/ viernes 31 de enero de 2020

Amat Cucapah

Hacienda Mariposa de Manuel Escalante

Entrando 1860, Sonora intentó poblar su nueva frontera, porque los gringos violando los convenios establecieron múltiples patios leñeros como puertos ribereños del Río Colorado y junto al desemboque establecieron Puerto Isabel en la costa del Golfo de California.

Por ello, la circunstancia exigió concesionar a mexicanos extensiones inmediatas a la frontera, basándose en la Ley de Terrenos Baldíos; bajo tal respaldo fueron girados títulos de propiedad a Manuel Escalante y socios, otorgándoles tierras de Sonora limítrofes con Arizona, al Poniente de la mojonera 204, hasta 6 kilómetros al Sur; al lado izquierdo del río y comprendiendo los terrenos del Rancho Doña Juana.

Ahí donde el río ensanchaba el cauce, haciendo fácil cruzarlo, usualmente funcionó un lanchón, con remos para trasladar a los viajeros; era regenteado por los indios Cuchanos (traicioneros parientes Cucapah), quienes viviendo en lado bajacaliforniano controlaban el servicio, que siempre estaba en riesgo por percance, pérdida, sufrimiento o intencional olvido.

Dos señoriales edificios: El casco y la finca resplandecieron en los terrenos de Escalante con nombre de Rancho Mariposa (hoy asilo de ancianos); el principal, casco de hacienda brilló situada -a salvo de inundaciones- sobre la Mesa Arenosa (Infonavit Bellavista), con su pequeña capilla y pequeño cementerio, venerado al Oriente del casco (anexo VIRSAM).

Mariposa era construcción rústica, nunca terminada; su propietario desbordó interés desde 1856, al concederle el gobierno 7002 hectáreas, 44 áreas, ratificadas por la ley del 22 de julio de 1863, con el compromiso de mantener al menos un habitante por cada 200 hectáreas durante 10 años. Su derecho en documentos se actualizó en 1867, continuando la finca en construcción, aun después de 1869.

Don José Dolores Cuevas, por encargo de Escalante, levantó aquella finca rectangular de campo con una sola planta de cuadradas cuarterías sostenidas con paredes de adobe; la sostenían como contrafuertes los corredores de ala con teja; eran apoyados por igual número de pilares en los cuatro lados, éstos enmarcaban un patio interior descubierto, embellecido por un hermoso jardín, dividido por callecitas que lo encuadraron.

Siendo de un solo piso la finca de labriegos, podía verse pocos meses después de cada desmonte, cuando a machetazos los peones Cucapah chaponeaban cortando el alrededor la espesa selva.

Lucía la casa del rancho entre floresta boscosa de álamos, frondosos pinos salados y mezquites tornillos, altas plantas de algodón de más de 15 metros y entre las casas del vecindario había dispersas chozas Cucapah, sobresaliendo los intentos por afianzarse al paredón, ante el temor de altas corrientes.

Cuando se viajaba viniendo de San Diego, desde El Centinela relumbraba el casco de la hacienda; cuando se caminaba de Sonoydag al llegar a la hacienda desde su portón se miraba la finca del campo, con lunares de sembradíos, pero su olor a comida desde Laguna Prieta deleitaba su aroma.


Hacienda Mariposa de Manuel Escalante

Entrando 1860, Sonora intentó poblar su nueva frontera, porque los gringos violando los convenios establecieron múltiples patios leñeros como puertos ribereños del Río Colorado y junto al desemboque establecieron Puerto Isabel en la costa del Golfo de California.

Por ello, la circunstancia exigió concesionar a mexicanos extensiones inmediatas a la frontera, basándose en la Ley de Terrenos Baldíos; bajo tal respaldo fueron girados títulos de propiedad a Manuel Escalante y socios, otorgándoles tierras de Sonora limítrofes con Arizona, al Poniente de la mojonera 204, hasta 6 kilómetros al Sur; al lado izquierdo del río y comprendiendo los terrenos del Rancho Doña Juana.

Ahí donde el río ensanchaba el cauce, haciendo fácil cruzarlo, usualmente funcionó un lanchón, con remos para trasladar a los viajeros; era regenteado por los indios Cuchanos (traicioneros parientes Cucapah), quienes viviendo en lado bajacaliforniano controlaban el servicio, que siempre estaba en riesgo por percance, pérdida, sufrimiento o intencional olvido.

Dos señoriales edificios: El casco y la finca resplandecieron en los terrenos de Escalante con nombre de Rancho Mariposa (hoy asilo de ancianos); el principal, casco de hacienda brilló situada -a salvo de inundaciones- sobre la Mesa Arenosa (Infonavit Bellavista), con su pequeña capilla y pequeño cementerio, venerado al Oriente del casco (anexo VIRSAM).

Mariposa era construcción rústica, nunca terminada; su propietario desbordó interés desde 1856, al concederle el gobierno 7002 hectáreas, 44 áreas, ratificadas por la ley del 22 de julio de 1863, con el compromiso de mantener al menos un habitante por cada 200 hectáreas durante 10 años. Su derecho en documentos se actualizó en 1867, continuando la finca en construcción, aun después de 1869.

Don José Dolores Cuevas, por encargo de Escalante, levantó aquella finca rectangular de campo con una sola planta de cuadradas cuarterías sostenidas con paredes de adobe; la sostenían como contrafuertes los corredores de ala con teja; eran apoyados por igual número de pilares en los cuatro lados, éstos enmarcaban un patio interior descubierto, embellecido por un hermoso jardín, dividido por callecitas que lo encuadraron.

Siendo de un solo piso la finca de labriegos, podía verse pocos meses después de cada desmonte, cuando a machetazos los peones Cucapah chaponeaban cortando el alrededor la espesa selva.

Lucía la casa del rancho entre floresta boscosa de álamos, frondosos pinos salados y mezquites tornillos, altas plantas de algodón de más de 15 metros y entre las casas del vecindario había dispersas chozas Cucapah, sobresaliendo los intentos por afianzarse al paredón, ante el temor de altas corrientes.

Cuando se viajaba viniendo de San Diego, desde El Centinela relumbraba el casco de la hacienda; cuando se caminaba de Sonoydag al llegar a la hacienda desde su portón se miraba la finca del campo, con lunares de sembradíos, pero su olor a comida desde Laguna Prieta deleitaba su aroma.