de retorno a Sinaloa, pero optaron por quedarse en San Luis Río Colorado porque se les acabó el dinero.
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En este municipio, logró conseguir un empleo como velador de una panadería donde labora 4 días a la semana, el cual complementa con la actividad de malabares para poder completar el gasto semanal que requiere para sacar adelante a su esposa y a sus hijos de 1, 8 y 9 años.
La familia se queda a dormir en una casa que les prestaron en un ejido del valle de Mexicali, cercano a este municipio.
Durante el día, su pareja y los niños lo acompañan al crucero de la avenida Obregón y calle 17, quienes lo esperan sentados bajo la sombra que da la barda de una casa, mientras él hace malabares con clavas.
Solicitó la colaboración de los sanluisinos que estén en posibilidades de donarles una despensa que incluya leche en polvo y pañales para niño de un año de edad. Los interesados en apoyar a esta familia pueden localizarlos en la avenida Obregón y calle 12 o en la calle 17.
Con lágrimas en los ojos, Gonzalo Velásquez concluyó: “a mí me gusta mucho trabajar, Yo no me sé quedar de brazos cruzados. No me rindo tan fácilmente porque mi papá me enseñó a no doblegarme”.