/ domingo 12 de marzo de 2017

¿Holanda sigue siendo un paraíso terrenal o se convirtió en un infierno?

Las elecciones legislativas del miércoles próximo en Holandase caracterizarán por un declive de los partidos tradicionales y,paralelamente, la aparición de una multitud de pequeñasformaciones.

Ese fenómeno producirá una profunda transformación de losequilibrios políticos del país. Dos recientes sondeo divulgadospor la cadena pública NOS y el instituto Peil.nl predicen que elPartido de la Libertad (PVV) de Geert Wilders duplicará su fuerzaactual en la Segunda Cámara (diputados), el Partido Popular yDemócrata (VVD) del primer ministro Mark Rutte pasará de 41 a 26diputados y los social-demócratas perderán 26 escaños paraconservar apenas 12, mientras que los ecologistas pasarán de 4 a16 curules.

¿Qué enconos explican ese repudio de los partidostradicionales y la tentación que ejercen las nuevas fuerzaspolíticas? Ese fenómeno recuerda lo que ocurrió en GranBretaña, en Estados Unidos y la ola de fondo que amenaza ahora aFrancia, Alemania, Italia y a otros países europeos.

La pérdida de confianza de los electores en las fuerzastradicionales explica el debilitamiento que sufrieron los tresprincipales partidos holandeses en las últimas dos décadas: enlos años 80 representaban 80 por ciento del electorado y ahoraapenas entusiasman a 40 por ciento de los volantes.

En Holanda, como en el resto de Europa, la influencia de losgrandes partidos fue progresivamente corroída por el avance depequeñas fuerzas que representan intereses específicos. Elejemplo más significativo al respecto es el partido AfD(Alternativa para Alemania) -creado en 2013 como un movimientopromovido por numerosos profesores de economía, finanzas públicasy derecho descontentos con la actitud del gobierno frente a lacrisis de 2008- y que terminó por transformarse en un partidoantieuropeo, xenófobo y anti-islámico.

En estas elecciones holandesas participarán no menos de 28partidos, muchos de ellos recién formados. Los sondeos calculanque por lo menos 14 obtendrán representación parlamentaria y queocho de ellos lograrán más de 10 escaños, lo que obligará arealizar prodigiosos equilibrios para formar un gobierno sostenidopor una mayoría estable.

Ese fenómeno es la parte visible de una tendencia que en menosde tres décadas modificó la naturaleza de un país basado en elconsenso, el reconocimiento de la pluralidad y considerado como unmodelo de tolerancia. Las encuestas revelen que todavía hoy 90 porciento de la población se considera feliz, aunque consideran queel “país va mal”, a pesar de que tuvo un crecimiento de 2.1por ciento en 2016, el desempleo afecta solo al 6.7 por ciento dela población, figura en el 11 por ciento puesto de los países conmás alto nivel del planeta con un ingreso de 50 mil 846 dólaresanuales en 2016 (contra 29 mil 512 en 1990) y posee un sistemajubilatorio envidiable.

Pese a todo, los holandeses sufren el síndrome del paraísoperdido y viven sumergidos en un pozo de negro pesimismo, y desdehace 20 años se interrogan frenéticamente sobre su identidad y sufuturo.

El ensayista Joost Niemöller describió ese fenómeno en sulibro En cólera, donde afirma que la causa del “gran malholandés” es la “inmigración masiva que cambió lacomposición de la población”. Sobre un total de 17 millones dehabitantes, hay 2 millones de inmigrantes y refugiados, con unaalta proporción de musulmanes, a los cuales Wilders llama la“escoria invasora”.

Esa presencia masiva de extranjeros, que se acentuó en losúltimos 15 años, explica la “profunda melancolía” de losholandeses, según la tesis expuesta en 2011 por Maarten vanRossem, historiador y profesor de la Universidad de Utrecht, en sulibro “¿Quiénes somos?”

En ese contexto, “un tercio del país ve el futuro conaprensión y teme el estallido de una guerra en los próximosaños. Cuando más joven es la persona, más elevado es el temor ala guerra”, asegura el ensayista Joost Niemöller.

