/ jueves 25 de julio de 2019

Cubren gastos con ventas de jardín

A pesar de que no es mucha la ganancia que se obtiene de la comercialización de ropa y artículos de segunda mano, algunos sanluisinos se dedican a esta actividad para contribuir con los gastos familiares

Para apoyar la economía familiar, mantener su mente ocupada y dejar atrás problemas de estrés, algunas personas se dedican a la venta de artículos usados; por lo que es común observar en distintos puntos de la ciudad las llamadas “ventas de patio”.

Sin importar que en verano se genera una “baja” en la comercialización de ropa, calzado, accesorios, muebles y artículos para el hogar de “segunda mano”, la gente coloca la mercancía en los patios y las banquetas de sus casas en espera de clientes.

Graciela Ibarra, de 60 años de edad, dijo que empezó con las “ventas de patio” hace 2 años. Anteriormente, se desempeñaba como empleada en un empaque de hortalizas del valle sanluisino, trabajo al que renunció para estar más al pendiente de su hijo menor, adolescente.

“Ya que dejé el trabajo que tenía. Opté por vender ropa usada, burritos y tamales aquí afuera de mi casa. A veces se vende bien y otras no tanto. Por ejemplo, ahorita en el verano las ventas bajas mucho y empiezan a mejorar a finales de septiembre”, externó.

SE MANTIENE DESESTRESADA

Por su parte, María Lomelí Melendrez, de 73 años de edad, comentó que por 20 años estuvo al frente de una tienda de curiosidades en el poblado Los Algodones, Baja California y atendió una estética en esta ciudad.

Debido a que siempre ha trabajado por cuenta propia, María Lomelí no recibe el pago de una pensión, lo que provoca problemas económicos que solventa con dinero de la venta de ropa usada que sus familiares le obsequian para ayudarla. Actividad que también contribuye a que mantenga su mente ocupada y deje a un lado situaciones de estrés.

En este sentido, Jesús Esparza, de 34 años de edad, comentó que vende ropa y zapatos usados para cubrir las necesidades de la vivienda que habita con su mamá, ya que hace aproximadamente un año no tiene un empleo fijo.

“Damos barato. Tenemos ropa desde 20 pesos. Nos la traen nuestros familiares de Estados Unidos y otra más nosotros mismos la compramos para venderla aquí en la casa. Mi mamá la lava y desinfecta”, puntualizó.


Para apoyar la economía familiar, mantener su mente ocupada y dejar atrás problemas de estrés, algunas personas se dedican a la venta de artículos usados; por lo que es común observar en distintos puntos de la ciudad las llamadas “ventas de patio”.

Sin importar que en verano se genera una “baja” en la comercialización de ropa, calzado, accesorios, muebles y artículos para el hogar de “segunda mano”, la gente coloca la mercancía en los patios y las banquetas de sus casas en espera de clientes.

Graciela Ibarra, de 60 años de edad, dijo que empezó con las “ventas de patio” hace 2 años. Anteriormente, se desempeñaba como empleada en un empaque de hortalizas del valle sanluisino, trabajo al que renunció para estar más al pendiente de su hijo menor, adolescente.

“Ya que dejé el trabajo que tenía. Opté por vender ropa usada, burritos y tamales aquí afuera de mi casa. A veces se vende bien y otras no tanto. Por ejemplo, ahorita en el verano las ventas bajas mucho y empiezan a mejorar a finales de septiembre”, externó.

SE MANTIENE DESESTRESADA

Por su parte, María Lomelí Melendrez, de 73 años de edad, comentó que por 20 años estuvo al frente de una tienda de curiosidades en el poblado Los Algodones, Baja California y atendió una estética en esta ciudad.

Debido a que siempre ha trabajado por cuenta propia, María Lomelí no recibe el pago de una pensión, lo que provoca problemas económicos que solventa con dinero de la venta de ropa usada que sus familiares le obsequian para ayudarla. Actividad que también contribuye a que mantenga su mente ocupada y deje a un lado situaciones de estrés.

En este sentido, Jesús Esparza, de 34 años de edad, comentó que vende ropa y zapatos usados para cubrir las necesidades de la vivienda que habita con su mamá, ya que hace aproximadamente un año no tiene un empleo fijo.

“Damos barato. Tenemos ropa desde 20 pesos. Nos la traen nuestros familiares de Estados Unidos y otra más nosotros mismos la compramos para venderla aquí en la casa. Mi mamá la lava y desinfecta”, puntualizó.


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