/ lunes 30 de mayo de 2022

La constancia y la Fe en Dios llevaron a Jorge Salas a tener éxito en los negocios

El empresario descubrió su gusto por el comercio a los 5 años de edad cuando empezó a vender cañas y papas fritas para apoyar a la economía del hogar

La Fe en Dios, la constancia en el trabajo y la perseverancia, son aspectos que han llevado a Jorge Salas Álvarez a tener éxito en su vida personal y a convertirse en un hombre de negocios que a sus 68 años de edad disfruta de su familia y de todo lo que le rodea sin pensar mucho en el mañana, pues considera que “solo Dios sabe lo que pasará”.

En entrevista con el empresario platicó que llegó a San Luis Río Colorado cuando tenía 6 años de edad, de la mano de sus padres, los señores Salvador y Ofelia, así como de sus hermanos, procedentes de Puruándiro, Michoacán, con la esperanza de tener una mejor calidad de vida.

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Jorge Salas contó que, al arribar a esta frontera, su padre se desempeñó como jornalero en el valle sanluisino, por lo que vivieron en el ejido La Grullita en una casa que estaba construida con ramas de cachanilla y emplastada con barro.

Recordó que cuando tenía 5 años, en Michoacán empezó a vender cañas. “Tenía 75 centavos y los invertí en cañas para revenderlas. Me fue muy bien, los vecinos me las compraron todas. En ese momento sentí un orgullo inmenso, me sentí en las nubes porque logré vender todo. Luego comencé a vender papas fritas y también me fue muy bien. Las ponía en una charola y me iba caminando a los ejidos a venderlas. También allá en Michoacán”, externó.


Raúl Caballero | Tribuna de San Luis


En ese momento, Jorge, que apenas era un niño, descubrió que le apasionaba el comercio, sin embargo, a los 5 años de edad no imaginaba que se convertiría en el empresario exitoso que es ahora y que actualmente genera alrededor de 1 mil 500 empleos directos en sus fruterías y muchos otros indirectos a través de los establecimientos comerciales que tiene en San Luis Río Colorado, Mexicali y ambos valles, así como en Puerto Peñasco.

Durante su infancia y adolescencia, Jorge Salas se dedicó también a vender frutas. “Llenaba una caja con jícamas y pepinos y me ponía debajo de las racas de las piscas de algodón para cubrirme del sol. La gente me miraba chiquito y me compraba. Me iba a la casa contento con dinero. Para mí era un gusto porque podía ayudar a mis padres”.

Agregó que en San Luis a los 12 años vendía paletas de hielo de la Perla del Golfo. “Me iba caminando desde el centro hasta el ejido El Barrote empujando el carrito de paletas, con los zapatos rotos. No reniego de lo que pasé porque eso me llevó a ser quién soy ahora y si me dieran a elegir la infancia que quiero vivir, elegiría la que tuve, sin dudarlo. Creo que eso me ha llevado a crecer personal y espiritualmente”, dijo conmovido el empresario.

Refirió que también trabajó en la pisca de algodón y cuando cumplió 15 años se fue a Estados Unidos, solo, en busca de mejores oportunidades de vida.

Confesó que, aunque era muy feliz viviendo en el valle de San Luis Río Colorado, a pesar de las carencias económicas que tenía su familia, él deseaba ganar más dinero para poder apoyar a su familia, lo cual lo orilló a tomar la decisión de emprender el viaje “al otro lado”.

Siendo un adolescente logró llegar a Estados Unidos donde tuvo la oportunidad de trabajar en varias empresas en las que, gracias a su disciplina, fortaleza y ganas de salir adelante, pudo ascender en los puestos hasta llegar a ocupar cargos gerenciales a los 19 años.

“Viví y trabajé 10 años en Estados Unidos. Fue una experiencia grande, provechosa y muy bendecida. Allá llegué a tener 3 trabajos a la vez, trabajaba 20 horas días”, externó.


Raúl Caballero | Tribuna de San Luis


LOS INICIOS DE SU ACTUAL EMPRESA

Luego de una década fuera de México, Jorge Salas decidió regresar al ejido La Grullita para emprender un negocio propio de venta de refrescos, abarrotes y tortas. “Vendía en una casetita de madera que medía 12 por 12 pies. Estaba instalada al pie de la carretera. No tenía ni luz ni agua. Las sodas las ponía en un refrigerador acostado, que no tenía motor. Picaba hielo para que se mantuvieran heladas. Así empecé”.

Con el paso del tiempo, el negocio de Jorge Salas fue creciendo hasta convertirse en una de las fruterías más reconocidas y aclientadas de la región, que este año están celebrando 45 años de su fundación.

