/ martes 11 de diciembre de 2018

En la carta al Niño Jesús pedía una “bici” y no se le concedió

La petición de los regalos de navidad la escribía sobre un empaque de “Maseca” que colocaba al pie de la imagen de la Virgen de Guadalupe

José Armando Rubio Rincón de niño siempre deseó de regalo de navidad una bicicleta y disfrutar de carne de pollo o borrego en la cena, pero debido a las dificultades económicas de sus padres solo recibía dulces y comía las gaviotas que cazaba en los campos agrícolas de Culiacán, Sinaloa.

El hombre de 78 años de edad recordó con nostalgia los momentos que vivió durante su niñez en vísperas de la celebración de la nochebuena y navidad, cuando le escribía la carta de petición de regalos al Niño Jesús y salía a la calle a jugar con sus amigos.

A pesar de las carencias que tenían en casa, Armando Rubio disfrutaba de las celebraciones de fin de año acudiendo a las posadas que se organizaban en la iglesia cercana a su domicilio, motivado por su señora madre que era devota de la Virgen de Guadalupe.

LOGRÓ SUPERARSE AL CONVERTIRSE EN PROFESOR

Cada navidad en la casa de José Armando se colocaba el nacimiento y el tradicional árbol, así como la imagen de la Virgen de Guadalupe, al pie de la cual colocaba la carta que escribía sobre una bolsa de empaque de “Maseca”.

La bicicleta que tanto deseaba de niño nunca la tuvo; solo encontraba bajo el pino navideño una bolsa de golosinas que recibía con agrado, pues ahora comprende que sus padres no tenían la posibilidad de comprársela ya que su mamá se dedicaba a vender tamales y su padre, dulces.

La cena de nochebuena eran las gaviotas que capturaban en el campo, ave que su mamá preparaba de una manera especial para que todos los integrantes de la familia disfrutaran el platillo.

“Deseábamos comer gallina, pollo o borreguito, pero lo único que conseguíamos eran gaviotas. Nos íbamos al campo a matarlas y ya de ahí sacábamos la cena. Mi mamá las preparaba como carne normal, aunque a ella le encantaba el pipián. Éramos felices de que nos cocinara y nos hiciera atole”, expresó Armando Rubio.

La noche del 24 de diciembre la familia de Armando se reunía con los vecinos del barrio, quienes permanecían durante horas frente a una fogata para mitigar las bajas temperaturas y aunque algunos niños y las niñas no obtenían los obsequios que esperaban, eran felices y se conformaban con lo que recibían.

Gracias a las ganas de salir adelante para tener una mejor calidad de vida, José Armando estudió para recibir el título de profesor, por lo que en 1997 llegó a San Luis Río Colorado para trabajar en la escuela Secundaria General número Dos y posteriormente en la Secundaria para Trabajadores, logrando jubilarse como director hace 13 años.

En la actualidad, el profesor Armando transita por la ciudad a bordo de una bicicleta, medio de transporte que de niño siempre pidió como regalo de navidad, pero no se le concedió.

José Armando Rubio Rincón de niño siempre deseó de regalo de navidad una bicicleta y disfrutar de carne de pollo o borrego en la cena, pero debido a las dificultades económicas de sus padres solo recibía dulces y comía las gaviotas que cazaba en los campos agrícolas de Culiacán, Sinaloa.

El hombre de 78 años de edad recordó con nostalgia los momentos que vivió durante su niñez en vísperas de la celebración de la nochebuena y navidad, cuando le escribía la carta de petición de regalos al Niño Jesús y salía a la calle a jugar con sus amigos.

A pesar de las carencias que tenían en casa, Armando Rubio disfrutaba de las celebraciones de fin de año acudiendo a las posadas que se organizaban en la iglesia cercana a su domicilio, motivado por su señora madre que era devota de la Virgen de Guadalupe.

LOGRÓ SUPERARSE AL CONVERTIRSE EN PROFESOR

Cada navidad en la casa de José Armando se colocaba el nacimiento y el tradicional árbol, así como la imagen de la Virgen de Guadalupe, al pie de la cual colocaba la carta que escribía sobre una bolsa de empaque de “Maseca”.

La bicicleta que tanto deseaba de niño nunca la tuvo; solo encontraba bajo el pino navideño una bolsa de golosinas que recibía con agrado, pues ahora comprende que sus padres no tenían la posibilidad de comprársela ya que su mamá se dedicaba a vender tamales y su padre, dulces.

La cena de nochebuena eran las gaviotas que capturaban en el campo, ave que su mamá preparaba de una manera especial para que todos los integrantes de la familia disfrutaran el platillo.

“Deseábamos comer gallina, pollo o borreguito, pero lo único que conseguíamos eran gaviotas. Nos íbamos al campo a matarlas y ya de ahí sacábamos la cena. Mi mamá las preparaba como carne normal, aunque a ella le encantaba el pipián. Éramos felices de que nos cocinara y nos hiciera atole”, expresó Armando Rubio.

La noche del 24 de diciembre la familia de Armando se reunía con los vecinos del barrio, quienes permanecían durante horas frente a una fogata para mitigar las bajas temperaturas y aunque algunos niños y las niñas no obtenían los obsequios que esperaban, eran felices y se conformaban con lo que recibían.

Gracias a las ganas de salir adelante para tener una mejor calidad de vida, José Armando estudió para recibir el título de profesor, por lo que en 1997 llegó a San Luis Río Colorado para trabajar en la escuela Secundaria General número Dos y posteriormente en la Secundaria para Trabajadores, logrando jubilarse como director hace 13 años.

En la actualidad, el profesor Armando transita por la ciudad a bordo de una bicicleta, medio de transporte que de niño siempre pidió como regalo de navidad, pero no se le concedió.

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