/ lunes 10 de octubre de 2022

El 2 de octubre de 1968 no se olvida: Alfredo Pérez

En entrevista para TRIBUNA DE SAN LUIS Alfredo Pérez narró como vivió el terrible suceso

“Después de 54 años no lloré al hablar y recordar lo que viví ese 2 de octubre de 1968. Estuve a punto de llorar ahorita, pero no lloré. Antes me mencionaban 2 de octubre y lloraba”, dijo con voz entrecortada Alfredo Pérez quien al decir estas palabras se detuvo un momento para contener el llanto pues el trágico acontecimiento quedó grabado en su mente para siempre y aún genera en él tristeza al recordar a sus compañeros estudiantes que por órdenes del Gobierno de ese tiempo fueron asesinados por el Ejército Mexicano y civiles con guantes blancos.

Alfredo Pérez, un sobreviviente de la matanza de Tlatelolco, llegó a San Luis Río Colorado en 1969 para trabajar como profesor de la especialidad de electricidad en la Escuela Secundaria Técnica número 4. Actualmente tiene 81 años de edad y está jubilado.

Te podría interesar: Entre 1920 Y 1950 la ruta a SLRC, fue considerada el camino del diablo

Contó que nació en León, Guanajuato, pero su infancia y parte de su adolescencia las vivió en Aguascalientes, al lado de su mamá y de su hermana menor. Platicó que cuando tenía 12 años sufrió un accidente en la pierna derecha. Los médicos le indicaron a su mamá que tenían que amputarle esa parte del cuerpo, pero un especialista en ortopedia de la Ciudad de México se ofreció a atender a Alfredo, por lo que su mamá no lo pensó dos veces y viajó a la capital del país, junto con su hijo y su hija. A pesar de que nunca había estado en esa ciudad.


Foto: Archivo La Prensa


“Estuve hospitalizado dos largos años y gracias a los médicos que me atendieron, me pudieron salvar mi pierna. Desde que llegamos a la Ciudad de México mi mamá se puso a trabajar de sirvienta. Era sirvienta mi mamá. No tenía muchas opciones de trabajo porque no conocíamos a nadie ahí. Yo salí del hospital a los 14 años. Al salir me puse a trabajar en un laboratorio farmacéutico. No sabía leer ni escribir. Nunca había ido a la escuela”, indicó.

“Los dueños del laboratorio eran italianos y un día nos preguntaron, a los empleados, quién de nosotros había terminado la primaria y de todo el conglomerado nadamás dos levantaron la mano y los italianos dijeron que a ellos les iban a subir el sueldo, 5 pesos más. Entonces, en ese momento pregunté: alguien sabe si hay una escuela primaria para trabajadores aquí cerca y fueron los mismos italianos los que me llevaron. Terminé la primaria, la secundaria y luego fui a la prepa número Tres de la UNAM. Cuando terminé la preparatoria, los italianos me premiaron subiéndome de puesto en el laboratorio, me pagaron un curso de capacitación para que hiciera el trabajo de grageador de medicamentos y me aumentaron el sueldo. Eso me animó y me inscribí a la Facultad de Ciencias de la UNAM a la carrera de ingeniero civil, pero por el horario de trabajo y lo lejos que me quedaba la escuela tuve que cambiarme de universidad y entré a la Benemérita Escuela Nacional para Maestros en la que se preparaban maestros en actividades tecnológicas y yo escogí la especialidad de electricidad, pero al poco tiempo esta escuela se convirtió en la Escuela Nacional de Maestros de Capacitación para el Trabajo Industrial”.


Víctor Félix | Tribuna de San Luis


Alfredo Pérez en su etapa de universitario se colocó dentro de los alumnos con las mejores calificaciones y formó parte de la Sociedad de Alumno y también fue miembro de la Central de Estudiantes Democráticos y del Consejo Nacional de Huelga representando a la escuela donde estudiaba. Fue así que le tocó estar presente en la reunión convocada por el Consejo Nacional de Huelga que se llevó a cabo el 2 de octubre de 1968 en la plaza de las Tres Culturas que se localizaba frente al edificio Chihuahua, en Tlatelolco, en la misma Ciudad de México.

