/ viernes 28 de mayo de 2021

AMAT CUCAPAH

Precursores de la Historia



Impactante, brillante serpentina de ancha corriente sobre cauce del río Colorado, donde se enfrasca Trinidad Quintero Pérez y compañeros cazando castores, contratados por Adolfo Verdugo porque destrozaban sus siembras en la orilla sonorense; más sorprende potencia de Cenobio Acosta, único panguero trasladando viajeros en las riberas, aquel mayo de 1922.

Fallecieron sus papás doña Delfina y Antonio, siendo chamaco Trinidad, decidió: “Al Norte”, con 14 años sale desde Tauanato, subiendo al tren en Morelia hasta Nogales, donde empleándose arrea ganado comprado por Juan Parra, aumentando la manada en cada ranchería; reuniéndolo en Sonoyta, donde aumentan sus compañeros vaqueros con: Un auténtico Yaqui, Tomás Ontiveros, Trinidad Cota y Chichí Parra, creando cuarteto amistoso y fama en el delta como solicitados músicos, en la frontera; bien dijo tío Manuel al despedirlo: “Tú rascas guitarra, llévate este acordeón, cantarás más afinado”. Efectivamente, esperando el “Tren” escucha cantar en dueto, canciones muy bonitas. Dice don Trinidad Quintero Pérez, me acerqué, miré dedos pisando trastos en tonos, alcanzando a escribirlos; era una sonadísima canción: “La Novia del Carcelero”, agregó en repertorio “La Pilareña”, levantando muchas monedas, en interminables jornadas: Día y noche.

Pues como novatos caporales, la recua de caballos -sabían el camino- guió atravesando el desierto de Altar sobre veredas del Pinacate, calmando la sed en Tinaja de los Pápagos, bordean sierra del Choclo Duro, brincando arroyo del Zumbador para beber agua dulce en laguna Prieta; entregan manada al rancho de la Nochebuena (poblado Independencia) terminando el invierno.

Desocupados buscan trabajo, enterándose que hasta la frontera en San Luis, abrían campos al cultivo ocupando gente, acá viene el cuarteto. Lo primero que hacen fue comprar cigarros con Justino Horos en bar-casino-cantina “All Nations”, planta baja del hotel “Cuatro Vientos” que con kiosco-palenque enfrente lucía auténtica estampa del Oeste norteamericano.

Para recomendación presentarse ante Felipe Ramírez, comisariado en Cuartel Militar -era 15 de mayo- nos dijo: Alójense debajo de un mezquite o pino, mientras los contratan. Pues, esa noche desde su “hotel”, fueron “dar la vuelta al pueblo”. San Luis entre disperso caserío entreverado con tanichis, casetas y changarros tenía, la calle de abajo: Cuauhtémoc topando línea internacional, empezando México y arriba en desierto: La Morelos, cruzadas por angostos callejones con disimulados burdeles; siendo músicos entra en cuarteto: Guitarra, acordeón, violín y tololoche, armando alegre, entusiasta algarabía en función nocturna y amaneciendo a cazar castores; aunque la riqueza vino de la noble agricultura.

Memoria de pionero.

Federicoiglesias50@gmail.com

Precursores de la Historia



Impactante, brillante serpentina de ancha corriente sobre cauce del río Colorado, donde se enfrasca Trinidad Quintero Pérez y compañeros cazando castores, contratados por Adolfo Verdugo porque destrozaban sus siembras en la orilla sonorense; más sorprende potencia de Cenobio Acosta, único panguero trasladando viajeros en las riberas, aquel mayo de 1922.

Fallecieron sus papás doña Delfina y Antonio, siendo chamaco Trinidad, decidió: “Al Norte”, con 14 años sale desde Tauanato, subiendo al tren en Morelia hasta Nogales, donde empleándose arrea ganado comprado por Juan Parra, aumentando la manada en cada ranchería; reuniéndolo en Sonoyta, donde aumentan sus compañeros vaqueros con: Un auténtico Yaqui, Tomás Ontiveros, Trinidad Cota y Chichí Parra, creando cuarteto amistoso y fama en el delta como solicitados músicos, en la frontera; bien dijo tío Manuel al despedirlo: “Tú rascas guitarra, llévate este acordeón, cantarás más afinado”. Efectivamente, esperando el “Tren” escucha cantar en dueto, canciones muy bonitas. Dice don Trinidad Quintero Pérez, me acerqué, miré dedos pisando trastos en tonos, alcanzando a escribirlos; era una sonadísima canción: “La Novia del Carcelero”, agregó en repertorio “La Pilareña”, levantando muchas monedas, en interminables jornadas: Día y noche.

Pues como novatos caporales, la recua de caballos -sabían el camino- guió atravesando el desierto de Altar sobre veredas del Pinacate, calmando la sed en Tinaja de los Pápagos, bordean sierra del Choclo Duro, brincando arroyo del Zumbador para beber agua dulce en laguna Prieta; entregan manada al rancho de la Nochebuena (poblado Independencia) terminando el invierno.

Desocupados buscan trabajo, enterándose que hasta la frontera en San Luis, abrían campos al cultivo ocupando gente, acá viene el cuarteto. Lo primero que hacen fue comprar cigarros con Justino Horos en bar-casino-cantina “All Nations”, planta baja del hotel “Cuatro Vientos” que con kiosco-palenque enfrente lucía auténtica estampa del Oeste norteamericano.

Para recomendación presentarse ante Felipe Ramírez, comisariado en Cuartel Militar -era 15 de mayo- nos dijo: Alójense debajo de un mezquite o pino, mientras los contratan. Pues, esa noche desde su “hotel”, fueron “dar la vuelta al pueblo”. San Luis entre disperso caserío entreverado con tanichis, casetas y changarros tenía, la calle de abajo: Cuauhtémoc topando línea internacional, empezando México y arriba en desierto: La Morelos, cruzadas por angostos callejones con disimulados burdeles; siendo músicos entra en cuarteto: Guitarra, acordeón, violín y tololoche, armando alegre, entusiasta algarabía en función nocturna y amaneciendo a cazar castores; aunque la riqueza vino de la noble agricultura.

Memoria de pionero.

Federicoiglesias50@gmail.com