HUGO HERNÁNDEZ
Cuando muchas personas me recomiendan una obra, o una película, o un libro… campanitas de alerta suenan en mi cabeza. Y es que ha sucedido en más de una ocasión que crecen tanto mis expectativas por algo que “debo ver porque es buenísimo”… y luego viene la desilusión.
Por ello cuando dos personas me sugirieron que viera Todos los peces de la tierra corrí a hacerlo, antes que mis expectativas crecieran más.
Fui a la función de reestreno en La teatrería el miércoles pasado, día de locura por la lluvia y el granizo que intempestivamente azotaron la ciudad. De hecho hice casi dos horas de Polanco a la colonia Roma por el intenso tránsito y no desistí de llegar, nada más porque mi amigo José Luis Reyes ya me estaba esperando en el teatro.
Cuento todo esto porque cuando llegué a ver la obra no solo iba yo harto, sino que además estaba yo con la actitud de: “Ojalá de verdad valga la pena”.
He de decir que no solo valió la pena, sino que incluso las recomendaciones más elogiosas se quedaron cortas para un trabajo redondo, en todos los sentidos.
Escrita por Bárbara Perrín Rivemar, Todos los peces de la tierra cuenta la travesía de Marina, una adolescente, con todas las situaciones, problemas y singularidades propias de esas edades y su búsqueda por reencontrar a su padre, luego de la pérdida intempestiva de su madre.
Al texto, estupendo, hay que sumarle la maravillosa dirección de quien sin duda es uno de los grandes creativos de la actualidad en nuestro país: Alejandro Ricaño, quien casi de manera permanente dirige solo sus propias obras, pero que en los últimos años se ha permitido llevar a escena a otros autores, con resultados estupendos, como éste.
No sé si el texto original es como lo vemos en escena o si es el montaje de Ricaño el que le da ese tono y estructura parecidos a otras puestas en escena dirigidas por el veracruzano.
Sea lo uno o lo otro, lo que es cierto es que el público recibe un montaje entrañable y divertido, sencillo y complejo al mismo tiempo; lleno de matices y aciertos que atrapan desde el primer momento y no sueltan un instante durante los casi 90 minutos que dura la puesta en escena.
Obviamente esto sería imposible si no hubiera sobre el escenario dos grandes intérpretes Adriana Montes de Oca y Gina Martí, compartiendo casi al unísono el personaje de Marina.
Estupendo desempeño actoral de estas dos jóvenes, especialmente de Adriana. Exacta, contundente, precisa, fuerte, que logran transmitir la inocencia, el desamor, la ansiedad, y al mismo tiempo la búsqueda, la ilusión, la esperanza de una joven que no encuentra su lugar a la primera, pero que lo busca, lo rebusca y lo encuentra de manera inesperada.
Todos los peces de la tierra se presenta los miércoles de febrero y marzo en La teatrería, en Tabasco 152 en la colonia Roma.
Gracias a quienes sugirieron no perderme Todos los peces de la tierra. No me la perdí, y de verdad valió la pena. Muchísimo.
Para que no sufra como yo con el tráfico de la zona, llegue en Metro o Metrobús, tómese un café en el estupendo sitio que tiene ahí mismo La Teatrería y entre a tiempo a disfrutar de Todos los peces de la tierra.
Vaya, no se arrepentirá. Se lo aseguro.