Resaltó que el movimiento de 1968 fue producto de una serie de represiones que se venían presentando desde la época de los ferrocarrileros en 1958 por parte del Gobierno de México. Lo cual dio origen a que los estudiantes y otros grupos de profesionistas y trabajadores de diversos estados del país, hartos de esta situación, emprendieran manifestaciones en contra del Gobierno, lo cual a algunos les costó la vida y a otros la libertad, ya que fueron encarcelados.


Foto: Archivo La Prensa


Alfredo Pérez apuntó que los alumnos eran golpeados constantemente por elementos del Ejército Nacional y granaderos quienes, incluso, ingresaban a las escuelas preparatorias y universidades a reprimir y golpear salvajemente a maestros y estudiantes y también lo hacían cuando los encontraban en la calle. “Cuando los estudiantes nos reuníamos en el Zócalo o en otros lugares públicos, los granaderos ya nos estaban esperando. Nos daban unas golpizas brutales. Todos los días había refriegas”.

Fue el 2 de agosto de 1968 cuando los líderes del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) convocaron a los alumnos de escuelas públicas y privadas del país a formar el Consejo Nacional de Huelga. La invitación era para todos aquellos que estuvieran a favor del movimiento de protesta en contra del Gobierno por haber usado la fuerza militar contra los estudiantes. A partir de esa fecha empezaron una serie de manifestaciones que concluyeron el 2 de octubre de 1968, tras la matanza de Tlatelolco.


Foto: Archivo La Prensa

Lo sucedido el 2 de octubre

El 1 de septiembre de 1968, el entonces Presidente de México, Gustavo Díaz Ordaz, en su informe de Gobierno condenó el movimiento estudiantil diciendo en su discurso: “Hemos sido tolerantes al extremo”. Siguieron las represiones a los alumnos al grado que optaron por reunirse a escondidas y el 24 de septiembre hicieron la “Marcha del Silencio” en la cual se colocaron un trapo en la boca. En una de las asambleas programaron ir a la última protesta el 2 de octubre en el edificio Chihuahua.

“Nos dijeron que ese 2 de octubre no nos acercáramos porque había orden de aprehensión para los que éramos delegados del Consejo Nacional de Huelga, pero de todos modos yo fui. Los oradores se subieron al tercer piso del edificio y desde ahí nos daban los discursos. Estábamos todos contentos, como son los jóvenes, entusiastas. Afuera estaba el ejército y empezamos a ver movimientos muy raros y nos pusimos en posición de alerta. No sabíamos qué iba a pasar. Cada vez llegaban más personas al lugar. Cuando estaba el segundo discurso hubo una interrupción. De pronto estaban arriba del edificio personas vestidos de civiles, tenían corte militar, traían guantes blancos y detuvieron a algunos estudiantes. En eso, pasó un helicóptero que lanzó bengalas y empezaron los balazos de arriba del edificio. Del lado de las esculturas prehispánicas empezó a salir el ejército y nos encajonaron. Oímos que alguien dijo por el micrófono: fueron detenidos los compañeros de la tribuna y todos empezaron a jalar (correr) por el lado de la iglesia. Los estudiantes tumbaron un cerco tubular para poder pasar y escapar de los militares, para salvar sus vidas. Las bolsas y zapatos se quedaron atorados en ese cerco”.


Foto: Archivo OEM


Agregó: “Yo corrí por el lado donde estaba la Vocacional Siete, rumbo al Eje Central. Vi soldados tirados en el suelo disparando y a mis compañeros estudiantes muertos. El piso estaba lleno de sangre. Sentí mucho miedo. El miedo modifica la conducta de uno. Quería salvarme. Corrí. No sabía de dónde venían los tiros, sólo miraba cuerpos caer y oía niños llorando. El pánico fue lo que imperó en ese momento. Muchos trataron de huir, de salvarse, pero fueron alcanzados por las balas. Aún tengo muy presente el sonido de las balas caer sobre el pavimento y los cristales de los autos. Eran estruendos muy fuertes. Fue un momento muy traumático. Fui afortunado de no morir.”.

