/ jueves 11 de abril de 2024

Una diplomacia rijosa

La noción de sociedad internacional se funda en la idea de que los Estados-Nación que la componen respetan las reglas establecidas por los miembros.

Tradicionalmente, nuestro país ha tenido un comportamiento de respeto al derecho internacional pero, sobre todo, hemos sido una nación pacífica que ha tratado de mantener buenas relaciones con todos los países del planeta. Esa ha sido una característica de nuestra diplomacia aceptada y admirada por el mundo entero.

Cuando arribó al poder, el Presidente López Obrador anunció no sólo que mantendría esta tradición de nuestras relaciones con otra latitudes, sino que aplicaría al pie de la letra lo que se conoce como la doctrina Estrada de no intrusión en los asuntos de otros.

Aunque quizás un tanto arcaica debido a la realidad de la globalización donde la idea de soberanía está en constante transformación, la adopción de la doctrina Estrada prometía que el gobierno mantendría buenas relaciones con sus vecinos.

Con el eslogan "la mejor política exterior es la política interior" el régimen obradorista inició su mandato. Pronto, sin embargo, las cosas iban a ser muy diferentes. La principal razón fue que la ideología comenzó a dominar nuestra política exterior. El gobierno se alineó con regímenes autoritarios en todo el mundo y se quiso hacer notar como el líder - o uno de los líderes - de la izquierda autoritaria en el Hemisferio Occidental.

Uno de los países con los que quiso hacer alianza fue el Ecuador dirigido por Lenin Moreno, sucesor del líder histórico de esta izquierda, Rafael Correa. Hoy sabemos que a lo largo de los pasados cinco años la relación entre el obradorato y la izquierda autoritaria ecuatoriana fue cada vez más estrecha. Pero el correísmo pronto fue rechazado por el electorado ecuatoriano, quienes eligieron primero a Guillermo Lasso y luego a Daniel Noboa como los detentadores del poder ejecutivo. Estas administraciones no han sido necesariamente virtuosas pero han evitado la expansión de la izquierda autoritaria en Ecuador.

Durante todo este tiempo ha sido el interés del gobierno mexicano ayudar a los correístas en desgracia, aunque esto haya tenido que implicar que el Presidente mexicano haya violado su postulado de no inmiscuirse en los asuntos de otras naciones.

Hasta hoy López Obrador se ha peleado con las autoridades de Perú, Argentina y Ecuador. No se recuerda que un gobierno mexicano haya tenido tantos conflictos con países hermanos en América Latina.

Es en este contexto, en que debe entenderse el episodio bochornoso del asalto a la embajada mexicana en Quito. Es claro, y respecto a ello hay un consenso, que las autoridades ecuatorianas violaron el Convenio de Viena de Relaciones Consulares y quizás otras Leyes internacionales en la materia. Esto es inadmisible y el gobierno mexicano ha hecho bien en denunciar al gobierno de Noboa ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya.

El principio del artículo III de la Convención de Viena dice que no es lícito dar asilo a personas inculpadas o procesadas por un tribunal ordinario. Luego agrega que habría una excepción en caso de que el asunto no sea jurídico sino político.

Eso es lo que tendrá que resolver la Corte en La Haya.

Quizás no debería sorprendernos que el obradorato haya tenido una diplomacia accidentada. Después de todo, los regímenes autoritarios siempre tienen problemas con otras naciones. Y el obradorato no es la excepción.


La noción de sociedad internacional se funda en la idea de que los Estados-Nación que la componen respetan las reglas establecidas por los miembros.

Tradicionalmente, nuestro país ha tenido un comportamiento de respeto al derecho internacional pero, sobre todo, hemos sido una nación pacífica que ha tratado de mantener buenas relaciones con todos los países del planeta. Esa ha sido una característica de nuestra diplomacia aceptada y admirada por el mundo entero.

Cuando arribó al poder, el Presidente López Obrador anunció no sólo que mantendría esta tradición de nuestras relaciones con otra latitudes, sino que aplicaría al pie de la letra lo que se conoce como la doctrina Estrada de no intrusión en los asuntos de otros.

Aunque quizás un tanto arcaica debido a la realidad de la globalización donde la idea de soberanía está en constante transformación, la adopción de la doctrina Estrada prometía que el gobierno mantendría buenas relaciones con sus vecinos.

Con el eslogan "la mejor política exterior es la política interior" el régimen obradorista inició su mandato. Pronto, sin embargo, las cosas iban a ser muy diferentes. La principal razón fue que la ideología comenzó a dominar nuestra política exterior. El gobierno se alineó con regímenes autoritarios en todo el mundo y se quiso hacer notar como el líder - o uno de los líderes - de la izquierda autoritaria en el Hemisferio Occidental.

Uno de los países con los que quiso hacer alianza fue el Ecuador dirigido por Lenin Moreno, sucesor del líder histórico de esta izquierda, Rafael Correa. Hoy sabemos que a lo largo de los pasados cinco años la relación entre el obradorato y la izquierda autoritaria ecuatoriana fue cada vez más estrecha. Pero el correísmo pronto fue rechazado por el electorado ecuatoriano, quienes eligieron primero a Guillermo Lasso y luego a Daniel Noboa como los detentadores del poder ejecutivo. Estas administraciones no han sido necesariamente virtuosas pero han evitado la expansión de la izquierda autoritaria en Ecuador.

Durante todo este tiempo ha sido el interés del gobierno mexicano ayudar a los correístas en desgracia, aunque esto haya tenido que implicar que el Presidente mexicano haya violado su postulado de no inmiscuirse en los asuntos de otras naciones.

Hasta hoy López Obrador se ha peleado con las autoridades de Perú, Argentina y Ecuador. No se recuerda que un gobierno mexicano haya tenido tantos conflictos con países hermanos en América Latina.

Es en este contexto, en que debe entenderse el episodio bochornoso del asalto a la embajada mexicana en Quito. Es claro, y respecto a ello hay un consenso, que las autoridades ecuatorianas violaron el Convenio de Viena de Relaciones Consulares y quizás otras Leyes internacionales en la materia. Esto es inadmisible y el gobierno mexicano ha hecho bien en denunciar al gobierno de Noboa ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya.

El principio del artículo III de la Convención de Viena dice que no es lícito dar asilo a personas inculpadas o procesadas por un tribunal ordinario. Luego agrega que habría una excepción en caso de que el asunto no sea jurídico sino político.

Eso es lo que tendrá que resolver la Corte en La Haya.

Quizás no debería sorprendernos que el obradorato haya tenido una diplomacia accidentada. Después de todo, los regímenes autoritarios siempre tienen problemas con otras naciones. Y el obradorato no es la excepción.