/ viernes 24 de abril de 2020

AMAT CUCAPAH

Pocholongos en Puerto de Santa Clara



Enorme potencial pesquero, golpeado por justificaciones bióticas, mengua economía de habitantes del Golfo de California, cuando es la falta de aguas del Río Colorado carencia de nutrientes para las especies.

Entra el Puerto de Santa Clara a la historia escrita en 1539 con Francisco de Ulloa y en 1540 con Hernando de Alarcón, registrado cartográficamente por Domingo del Castillo, en documento a Hernán Cortés, época del expansionismo novohispano.

Son el Campo de la Cruz y el oratorio de Nuestra Señora de la Buena Guía bautizados por Alarcón sitios referentes expedicionarios, cuando arribaron al Primer Brazo del Río Colorado, donde aún este 2020 los residentes llaman “El Muelle” junto a los majestuosos paredones costeros de Santa Clara.

Fijan nueva frontera México y Estados Unidos de Norteamérica, según Tratados de Guadalupe Hidalgo en 1848 y La Mesilla en 1853; continuando la agitada época de navegación sobre el Colorado, funcionando útiles Puerto Isabel y Santa Clara, hasta que el ferrocarril transoceánico cruzó Yuma en 1877, convirtiendo incosteable el transporte sobre barcos del río, dejando sin empleo a residentes y dejando perene el deseo de Arizona por tener un puerto en el Golfo de California.

Igual queda en frustrada intención el establecimiento aduanero desde 1872, en la naciente colonia Lerdo que aunado a cosechas repetidamente arrastradas por el río, dejó sin trabajo la población desde 1874, quienes para sobrevivir aprovechan los recursos a la mano, asentando gente en el Puerto de Santa Clara y los vecinos establecimientos aumentan población mexicana permanente.

Esta población con abundante pesca realiza trueque con los Osuna en campo del Doctor, la Noche Buena, Salsipuedes, Fuentes Brotantes, Gridiron, Ogden; intercambiando pescados por granos, forrajes, bovinos y cabras.

Durante años persiste su esfuerzo, pero el 28 de diciembre de 1909 visitan el estero Santa Clara probando un Buick de dos cilindros desde Yuma: Frank Fehr, el Dr. F.C. Mueller y Peter T. Robertson, guiándolos Joe Carter encontrando despoblada el área; contrariamente, en 1917, al arribo del capitán Carlos G. Calles, aquí tres personas le dieron auxilio, pero no menciona sus nombres.

Ya en los años 20 marcaron huella las familias Amaya, Pocholongos, Márquez, Armenta, Verdugo, Morales, Asaf, Sánchez, Castro e intercambiaron comercialmente por enseres y maderas con Guaymas, Puerto Lobos, La Paz y Puerto Libertad, pudiendo construir con madera pequeños barcos pesqueros, carentes de herramienta, pero con precisión artesanal extraordinaria, como si tuvieran astillero profesional.

Fue más de una veintena de barcos construidos por esas familias completamente en Santa Clara: “San Germán”, “San Antonio”, “La Eva”, “Jorge Azul”, “San Francisco Javier”, “Carranza #1”, “El Sonorense’’, “El Mayito”, “El Humberto”, “El Mabaria”, “El Pocholongo”, “El Sonorense”, etc…

Sus proezas dan nombre, como el estero del Güero Beta que han continuado siendo columnas de trabajo en la región como los Gutierrez, Amaya, Navarrete, Ramírez y Jesús Alberto, El Negro Tirado Chávez, de quienes viven sus descendientes, como con dignidad en Santa Clara.

Referencia: Libro Puerto Isabel

E-mail: federicoiglesias50@gmail.com

Pocholongos en Puerto de Santa Clara



Enorme potencial pesquero, golpeado por justificaciones bióticas, mengua economía de habitantes del Golfo de California, cuando es la falta de aguas del Río Colorado carencia de nutrientes para las especies.

Entra el Puerto de Santa Clara a la historia escrita en 1539 con Francisco de Ulloa y en 1540 con Hernando de Alarcón, registrado cartográficamente por Domingo del Castillo, en documento a Hernán Cortés, época del expansionismo novohispano.

Son el Campo de la Cruz y el oratorio de Nuestra Señora de la Buena Guía bautizados por Alarcón sitios referentes expedicionarios, cuando arribaron al Primer Brazo del Río Colorado, donde aún este 2020 los residentes llaman “El Muelle” junto a los majestuosos paredones costeros de Santa Clara.

Fijan nueva frontera México y Estados Unidos de Norteamérica, según Tratados de Guadalupe Hidalgo en 1848 y La Mesilla en 1853; continuando la agitada época de navegación sobre el Colorado, funcionando útiles Puerto Isabel y Santa Clara, hasta que el ferrocarril transoceánico cruzó Yuma en 1877, convirtiendo incosteable el transporte sobre barcos del río, dejando sin empleo a residentes y dejando perene el deseo de Arizona por tener un puerto en el Golfo de California.

Igual queda en frustrada intención el establecimiento aduanero desde 1872, en la naciente colonia Lerdo que aunado a cosechas repetidamente arrastradas por el río, dejó sin trabajo la población desde 1874, quienes para sobrevivir aprovechan los recursos a la mano, asentando gente en el Puerto de Santa Clara y los vecinos establecimientos aumentan población mexicana permanente.

Esta población con abundante pesca realiza trueque con los Osuna en campo del Doctor, la Noche Buena, Salsipuedes, Fuentes Brotantes, Gridiron, Ogden; intercambiando pescados por granos, forrajes, bovinos y cabras.

Durante años persiste su esfuerzo, pero el 28 de diciembre de 1909 visitan el estero Santa Clara probando un Buick de dos cilindros desde Yuma: Frank Fehr, el Dr. F.C. Mueller y Peter T. Robertson, guiándolos Joe Carter encontrando despoblada el área; contrariamente, en 1917, al arribo del capitán Carlos G. Calles, aquí tres personas le dieron auxilio, pero no menciona sus nombres.

Ya en los años 20 marcaron huella las familias Amaya, Pocholongos, Márquez, Armenta, Verdugo, Morales, Asaf, Sánchez, Castro e intercambiaron comercialmente por enseres y maderas con Guaymas, Puerto Lobos, La Paz y Puerto Libertad, pudiendo construir con madera pequeños barcos pesqueros, carentes de herramienta, pero con precisión artesanal extraordinaria, como si tuvieran astillero profesional.

Fue más de una veintena de barcos construidos por esas familias completamente en Santa Clara: “San Germán”, “San Antonio”, “La Eva”, “Jorge Azul”, “San Francisco Javier”, “Carranza #1”, “El Sonorense’’, “El Mayito”, “El Humberto”, “El Mabaria”, “El Pocholongo”, “El Sonorense”, etc…

Sus proezas dan nombre, como el estero del Güero Beta que han continuado siendo columnas de trabajo en la región como los Gutierrez, Amaya, Navarrete, Ramírez y Jesús Alberto, El Negro Tirado Chávez, de quienes viven sus descendientes, como con dignidad en Santa Clara.

Referencia: Libro Puerto Isabel

E-mail: federicoiglesias50@gmail.com