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Para finalizar puntualizó: “No sé qué es lo que me falta por hacer. No sé, ni lo pienso. Sólo Dios sabe que es lo que va a pasar mañana. Lo único que deseo es seguir trabajando con la bendición de Dios”.

La Fe en Dios, la constancia en el trabajo y la perseverancia, son aspectos que han llevado a Jorge Salas Álvarez a tener éxito en su vida personal y a convertirse en un hombre de negocios que a sus 68 años de edad disfruta de su familia y de todo lo que le rodea sin pensar mucho en el mañana, pues considera que “solo Dios sabe lo que pasará”.

En entrevista con el empresario platicó que llegó a San Luis Río Colorado cuando tenía 6 años de edad, de la mano de sus padres, los señores Salvador y Ofelia, así como de sus hermanos, procedentes de Puruándiro, Michoacán, con la esperanza de tener una mejor calidad de vida.

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Jorge Salas contó que, al arribar a esta frontera, su padre se desempeñó como jornalero en el valle sanluisino, por lo que vivieron en el ejido La Grullita en una casa que estaba construida con ramas de cachanilla y emplastada con barro.

Recordó que cuando tenía 5 años, en Michoacán empezó a vender cañas. “Tenía 75 centavos y los invertí en cañas para revenderlas. Me fue muy bien, los vecinos me las compraron todas. En ese momento sentí un orgullo inmenso, me sentí en las nubes porque logré vender todo. Luego comencé a vender papas fritas y también me fue muy bien. Las ponía en una charola y me iba caminando a los ejidos a venderlas. También allá en Michoacán”, externó.


Raúl Caballero | Tribuna de San Luis


En ese momento, Jorge, que apenas era un niño, descubrió que le apasionaba el comercio, sin embargo, a los 5 años de edad no imaginaba que se convertiría en el empresario exitoso que es ahora y que actualmente genera alrededor de 1 mil 500 empleos directos en sus fruterías y muchos otros indirectos a través de los establecimientos comerciales que tiene en San Luis Río Colorado, Mexicali y ambos valles, así como en Puerto Peñasco.

Durante su infancia y adolescencia, Jorge Salas se dedicó también a vender frutas. “Llenaba una caja con jícamas y pepinos y me ponía debajo de las racas de las piscas de algodón para cubrirme del sol. La gente me miraba chiquito y me compraba. Me iba a la casa contento con dinero. Para mí era un gusto porque podía ayudar a mis padres”.

Agregó que en San Luis a los 12 años vendía paletas de hielo de la Perla del Golfo. “Me iba caminando desde el centro hasta el ejido El Barrote empujando el carrito de paletas, con los zapatos rotos. No reniego de lo que pasé porque eso me llevó a ser quién soy ahora y si me dieran a elegir la infancia que quiero vivir, elegiría la que tuve, sin dudarlo. Creo que eso me ha llevado a crecer personal y espiritualmente”, dijo conmovido el empresario.

Refirió que también trabajó en la pisca de algodón y cuando cumplió 15 años se fue a Estados Unidos, solo, en busca de mejores oportunidades de vida.

Confesó que, aunque era muy feliz viviendo en el valle de San Luis Río Colorado, a pesar de las carencias económicas que tenía su familia, él deseaba ganar más dinero para poder apoyar a su familia, lo cual lo orilló a tomar la decisión de emprender el viaje “al otro lado”.

Siendo un adolescente logró llegar a Estados Unidos donde tuvo la oportunidad de trabajar en varias empresas en las que, gracias a su disciplina, fortaleza y ganas de salir adelante, pudo ascender en los puestos hasta llegar a ocupar cargos gerenciales a los 19 años.

“Viví y trabajé 10 años en Estados Unidos. Fue una experiencia grande, provechosa y muy bendecida. Allá llegué a tener 3 trabajos a la vez, trabajaba 20 horas días”, externó.


Raúl Caballero | Tribuna de San Luis


LOS INICIOS DE SU ACTUAL EMPRESA

Luego de una década fuera de México, Jorge Salas decidió regresar al ejido La Grullita para emprender un negocio propio de venta de refrescos, abarrotes y tortas. “Vendía en una casetita de madera que medía 12 por 12 pies. Estaba instalada al pie de la carretera. No tenía ni luz ni agua. Las sodas las ponía en un refrigerador acostado, que no tenía motor. Picaba hielo para que se mantuvieran heladas. Así empecé”.

Con el paso del tiempo, el negocio de Jorge Salas fue creciendo hasta convertirse en una de las fruterías más reconocidas y aclientadas de la región, que este año están celebrando 45 años de su fundación.

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Para finalizar puntualizó: “No sé qué es lo que me falta por hacer. No sé, ni lo pienso. Sólo Dios sabe que es lo que va a pasar mañana. Lo único que deseo es seguir trabajando con la bendición de Dios”.

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