“Después de 54 años no lloré al hablar y recordar lo que viví ese 2 de octubre de 1968. Estuve a punto de llorar ahorita, pero no lloré. Antes me mencionaban 2 de octubre y lloraba”, dijo con voz entrecortada Alfredo Pérez quien al decir estas palabras se detuvo un momento para contener el llanto pues el trágico acontecimiento quedó grabado en su mente para siempre y aún genera en él tristeza al recordar a sus compañeros estudiantes que por órdenes del Gobierno de ese tiempo fueron asesinados por el Ejército Mexicano y civiles con guantes blancos.

Alfredo Pérez, un sobreviviente de la matanza de Tlatelolco, llegó a San Luis Río Colorado en 1969 para trabajar como profesor de la especialidad de electricidad en la Escuela Secundaria Técnica número 4. Actualmente tiene 81 años de edad y está jubilado.

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Contó que nació en León, Guanajuato, pero su infancia y parte de su adolescencia las vivió en Aguascalientes, al lado de su mamá y de su hermana menor. Platicó que cuando tenía 12 años sufrió un accidente en la pierna derecha. Los médicos le indicaron a su mamá que tenían que amputarle esa parte del cuerpo, pero un especialista en ortopedia de la Ciudad de México se ofreció a atender a Alfredo, por lo que su mamá no lo pensó dos veces y viajó a la capital del país, junto con su hijo y su hija. A pesar de que nunca había estado en esa ciudad.


Foto: Archivo La Prensa


“Estuve hospitalizado dos largos años y gracias a los médicos que me atendieron, me pudieron salvar mi pierna. Desde que llegamos a la Ciudad de México mi mamá se puso a trabajar de sirvienta. Era sirvienta mi mamá. No tenía muchas opciones de trabajo porque no conocíamos a nadie ahí. Yo salí del hospital a los 14 años. Al salir me puse a trabajar en un laboratorio farmacéutico. No sabía leer ni escribir. Nunca había ido a la escuela”, indicó.

“Los dueños del laboratorio eran italianos y un día nos preguntaron, a los empleados, quién de nosotros había terminado la primaria y de todo el conglomerado nadamás dos levantaron la mano y los italianos dijeron que a ellos les iban a subir el sueldo, 5 pesos más. Entonces, en ese momento pregunté: alguien sabe si hay una escuela primaria para trabajadores aquí cerca y fueron los mismos italianos los que me llevaron. Terminé la primaria, la secundaria y luego fui a la prepa número Tres de la UNAM. Cuando terminé la preparatoria, los italianos me premiaron subiéndome de puesto en el laboratorio, me pagaron un curso de capacitación para que hiciera el trabajo de grageador de medicamentos y me aumentaron el sueldo. Eso me animó y me inscribí a la Facultad de Ciencias de la UNAM a la carrera de ingeniero civil, pero por el horario de trabajo y lo lejos que me quedaba la escuela tuve que cambiarme de universidad y entré a la Benemérita Escuela Nacional para Maestros en la que se preparaban maestros en actividades tecnológicas y yo escogí la especialidad de electricidad, pero al poco tiempo esta escuela se convirtió en la Escuela Nacional de Maestros de Capacitación para el Trabajo Industrial”.


Víctor Félix | Tribuna de San Luis


Alfredo Pérez en su etapa de universitario se colocó dentro de los alumnos con las mejores calificaciones y formó parte de la Sociedad de Alumno y también fue miembro de la Central de Estudiantes Democráticos y del Consejo Nacional de Huelga representando a la escuela donde estudiaba. Fue así que le tocó estar presente en la reunión convocada por el Consejo Nacional de Huelga que se llevó a cabo el 2 de octubre de 1968 en la plaza de las Tres Culturas que se localizaba frente al edificio Chihuahua, en Tlatelolco, en la misma Ciudad de México.