Cuando la mezcla de esos sentimientos termina en el fondo de lasurnas, el resultado puede ser explosivo.

Las elecciones legislativas del miércoles próximo en Holandase caracterizarán por un declive de los partidos tradicionales y,paralelamente, la aparición de una multitud de pequeñasformaciones.

Ese fenómeno producirá una profunda transformación de losequilibrios políticos del país. Dos recientes sondeo divulgadospor la cadena pública NOS y el instituto Peil.nl predicen que elPartido de la Libertad (PVV) de Geert Wilders duplicará su fuerzaactual en la Segunda Cámara (diputados), el Partido Popular yDemócrata (VVD) del primer ministro Mark Rutte pasará de 41 a 26diputados y los social-demócratas perderán 26 escaños paraconservar apenas 12, mientras que los ecologistas pasarán de 4 a16 curules.

¿Qué enconos explican ese repudio de los partidostradicionales y la tentación que ejercen las nuevas fuerzaspolíticas? Ese fenómeno recuerda lo que ocurrió en GranBretaña, en Estados Unidos y la ola de fondo que amenaza ahora aFrancia, Alemania, Italia y a otros países europeos.

La pérdida de confianza de los electores en las fuerzastradicionales explica el debilitamiento que sufrieron los tresprincipales partidos holandeses en las últimas dos décadas: enlos años 80 representaban 80 por ciento del electorado y ahoraapenas entusiasman a 40 por ciento de los volantes.

En Holanda, como en el resto de Europa, la influencia de losgrandes partidos fue progresivamente corroída por el avance depequeñas fuerzas que representan intereses específicos. Elejemplo más significativo al respecto es el partido AfD(Alternativa para Alemania) -creado en 2013 como un movimientopromovido por numerosos profesores de economía, finanzas públicasy derecho descontentos con la actitud del gobierno frente a lacrisis de 2008- y que terminó por transformarse en un partidoantieuropeo, xenófobo y anti-islámico.

En estas elecciones holandesas participarán no menos de 28partidos, muchos de ellos recién formados. Los sondeos calculanque por lo menos 14 obtendrán representación parlamentaria y queocho de ellos lograrán más de 10 escaños, lo que obligará arealizar prodigiosos equilibrios para formar un gobierno sostenidopor una mayoría estable.

Ese fenómeno es la parte visible de una tendencia que en menosde tres décadas modificó la naturaleza de un país basado en elconsenso, el reconocimiento de la pluralidad y considerado como unmodelo de tolerancia. Las encuestas revelen que todavía hoy 90 porciento de la población se considera feliz, aunque consideran queel “país va mal”, a pesar de que tuvo un crecimiento de 2.1por ciento en 2016, el desempleo afecta solo al 6.7 por ciento dela población, figura en el 11 por ciento puesto de los países conmás alto nivel del planeta con un ingreso de 50 mil 846 dólaresanuales en 2016 (contra 29 mil 512 en 1990) y posee un sistemajubilatorio envidiable.

Pese a todo, los holandeses sufren el síndrome del paraísoperdido y viven sumergidos en un pozo de negro pesimismo, y desdehace 20 años se interrogan frenéticamente sobre su identidad y sufuturo.

El ensayista Joost Niemöller describió ese fenómeno en sulibro En cólera, donde afirma que la causa del “gran malholandés” es la “inmigración masiva que cambió lacomposición de la población”. Sobre un total de 17 millones dehabitantes, hay 2 millones de inmigrantes y refugiados, con unaalta proporción de musulmanes, a los cuales Wilders llama la“escoria invasora”.

Esa presencia masiva de extranjeros, que se acentuó en losúltimos 15 años, explica la “profunda melancolía” de losholandeses, según la tesis expuesta en 2011 por Maarten vanRossem, historiador y profesor de la Universidad de Utrecht, en sulibro “¿Quiénes somos?”

En ese contexto, “un tercio del país ve el futuro conaprensión y teme el estallido de una guerra en los próximosaños. Cuando más joven es la persona, más elevado es el temor ala guerra”, asegura el ensayista Joost Niemöller.

Cuando la mezcla de esos sentimientos termina en el fondo de lasurnas, el resultado puede ser explosivo.

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