Resaltó que el movimiento de 1968 fue producto de una serie de represiones que se venían presentando desde la época de los ferrocarrileros en 1958 por parte del Gobierno de México. Lo cual dio origen a que los estudiantes y otros grupos de profesionistas y trabajadores de diversos estados del país, hartos de esta situación, emprendieran manifestaciones en contra del Gobierno, lo cual a algunos les costó la vida y a otros la libertad, ya que fueron encarcelados.


Foto: Archivo La Prensa


Alfredo Pérez apuntó que los alumnos eran golpeados constantemente por elementos del Ejército Nacional y granaderos quienes, incluso, ingresaban a las escuelas preparatorias y universidades a reprimir y golpear salvajemente a maestros y estudiantes y también lo hacían cuando los encontraban en la calle. “Cuando los estudiantes nos reuníamos en el Zócalo o en otros lugares públicos, los granaderos ya nos estaban esperando. Nos daban unas golpizas brutales. Todos los días había refriegas”.

Fue el 2 de agosto de 1968 cuando los líderes del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) convocaron a los alumnos de escuelas públicas y privadas del país a formar el Consejo Nacional de Huelga. La invitación era para todos aquellos que estuvieran a favor del movimiento de protesta en contra del Gobierno por haber usado la fuerza militar contra los estudiantes. A partir de esa fecha empezaron una serie de manifestaciones que concluyeron el 2 de octubre de 1968, tras la matanza de Tlatelolco.


Foto: Archivo La Prensa

Lo sucedido el 2 de octubre

El 1 de septiembre de 1968, el entonces Presidente de México, Gustavo Díaz Ordaz, en su informe de Gobierno condenó el movimiento estudiantil diciendo en su discurso: “Hemos sido tolerantes al extremo”. Siguieron las represiones a los alumnos al grado que optaron por reunirse a escondidas y el 24 de septiembre hicieron la “Marcha del Silencio” en la cual se colocaron un trapo en la boca. En una de las asambleas programaron ir a la última protesta el 2 de octubre en el edificio Chihuahua.

“Nos dijeron que ese 2 de octubre no nos acercáramos porque había orden de aprehensión para los que éramos delegados del Consejo Nacional de Huelga, pero de todos modos yo fui. Los oradores se subieron al tercer piso del edificio y desde ahí nos daban los discursos. Estábamos todos contentos, como son los jóvenes, entusiastas. Afuera estaba el ejército y empezamos a ver movimientos muy raros y nos pusimos en posición de alerta. No sabíamos qué iba a pasar. Cada vez llegaban más personas al lugar. Cuando estaba el segundo discurso hubo una interrupción. De pronto estaban arriba del edificio personas vestidos de civiles, tenían corte militar, traían guantes blancos y detuvieron a algunos estudiantes. En eso, pasó un helicóptero que lanzó bengalas y empezaron los balazos de arriba del edificio. Del lado de las esculturas prehispánicas empezó a salir el ejército y nos encajonaron. Oímos que alguien dijo por el micrófono: fueron detenidos los compañeros de la tribuna y todos empezaron a jalar (correr) por el lado de la iglesia. Los estudiantes tumbaron un cerco tubular para poder pasar y escapar de los militares, para salvar sus vidas. Las bolsas y zapatos se quedaron atorados en ese cerco”.


Foto: Archivo OEM


Agregó: “Yo corrí por el lado donde estaba la Vocacional Siete, rumbo al Eje Central. Vi soldados tirados en el suelo disparando y a mis compañeros estudiantes muertos. El piso estaba lleno de sangre. Sentí mucho miedo. El miedo modifica la conducta de uno. Quería salvarme. Corrí. No sabía de dónde venían los tiros, sólo miraba cuerpos caer y oía niños llorando. El pánico fue lo que imperó en ese momento. Muchos trataron de huir, de salvarse, pero fueron alcanzados por las balas. Aún tengo muy presente el sonido de las balas caer sobre el pavimento y los cristales de los autos. Eran estruendos muy fuertes. Fue un momento muy traumático. Fui afortunado de no morir.”.

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